23 de octubre de 2006

Un bonito cadáver

Seguro que has visto alguna vez a uno de esos joyeros de película que se ponen una especie de microscopio con forma de monóculo y observan una piedra preciosa con la punta de la lengua pegada al labio superior, en gesto de esfuerzo intelectual. Así me siento yo todos los lunes cuando veo Studio 60 on the Sunset Strip.

Hace dos meses, cuando le eché mano al piloto, tuve muy claro que era el mejor primer episodio que había visto jamás. Los diálogos brillantes llenos de chispa y ritmo, los actores acoplados a ellos como un guante, el arranque apoteósico –esos 9 minutos deberían pasarse en bucle en todas las clases de todas las asignaturas de todas las escuelas de cine del mundo– la realización febril, puro malabarismo narrativo para estar a la altura de un guión igual de revolucionado que condensa, en 45 minutos, más lecciones de escritura que todos los libros de guión que he leído en mi vida. Y para rematar, la serie habla de dos productores ejecutivos rompiéndose los cuernos para sacar adelante un programa de televisión. No podría sentirme más identificado. Como digo, no tuve dudas: es el mejor piloto que he visto, y uno de los mejores que se han hecho. En él hay más cine que en la mayor parte de las películas que se han hecho en los últimos 10 años. Los siguientes episodios están a la altura; los guiones son un bólido imposible de mantener dentro de la carretera. Hay que ver los capítulos tres, cuatro, cinco veces para empezar a asimilar los guiños metalingüísticos y los juegos estructurales que proponen los diálogos. Y en qué cantidad. Conocéis la regla de la página por minuto. Los guiones de Studio 60 tienen entre 70 y 80 páginas.

Y es por todo eso que está condenada. Después de ver el sexto capítulo he tenido claro que no va a pasar de los 13 encargados, y si lo hace será para ser cancelada poco después. Su mera existencia demuestra que algo se mueve dentro de la cúpula ejecutiva de NBC, pero las medidas de reestructuración tomadas este año dejan claro que ese camino no está recorrido del todo. Por ejemplo: este año, los ejecutivos de NBC ordenaron un recorte de presupuesto que hizo que el número de episodios de la decimotercera temporada de Urgencias se redujera de 22 a 13.

Paréntesis: Urgencias fue la campeona de la audiencia media en sus segunda, tercera y quinta temporadas. A día de hoy ha perdido más de la mitad de sus espectadores –hablamos de unos 17 millones de personas que ya no están delante de esa tele los jueves por la noche– y es la serie más cara que se ha producido: échale unos 10 millones de dólares por capítulo –date un minuto; siendo español esto es difícil de asimilar–. Por esas razones, Urgencias lleva varios años dando pérdidas. Pero resulta que una serie como ésta siempre ha comprado un prestigio del copón para su cadena, y eso no se paga con dinero. Por eso sigue emitiéndose. Fin del paréntesis.

Metaparéntesis: debido a una inexplicable subida en las audiencias, los ejecutivos han decidido ampliar de nuevo la temporada a 22 episodios... ¡y a lo mejor a 24! Fin del metaparéntesis.

Como digo, algo está cambiando en la cúpula de NBC; lo suficiente para que se tomen medidas interesantes (Studio 60 es una de ellas, y la pseudo-rectificación de Urgencias otra), pero no tanto como para no cometer estupideces como obligar a Lorne Michaels a despedir a tres miembros del reparto de su programa... aunque eso abriría un infierno de metametaparéntesis por el que me odiarías.

Studio 60 nunca tendrá tiempo de ganarse ese respeto. Su vocación irreverente juega en su contra dentro de los muros de la cadena. Pero sobre todo son sus niveles de auto-consciencia y su exaltación de la vida farandulera lo que hará que desaparezca. En la mayor parte de Estados Unidos, Hollywood se ve como una Sodoma de ricos liberales que dedican su tiempo a ir a fundraisers del Partido Demócrata, follar en coca, adoptar bebés africanos y reírse de George Bush. Los protagonistas de Studio 60 ya han hecho algunas de esas cosas, y por si fuese poco, son un retrato severo pero amable de los dos genios creadores: Aaron Sorkin y Thomas Schlamme, dos intelectuales de Hollywood orgullosos de serlo y muy contentos de haberse conocido. Eso en Middletown, Ohio, es un pasaporte a la cancelación.

Las audiencias se van al cuerno. La serie pierde un punto de share por capítulo, y ya le quedan pocos por perder. Sorkin ya debe de estar tramando el series finale para el capítulo trece. El modo en que la cerrará, sea como sea, va a ser el punto final de un párrafo en negrita dentro de la historia de la tele. Perdón por esa frase, ha sido nefasta.

El pack de dvds de la primera y única temporada de Studio 60 va a pesar varios quintales. Algún día serán motivo de estudio y culto para la gente del mundillo. No sé cuántos años hacen falta para eso, pero estoy seguro de que será así. Es lo que ocurre con los mitos sin declive, como Dean o Elvis. Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver. Studio 60 on the Sunset Strip es la Marilyn Monroe de las series.

Editado unos días después: me corrigen. Studio 60 no es Marilyn, sino Bobby Darin. Léalo aquí.

20 de octubre de 2006

!!!

Una empresa italiana interesada en hacer cierto negocio con nosotros me manda un emilio promocional para que veamos qué nivel. En él hay varias cosas, entre ellas una galería de gente a la que representan:

18 de octubre de 2006

Elucubrando

30 Rock, la nueva serie de Tina Fey –de la que estoy perdidamente enamorado–, cuenta la historia de un programa de televisión a cuya cadena llega un nuevo vice-presidente (Alec Baldwin). Su primera decisión es colocar a Tracy Jordan (Tracy Morgan) como cabeza de cartel, desplazando a la estrella del programa, interpretada por Rachel Dratch.

En la vida real, los astutos ejectuvos de NBC, después de ver el piloto, deciden volverlo a rodar colocando a Jane Krakowsky en el papel de la estrella del programa, desplazando a Rachel Dratch como la actriz original.

Gracias.

Rachel Dratch es fea.

14 de octubre de 2006

1993

En torno a 1993 hubo una especie de renovación en el cine español. Aparecieron Álex de la Iglesia, Juanma Bajo-Ulloa, Julio Médem y Santiago Segura. Belle Epoque se trajo el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, confirmando la buena suerte de los estrábicos hispanos. En adelante y cerrado este colectivo, sólo directores homosexuales ganarían este premio para España.

En 1993, hablando de los Óscar, Drácula de Bram Stoker fue ignorada olímpicamente. Era la mejor película del año con mucha diferencia y seguramente una de las diez mejores que se han hecho. No es que sea muy importante quién ganó, pero podría significar algo que fuese Clint Eastwood, un mal actor que no sabe filmar, y me pegaré con quien haga falta por esto. Sres. Académicos: ¿renovación o folklore? Elegimos western por 200 dólares.

En 1993, el western volvió durante un par de años.

En 1993, el sida llegó al cine y a la Conciencia Global. En Estados Unidos hicieron Philadelphia, y Tom Hanks dejó de ser un actor-de-comedia. En Francia, Cyril Collard había hecho Las Noches Salvajes, peli autobiográfica con mucho éxito y un carro de premios en la gala de los César de ese año. No fue a recogerlos: había muerto de sida la semana anterior.

En 1993 Steven Spielberg, el cineasta más influyente de los 80, hizo dos películas casi al tiempo. Una, una obra maestra madura y tortuosa. Otra, una castaña infantil y tortuosa. Los resultados de crítica le ayudaron a decidir qué hacer con el resto de su carrera. El joven genio había muerto; renacido, un Spielberg workaholizado, que cada año dirige dos películas y produce otras 823. Algunos creen que filma mientras duerme. Ello explicaría lo flojas que son sus pelis desde entonces. Sí. Qué pasa.

En 1993 el mundo conoció al cineasta más influyente de los 90: un friki llamado Quentin Tarantino. Su primera película acababa de ser un hostión en la boca del estómago de Hollywood y tenía a toda la industria alucinada. Algún lumbreras se inventó el Cine Independiente, y el Sistema, excitado, descubrió a Alexandre Rockwell, Allison Anders, Abel Ferrara, Jane Campion, Gregg Araki, y algunos otros. En la actualidad todos se dedican a la hostelería.

En 1993 Oliver Stone dio por terminada su trilogía de Vietnam, quedándose vacío. Entonces se compró uno de los guiones de Tarantino y un año después estrenó Asesinos Natos, una película fundacional en términos de lenguaje que marca un epílogo fascinante en la carrera de su director. Como era de esperar, ningún crítico la entendió y todos se enfadaron mucho. Y sí, he dicho epílogo.

En 1993 los hermanos Ridley y Tony Scott se sometieron a un transplante de talento. Tony dirigió un guión de Tarantino inaugurando su nueva carrera: una racha de pelis potentes hasta 2005. Ridley Scott pasó una temporada vagando por las calles, confuso y desorientado; es en ese periodo cuando se concentró en dar salida a su homosexualidad latente, haciendo Tormenta Blanca, La Teniente O’Neil y Gladiator. Es éste un claro efecto secundario del transplante, como hace ver el propio Tarantino en el análisis de Top Gun que le robó a Roger Avary junto a muchas otras cosas.

En 1993, Woody Allen terminó su separación de Mia Farrow. Entró entonces en una racha maravillosa de películas, que termina cuando se casó... con la hija adoptiva de Mia Farrow. Al parecer, Tarantino no tuvo nada que ver.

En 1993 Johnny Carson, la figura más importante de la televisión norteamericana de todos los tiempos, acababa de retirarse. Los jefes de la cadena habían decidido apostar por la sangre nueva, y Jay Leno se afianzó como su sustituto. David Letterman, el veterano que aspiraba a su puesto, se marchó cabreado a la competencia. Los ejecutivos de NBC se vieron obligados a ir más lejos en su apuesta por la renovación, y le dieron su hueco a un geniecillo de 30 años llamado Conan O’Brien. La rivalidad entre los tres renovó el late-night americano.

Cambios, cambios, cambios.

En 1993 decidí que iba a dedicarme al cine.

13 de octubre de 2006

Estoy preocupado

Empiezo a pensar que el problema que tiene el audiovisual español no es tanto de semilla, sino de terreno. Nunca he compartido esa idea de que en España hay mucho talento por descubrir; siempre me ha parecido una afirmación tirando a temeraria, y bastante alejada de la realidad. Sin embargo, tengo que admitir que creo sinceramente que tengo futuro, y presumo de estar embarcado con mi socio en el mejor proyecto que ha visto este país en mucho tiempo. Si no me lo creo yo, es absurdo seguir adelante, y no puedo dejar a mi madre sola en esa fe. Así que tengo que asumir que si estamos mi socio y un servidor, y algún otro conocido mucho más talentoso y arrojado que yo, es porque sí existe ese cultivo de creativos de cine y tele.

Entonces, ¿qué carajo pasa? ¿Dónde encontrar la explicación para “El Mundo de Chema”, “Ellas y el sexo débil”, el refrito de “Anatomía de Grey” que planean Telecinco y Videomedia, y que apestará tanto como “Hospital Central”, “El Inquilino”, o la sola idea del remake de “Matrimonio con hijos”? Y eso es sólo en la superficie. ¿Dónde, en esta nueva época dorada de la televisión, las series espléndidas americanas, hechas por gente criada a la teta del cine, en cine y en panorámico, se siguen emitiendo en fullscreen? ¿En qué clase de país se concibe una actuación musical en playback, de modo que cuando no lo es se señala como un logro (voz y música en directo)? ¿En qué país se cortan las series nada más terminar la cabecera, o se inserta un corte publicitario 25 segundos antes del fundido a negro en el que encajaría de forma natural, o se corta una película en mitad de una pelea, como acabo de ver? ¿En qué país se ignora eso llamado fidelización, y se hacen dos temporadas de 13 capítulos en lugar de una de 26?

Aquí.
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En fin, que son ésas y otras doce mil chapuzas diarias, que junto con las que he vivido en mis carnes durante el último año y pico –hablaré de ellas en otro momento– me hacen preguntarme si, en el caso improbable de que existiese ese talento subterráneo del que hablan algunos, éste tendría manera de asomar. En los momentos de bajón me pregunto si no estoy intentando cultivar arroz en Almería. Quizá no hay manera, hoy por hoy, de hacer nada bueno en España. A lo mejor resulta que estamos en un erial en el que no puede crecer la hierba, después de cuarenta años de Atila y treinta de caballos.

2 de octubre de 2006

Carta abierta a Tiempo BBDO

.......................................................Madrid, 2 de octubre de 2006

..........Estimados creativos:

Sois los putos amos.


........................................Atentamente, yo.


PD: Algunos de vuestros clientes también, por dejaros hacer.

El robo de la silla de Zapatero

Madrid. Agencias.

Un vídeo grabado con cámara de visión nocturna ha salido a la luz en el día de hoy. En él se puede ver al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en una incursión nocturna en una vivienda del municipio madrileño de Coslada.
El Presidente, al inicio de la grabación, aparece trepando por la fachada de un edificio de viviendas. Con él, y en todo momento, se encuentra el ex-portavoz del PSOE y actual Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos se cubren con capuchas al principio del vídeo, pero las desestiman al poco tiempo de entrar en la vivienda.
Los dos mandatarios burlan las medidas de seguridad del edificio (el portero automático estaba desactivado por avería) y trepan hasta el primer piso por una cañería. Después, se les ve entrando en uno de los pisos y caminando por el pasillo hasta una de las habitaciones. Su dueño, un joven estudiante de comunicación audiovisual que ha rechazado hacer declaraciones, se encontraba fuera de casa en ese momento, al parecer atendiendo un botellón.
En el vídeo, Zapatero y Rubalcaba cogen a hombros la silla de escritorio del joven, y cargan con ella ventana abajo por el mismo camino por el que llegaron al interior.
Los grupos políticos especulan acerca del significado de esta operación, de la que el Secretario de Estado de Seguridad ha denegado tener conocimiento previo. En los círculos gubernamentales se especula con la posibilidad de que el Presidente del Gobierno quisiera recordar a los jóvenes su deuda con la pobreza, y que no se debe confiar a los gobernantes la misión de salvar el mundo, pero esta versión no ha sido confirmada.

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