26 de marzo de 2008

Vergüenza torera

En el mundo civilizado, que como saben no queda por aquí, la comedia es algo muy serio. La integridad creativa, la ética profesional, se lleva a rajatabla. Puede que sea por miedo a una demanda sodomita por plagio, o quizá por temor a que el público, que allí manda y aquí obedece, decida no pagar su entrada para el espectáculo de uno. En cualquier caso, cada vez que un cómico le deja un milímetro de terreno a la sospecha de que ha ido por ahí con material de otro, se monta un cisco de primer orden en el mundillo.

En Youtube encontrarán muchas acusaciones dirigidas a algunos cómicos de mucho talento y más éxito, como Carlos Mencía o Dane Cook, que tienen bits parecidos a otros de otra gente. Que sean o no plagios más o menos discutibles es algo que no importa; la sola acusación es una mancha en el currículum, y si los dos cómicos que he citado no fuesen, ahora mismo, los dos que más gente llevan a sus espectáculos (Cook reunió a 18.000 personas en su primer HBO special, y Mencía tiene la mayor audiencia de Comedy Central después de South Park), estarían jodidos. Ante la duda, los promotores empezarían a pasar de ellos, y puede que tuvieran serios problemas para seguir en el negocio, o a cambio necesitarían años de lavado de imagen o pasar por algún rehab estúpido como Isiah Washington o Michael Richards. Ya se saben la de Ashlee Simpson: la pillaron haciendo playback en Saturday Night Live y tuvo a todo el mundo hablando de ello durante semanas. Aquí pasaría eso si alguien cantase en directo.

Todo esto viene a un plagio estúpido (mención a Castelo por enseñármelo) de Sé lo que hicisteis la última semana, aunque, la verdad, con ese título no sé por qué un plagio debería sorprender a nadie; el vídeo saqueado es la última genialidad de Sarah Silverman, cuyo nivel de crackismo tampoco es sorprendente.

El robo en sí no es lo más grave. Uno aprende de los mayores a base de imitarlos; un chiquillo de 15 años ve una escena molona de una película, la reproduce en vídeo con sus amigos y la cuelga en internet. Un profesional ve a los cómicos que admira, se los empolla, asimila lo que ve y luego hace... algo distinto. Una cosa es la influencia y otra el saqueo porque sí. Reconocer que es un robo usando la palabra homenaje no lo justifica, casi lo pone peor. Uno homenajea a quien lleva años siguiendo, no un vídeo que te has encontrado en un blog; uno homenajea con estilo al día siguiente, no mes y medio después. Y sobre todo, uno homenajea cuando no lo necesita.

Lo peor es que tal y como está planteado, un plagio como éste no tiene el más mínimo sentido. No es gracioso. Un buen guionista de comedia debería saber que mantener el cuerpo de un bit cambiándole la premisa es una receta para el desastre. El elemento sorpresa del cameo de Matt Damon se da de hostias con la mera imagen de Micky Nadal sentado en un sofá muuuchos segundos antes de la canción, por muy buena que esté Martina Klein. Copiar un bit quitándole su núcleo, la frase I’m fucking Matt Damon, es como comerse una hamburguesa de soja, no me jodan. Además, justificar en guión el tema de acostarse con alguien como excusa para cantar la canción es como escenificar un chiste de Jaimito en el que lo interpretase un niño con Síndrome de Down; sería contar que el Coyote llevaba 6 semanas sin comer y tenía cinco cachorritos que alimentar. La persecución del Correcaminos dejaría de tener la más puta gracia.

En resumen, hay que tener un poco de vergüenza torera, y contener los impulsos de pegar tu foto al lado de la de los grandes. La lección a aprender es la siguiente: si vas a plagiar un bit, PLAGIA EL PUTO BIT. No disimules. Cógelo, transcríbelo, y luego te lo follas. Sólo un idiota intenta atracar un banco con una pistola de juguete. Hay que robar como es debido, que los ladrones somos gente honrada.