19 de octubre de 2004

Que alguien nos dé travajo

Alucinado me quedo cuando veo a un colega iniciar sesión en el Messenger con el nick “Que pasa no hay trabajo en España o que? quien lebanta el Pais, ZP?” (sic todo).

La primera pregunta que me hago es ¿cuándo se ha caído el país? La segunda, ¿cómo coño te van a dar trabajo si ni siquiera sabes escribir? Aunque hay que ser realista: hay millones de eficientes trabajadores que habrían escrito esa frase aún peor; incluso algún gobernante habría metido el zueco también, seguramente, por qué no, un ministro o menestra de ZP. Aún así, en esa frase sobran una be y una mayúscula, y faltan dos interrogantes, una coma o dos, cuatro acentos y una uve, y qué quieres que te diga... en mi cabeza esa manera de escribir merece por lo menos un carné de minusválido. Pero la miga del nick no creo que sea ésa.

Desde que ha vuelto el PSOE al gobierno, volvemos todos a estar preocupados con el paro. Han pasado sólo seis meses, y la lógica hace pensar que nada de que lo que haya podido hacer o no hacer este gobierno tenga ya un reflejo en la realidad del INEM. Pero aunque así fuera, las cifras de aumento del paro son más bajas que las del año pasado por estas fechas. Aún así, no recuerdo a nadie que en los 8 años del PP reprochase a Aznar su desempleo. Es más, el entonces ministro Zaplana -¿hay alguien con más rostro que este individuo?- hablaba con satisfacción de la cifra.

Y es que esto del paro es la (no-) táctica de la derecha, la de toda la vida. Ignoro si mi colega es de derechas –algo me hace pensar que ni él lo sabe-, pero con ese nick ha hecho una concesión a esa demagogia que considera que todo va bien mientras la cifra de parados sea baja. ¿Quién no ha escuchado a algún cretino decir que “con Franco por lo menos había trabajo”?. Está claro que los currantes que se iban a Francia y a Alemania a buscarse la vida lo hacían porque les apetecía, para cambiar de aires, ya se sabe, pero dejemos eso a un lado. Lo importante es que la cifra de parados sea baja, aunque lo sea también la calidad del trabajo; es mejor tener trabajo que libertad; antes dinero que cultura; si hay un plato en tu mesa, qué más da la ortografía.

A lo mejor, después de todo, sí que hay un país que lebantar.

18 de octubre de 2004

Manos limpias

Me hablan de un chavalín de 6 años al que aquí llamaré Calvin, que ha desarrollado una habilidad fascinante: es capaz de mear sin tocarse el pito. Por lo visto lo hace siempre; nunca pone una mano sobre su pepinillo. Este artista de la micción se la sujeta con la goma del pantalón y suelta el chorrillo con precisión mayor que los que lo hacemos con la mano. No mancha. No se gotea. No se toca. No le veréis lavarse las manos después. No tiene por qué.

Calvin viene a plantear una solución al problema del desperdicio de agua en el mundo. Son muchos los hectolitros que se malgastan en bares y restaurantes, lavando manos que acaban de sujetar un nabo miccionador. Y es éste un gasto inútil, es el precio que el medio ambiente paga por la mentira de una sociedad estúpida. Hay que ser muy cerdo o muy torpe para tener que lavarse las manos después de mear. Personalmente, cuido mi higiene lo suficiente como para que mi herramienta no sea un invernadero de gérmenes que me obliguen a desinfectar todo lo que toca; esto es, no me ensucio las manos al sacarme la chorra del pantalón. Por otro lado, tampoco soy tan torpe -al menos no en esto- como para perder el control sobre mi propio falo y orinarme en las manos o manchármelas de otra manera al hacer aguas menores.

Lo diré de otra manera: ¿quién de todos vosotros, panda de zangolotinos, se lava las manos después de mear... en casa? No hace falta que lo penséis: ninguno. En casa no hay que fingir. En casa no salimos del evacuatorio ante la mirada de un compañero de trabajo, de un amigo o un extraño que nos pueda tildar de guarretes por no hacer algo que él no hace. En casa podemos ahorrar agua.

Otra cosa que Calvin ilumina con su habilidad es la psique oscura de los curas. Estoy seguro de que el Vaticano pagaría por la patente de semejante invento: una táctica que exonera al sacerdotado de la impiedad de tocarse el cirio, que es algo feo, amén de poco cristiano. Ya se sabe: "aparta este cáliz de mí", ya sea para beber o para lavarme las manos.

Al final es todo lo mismo: la necesidad de engañarse a uno mismo pensando que engaña a los demás, la ilusión de tener las manos limpias.

Oh My Blog!

Pues sí. He caído. La moda me ha vencido, por lo menos de momento. Porque no tengo nada clara la continuidad que le voy a dar a este invento. Sospecho que lo actualizaré a menudo durante unos días, unas semanas, pero después me enfrentaré a la cruel pregunta: ¿alguien lee esto?. Y entonces empezaré a pasar, a olvidarme, unos días, unas semanas, hasta que alguien decida clausurar esto por abandonado y polvoriento.

Por otro lado, sólo basta un paseo por la Red para darse cuenta de la cantidad de gente que se cree interesante e ingeniosa y considera que merece unos cuantos minutos de tu tiempo. Ellos tienen blog. Ellos pescan tus minutos. Mmm, me da la sensación de que para pescar los minutos de alguien hay que sentarse demasiado rato en la orilla, y no sé si quiero.

Vale ya, que esto es un post de prueba.