27 de septiembre de 2008

Humor vs. Comedia (2ª parte)

Previously on !!! ponía el ejemplo de la música española de los 70 para explicar la necesidad que tienen los creativos de reproducir sus influencias al tiempo que se ven reproducidos en ellas, especialmente cuando el medio artístico en el que se mueven es nuevo y/o está poco explorado. Perogrullada: este fenómeno tiene que ver con lo más profundo de nuestra forma de ser y, como cualquier otra de nuestras cualidades, se ve amplificado o reducido por el medio en el que nos desenvolvemos. Si aplican eso a nuestras fronteras... en fin, ya me siguen. Permítanme que abrase con lo de la música un momento. Después de los años de renovar viendo lo que hacían fuera para ir contra lo que entonces era el Sistema, la música en España llegó a lo que se llamó Movida Madrileña, que en mi opinión es como el Ferrán Adriá que de tanto transgredir acaba en la coprofagia.

¿Quién soy yo y a dónde voy?
(¿Quién es él y a dónde va?)
¿De dónde vengo y qué planes tengo?
(¿De dónde viene y qué planes tiene?)
Gran ganga, gran ganga, soy de Teherán
(Gran ganga, gran ganga, él es de Teherán)
¡Calamares por aquí, boquerones por allá!
Aaaaaaah...


Me dirán que eso es comedia, no música. Me dirán que Almodóvar y McNamara eran algún tipo de sátira, y les daré la razón. Se supone que Sé lo que hicisteis también es una sátira, pero mi sensación es que termina convertido en aquello que parodia. Como Torrente. Como el Chiki-Chiki. No los desprecio, al contrario: admiro la maquinaria empresarial que llevan detrás. Querer ganar pasta con uno de esos fenómenos cómico-mediáticos está muy bien, pero tiene el problema de terminar quemando el producto. Del mismo modo que queman a los guionistas de comedia en España, como Santiago Segura quemó las intenciones de su personaje y como el Chiki-Chiki pudiera haber quemado, Eurovisión no lo quiera, al actor que está detrás. ¿Por qué? Porque no son comedia, sino humorismo. ¿Y qué es la comedia? La expresión de pánico que hay en mi cara al teclear esto.

Es casi imposible –y bastante inútil– dar una definición de comedia. Es un mecanismo tan primitivo como el fuego, tan simple y tan complejo a la vez, que podemos divagar acerca de sus características pero en realidad sólo interesa una cosa: si quema o no. Voy a dar una definición, de las miles posibles, y les pido disculpas de antemano por el cumshot intelectual que se les aproxima. Recuerden que hablamos en concreto de la comedia oral, discursiva, la que se ve en la mayoría de los programas de humor y en el stand-up. Atención:

La comedia es el discurso que racionaliza la realidad, la descompone en capas de prioridad, y la devuelve al espectador alterando el orden de las mismas. Aquí tiene el papel higiénico.

El humor, por contra, tiene más que ver con el cómo que con el qué. Humor es un acento, una jeta rara, un chiste de Jaimito. Cuando uno sobreexplota y sobreexpone el humor, sigue funcionando, y si se agota será por hastío del respetable o por suicidio del autor. En cambio, si se hace lo mismo con la comedia, deja de ser graciosa en el acto. Por muy genio que sea Woody Allen, si le ponen a escribir un programa de comedia de dos horas diarias al cabo de los primeros 20 minutos de programa las únicas risas que oirán serán las de su psicoanalista viéndose venir la factura del mes siguiente. Si cogen ustedes a Chiquito de la Calzada, uno de los más grandes cracks del humorismo –fíjense que no he dicho cracks de la comedia–, y le ponen a contar chistes a su manera durante dos horas todos los días, acabará usted hastiado y embrutecido, pero Chiquito será consistente en su trabajo. Tan sólo necesitará unos litros de Redbull.

Ésa es la verdadera tonterida española. Aquí tenemos un sentido del humor envidiable, nos reímos hasta de nuestra puta madre. Tenemos humoristas para aburrir, literalmente, pero cómicos en el sentido estricto ha habido muy pocos. Y los que ha habido han tenido un pie en uno de los géneros históricos sin llegar a lograr una autonomía creativa total: Miguel Gila en su costumbrismo, Tip y Coll en el surrealismo o Martes y Trece con su herencia del entremés, siendo muy grandes los cinco, son buenos ejemplos de esto. Gila en concreto es para mí lo más cercano que hemos tenido al stand-up comedian americano, al menos en las ocasiones en las que nos ha salido natural, sin copiarlo.

De ahí viene esto, ¿recuerdan? El copypaste lastimoso de SLQH a un clásico instantáneo de Sarah Silverman y el equipo de Jimmy Kimmel Live, que por cierto, les reportó un buen par de Emmys. Por supuesto, los chicos de la Sexta no son los únicos carteristas, como comentaba Galahan. Lo que yo digo, e intento quitarle hierro, es que eso es ser español ahora mismo en el mundo de la comedia. Copiamos porque estamos aprendiendo. Éticas difusas y malas artes a un lado.

Así funciona desde hace unos años, cuando gracias a Seinfeld alguien decidió importar el stand-up comedian y lo que trajo fue uno de sus géneros, la comedia observacional, y nos hartamos de escuchar a actores que no eran cómicos hablando de por qué las mujeres van de dos en dos al baño, de cómo responder cuando tu novia te pregunta si le queda bien el vestido, y por supuesto haciéndose la pregunta de por qué no construyen todo el avión del mismo material con el que hacen la caja negra. Pero si se fijan, la comedia observacional es ya por definición un refrito de elementos previos que no requieren un motor creativo propiamente dicho, sino más una capacidad regurgitadora –no lo desprecio, es un talento valiosísimo– que enlaza de alguna manera con la definición pedantesca que les he vomitado más arriba. España es un terreno especialmente propicio para esa hortaliza.

Por poner nombres, piensen en Pablo Motos, a quien descubrimos en El Club de la Comedia como uno de los pocos que desde el principio recitaban su propio material (o se le supone). Ahora vive de cosas como la incapacidad del españolito para pronunciar las letras de canciones (canciones, una vez más, de otra gente) o de plagiar sketches como éste un día y otro también. Otro ejemplo es el de Ángel Martín, un tipo más que competente que sin embargo no parece querer o poder escapar a la referencia previa: en La Noche de Fuentes empezó siendo la tercera entrega de la Trilogía Pánfila que empezó Tonino Guitián y continuó Ramón Arangüena, y ahora vive, directamente, de ser muy gracioso comentando la tele que hacen los demás. El mejor programa de humor que ha habido en años en España, Muchachada Chanante (¿La Hora Nuí?), tiene momentos de brillantez absoluta pero sin salirse de ese marco ibérico: un tercio de dichos momentos tiene que ver con una imitación y otro consiste en hablar con acento gárrulo-manchego.

Lo que les decía: eso es el Humorismo. El triufo del cómo sobre el qué; el refrito, la repetición de esquemas de éxito, los acentos, las muecas, los trompicones; la conexión con la nostalgia y el elemento generacional, que suponen puentes más directos que los trabajos arduos de creación de la Comedia: las grandes sitcoms, la técnica infalible de los monólogos de Johnny Carson, los andamiajes lingüísticos del maestro Carlin o el glorioso Who’s on first? o la maquinaria (por épocas) perfecta de Saturday Night Live. The craft, que le llaman. El Oficio, que entraña una ética profesional, un rigor, un respeto al público, y en especial al trabajo de uno mismo. Eso de lo que aquí andamos sobrados. ¿Recuerdan que en un capítulo de Studio 60 prácticamente sacaban a los abogados de la cama ante la posibilidad no comprobada de haber plagiado material ajeno por accidente? Pues eso.

Humor o Comedia. Decidan ustedes dónde colocar ambos mundos en su esquema de prioridades: son el público, así que tendrán razón. Mi opinión es que mientras los españoles seamos como somos, tendremos mucho humor y muy poca comedia.

23 de septiembre de 2008

!!!


No sé dónde oí que en las relaciones, el gran problema de los hombres es esperar que ellas no cambien nunca, y el gran problema de las mujeres es pretender que nosotros cambiemos.

He aquí una gran lección acerca de las relaciones, por gentileza de Tom Kapinos y su Californication (s02e02):

Él es quien es, mamá. Lo sabías cuando te subiste al coche con nosotros. Si te preocupa haberte equivocado, no es culpa suya. Tienes que quererle por cómo es, no por su potencial.

Dicho por una niña de 15 años. Qué serie.

18 de septiembre de 2008

Almíbar para las orejas

Pasar unos días en mi Pucela natal en época de fiestas me permite desconectar de la capital y descansar de las vacaciones de verano; de paso, me cebo cual gorrino bellotero y voy pensando, de bar en bar, día sí día también, en ir pidiendo hora para un transplante de hígado.

Una de las cosas que suelo hacer allí, en los breves descansos entre comida y comida, es atiborrarme a vídeos musicales en la VH1, donde redescubro one hit wonders como este baladón que todos recordarán, canción arrolladora y al mismo tiempo cursi hasta la diabetes. Y como veo a muchos amigos y conocidos sufrir de esta especie de astenia otoñal que le coge a uno la garganta cuando vuelve a su terruño y se encuentra de morros con los viejos tiempos, pues les pongo unas cuantas canciones, por llamarlas de algún modo, para ahondar en la herida y ver si consigo llevarles al suicidio.

Son aquellas canciones de las que no conozco cosa más cursi y pamplinítica. Vaya por delante que ni me gustan, ni las escucho, igual que usted no ve realitis y siempre se duerme con los documentales de La2, sea de día o de noche. Las cosas claras.

Perdona mi forma de mirarte
No hay nada con lo que compararte
Mirarte me deja sin fuerzas
No quedan palabras que decir

Bien, la calidad por delante. Franki Vallie and The Four Seasons tienen almibareces muy serias. Siempre se ha dicho que tenían tejemanejes con la mafia, así que resulta incomprensible que al entrar la segunda estrofa no estuvieran ya en el fondo del Hudson con unos zapatos de hormigón. To Make My Father Proud tiene tela, y My Eyes Adored You podría matar a su mascota de una subida de azúcar. Pero no hay nada, ni siquiera sus primeros éxitos con coros a-la-castrati, que haya superado el toque festivo, saltarín y happy-happy de Can’t Take My Eyes Off Of You (wtf?). Es tan bonita que me da ganas de sacarme un ojo, pincharlo en un palillo y echármelo en una copa de martini.



Si las baladas de Michael Jackson sonaran en el hilo musical de una granja de terneros, se podría hacer mermelada con su carne. Y sé que a estas alturas todo lo que tenga que ver con este hombre (?) suena a cachondeo, pero si siempre he dicho que alguien debería haberle pegado un tiro como a John Lennon es por una razón: que pudiéramos haberlo conservado en la memoria como el compositor genial que fue, y no como el presidente honorífico del Club de Imitadores de Skeleton.

Tu boca es tan dulce
Mucha gente me malinterpreta
Eso es porque no me conocen en absoluto
Yo sólo quiero tocarte...

I Just Can’t Stop Loving You, si no se la imaginan dedicada a un niño de ocho años, es jodidamente hermosa, tanto que me hace querer besar a Jacko con lengua. La pueden escuchar en este tubo, aunque les advierto que contiene imágenes espeluznantes, como Jacko semidesnudo con alitas de ángel o Jacko en actitud tontorrona con algunas mujeres.

Mi cuerpo es casi tuyo
Tu cuerpo es casi yo
Dos islas que se buscan
Entre la niebla de las dos

Escuchar Si tú eres mi hombre, de Ángela Carrasco, es haberle perdido el miedo al dolor. Y a la gramática española. Sin embargo tiene ese rollito baladón ochentero que, qué quieren que les diga, me recuerda más a las bso’s de las grandes pelis-balada de los ochenta, los Dirty Dancing, Oficial y Caballero y compañía, que a la genuina sensibilidad ibérica. Ustedes dirán si eso es bueno o malo. A mí me da ganas de ser raptado por jihadistas.

Necesito un poco de amor como nunca antes
Te quiero hacer el amor, baby
Me diste un poquito de amor, y he vuelto a por más

Las Spice Girls son fostiables a muchos niveles diferentes, pero 2 Become 1 es una de esas cursiladas que pasarán a los Anales de la Música, si por ello entendemos que serán utilizadas siempre que Elton John se haga desatascar el orto en un camerino de Las Vegas. Esta canción es una golosina, un algodón de azúcar con una producción lujosa y el inextricable encanto de una adolescencia feliz; es estar encerrada en un ropero lleno de peluches de colores, hablando por teléfono durante horas con el chico más guapo de la clase.



Vean el vídeo, está chulo, aunque deberían ejecutar al que trackeó los cromas. Cada vez que sale la rubia pepona noto un fuerte dolor en los dientes, como cuando uno muerde un gofre chungo. Y es entonces cuando quiero ir al dentista y que me cape por accidente.

The Housemartins era un grupo cuyo frontman no sabía si era más beato que comunista, o al revés. Con semejante desconcierto no es difícil comprender que quisieran versionar el Caravan of Love de los Isley Brothers, que era lo más homosexual de que es capaz una banda de afroamericanos, amplificado por el estilo gayetero-engominado de los año(rado)s ochenta. Incluso sus propios fans les mandaron a tomar por el saco, en toda lógica, porque este tema no sólo es un manchurrón blanco en tu solapa, sino que rezuma rancitud de boy scout de 32 años por todos los poros.



El vídeo es inenarrable. Ven a mi carromato obrero, Jesús, y hazme un hombre. Es la plegaria de alguien a quien tocaron más de lo debido en una sacristía. Me hace desear ahogarme en la fosa séptica de un campamento de Nuevas Generaciones del PP.

Vive en mi casa, seré tu refugio
Puedes pagarme con miles de besos
(...)
No tengo mucho equipaje que echarte a los pies
Pero dulces besos tengo para regalar
Allí estaré, y te cubriré.

¡De besos! No hablan de ganadería, malditos degenerados. Rent es un musical maravilloso, pero no deja de ser rock blandito tirando a pop, de modo que no podía evitar caer en algún charco de almíbar, y en Broadway hay unos cuantos. El tema I'll Cover You es uno de ellos. En todo caso, se lo perdonamos a Jonathan Larson, que en paz descanse, en su ataúd lleno de purpurina. Su fugaz pero asombrosa contribución a la gama alta del musical me hace lamentar los tiempos en los que había un gang bang todos los jueves por la noche y uno podía pasarse el resto de la vida preguntándose por qué orificio le entró el sida. Buenos tiempos.

Continuará un día de estos. Si contribuyen con títulos en los comentarios me torturarán, pero serán bien recibidos y puede que los meta en la segunda parte con una inyección de insulina.

2 de septiembre de 2008

Ha muerto Don LaFontaine

El cómico Pablo Francisco tiene un bit muy conocido en el que imita la voz de los trailers made in Hollywood. Sin ponerle nombre, está hablando de Don LaFontaine, que murió ayer a los 68 años, convertido en una institución y dejando atrás un buen carro de horas de cabina y un vacío importante en esa experiencia que es ir al cine en EEUU.



Este tío representa eso de lo que hablamos todo el día en el audiovisual, eso que alimenta tópicos de todos los tamaños, colores y sabores. En Don LaFontaine está resumido ese nosequé que pone un mundo de distancia entre Hollywood y el resto del planeta.

Esa voz era una marca, era una denominación de origen. Esa voz era un mundo.

1 de septiembre de 2008

Reivindicando "Urgencias": los 10 mejores capítulos.

Me llama la atención que en los blogs, foros, cenas y demás tertulias en que machacamos una y otra vez con esta época dorada de las series USA nunca se mencione Urgencias. Parece ocupar algún tipo de segundo plano cualitativo, por detrás de los brillos de otras que han venido después y que han consolidado el fenómeno televisivo que surgió de la biopsia industrial y artística, a puerta cerrada, a las grandes series-cine desde los 70 hasta principios de los 90.

Y es que ésta es la primera de las series que rompieron los esquemas y encontraron una fórmula de éxito meets calidad lo suficientemente holgada como para permitirles todo tipo de filigranas una vez estuvieron asentadas y a salvo de la cancelación. Salió de la alargada sombra de Steven Spielberg, que por aquel entonces tenía una humedad muy grande por Michael Crichton, que contaba en un supuesto guión de telefilm sus experiencias como estudiante de medicina y sus prácticas hospitalarias. Los execs de la NBC no eran los de ahora: ellos dieron luz verde a Frasier y Friends en años consecutivos, e hicieron transformar aquel guión en el piloto de una serie mágica que hay que reivindicar por todos los medios.

Pinche para ampliar y encuentre la coña.

Así que allá va, mi primer top 10, que ya se sabe que si no se postea uno de vez en cuando esto ni es un blog ni es nada. Toménselo como una guía para entrar en esta serie en diez cómodos plazos, descubriendo primero unas cuantas de sus genialidades, y luego todas las demás. Allá va.

10. s14e07. Blackout

Éste es un capítulo fascinante por dos motivos. El primero es que le hace a uno preguntarse cómo carajo se puede mantener el listón tan alto después de catorce temporadas explotando hasta el último recoveco de un formato. El segundo tiene que ver con el estudio de los personajes, y con cómo retener un momento durante ocho temporadas. Blackout, el apagón, es el punto en que toca fondo un personaje, el de Abby Lockhart, ex-enfermera y doctora alcohólica en perpetuo estado de fuga emocional. Hay arcos dramáticos que se cuecen a fuego lento, y éste es uno de ellos. Este capítulo-catarsis –lo serán muchos en esta lista– empieza con Abby huyendo, con su bebé en brazos, en mitad de un apagón catastrófico que es la metáfora perfecta del colapso definitivo de un personaje en su última temporada en la serie, y hacen falta muchas tablas para contarlo encadenando casi una estructura de whodunit (o de shedunwhat?!), cocinada durante ocho años ante nuestros ojos, que consigue que el fundido a negro final sea el verdadero clímax del capítulo. Ahí es nada.

9. s05e16. Middle Of Nowhere

Rara vez se analizan las series desde el más puro pragmatismo de producción, que las más veces es lo que realmente da forma al producto final. Cuando uno le debe una semana de vacaciones a su equipo puede hacer dos cosas: cerrar la serie y esperar sentado al borde de la silla que el mundo no se desmorone en ese rato, o coger a un actor y al equipo indispensable y salir a rodar en exteriores. En Urgencias esto se suele hacer una vez por temporada, y he escogido este capítulo en concreto porque es el más lúdico de todos. No esta metido con calzador ni mucho menos, pero mientras en otras temporadas se usa el hueco para relatar trabajosas transiciones vitales, como un viaje para esparcir las cenizas de un ser querido o la búsqueda angustiada de un hijo desaparecido, en este caso decidieron tirar de personaje estático, puro y duro, y hacer un capítulo que podría resultar perfectamente en un spin-off más que razonable... si no existiera Doctor en Alaska.

Aquí, el Dr. Benton se enfrenta a su contradicción interna de trepa pobre puteado por el color de su piel convertido en cirujano snob y elitista, en un pueblo de mierda llamado LaVerne, Mississipi, en el que tiene que pringar si quiere sacarse un sobresueldo con el que pagar un costoso tratamiento para su hijo. Ponga un elitista negro en el sur y tendrá diversión garantizada.

8. s03e04. Last Call

Dentro de esta lista, éste es uno de los episodios que mejor condensa la tónica general de Urgencias: el costumbrismo heroico, las anécdotas reales interpretadas por el equipo de guionistas-médicos –unos cuantos lo son– y la epopeya de largo recorrido de los protagonistas, que viven, como todos nosotros, revoluciones puntuales y moderados cataclismos vitales.

Hasta este punto sabíamos que el Dr. Ross era un fiestero y un jugón. Aquí llega el momento en que se le cae el pelo y tiene que llevar a la práctica esa máxima inexcusable de Pulp Fiction que dice cuando yo lleve una zorra moribunda a tu casa, seré yo quien le ponga la inyección. Si les apetece pueden ver el arranque aquí, fijándose en lo apropiado de la realización, en esos grandes angulares a punto de macro. Cuando lleguen al 3.45 será suficiente: ya se sentirán tan jodidos como el personaje.



7. s03e14. Whose Appy Now?

Los juegos de palabras en los títulos son frecuentes: el qué apendectomía toca ahora / quién ríe ahora se refiere al día en que el Dr. Benton, tutor de residentes, puteador de novatos y responsable incluso de algún que otro suicidio, se coge una apendicitis de órdago y tiene que ser operado de urgencia por el Dr. Carter, su eterno aprendiz, a quien vimos forjar su carácter de forma maravillosa durante once temporadas.

El otro interés de este capítulo radica en que, casi en un cachondeo metalingüístico parecido a una burla al propio personaje, supone una pausa manifiestamente cómica en una temporada bastante dramática. Además, la artesanía de este guión es capaz de entrelazar en el mismo episodio varias tramas de comedia con una más seria que un infarto, y salir airoso y con nota.

6. s12e13. Body & Soul

Éste es de esos capítulos que al terminar le hacen a uno suspirar de emoción mientras murmura serán cabrones, lo han vuelto a hacer. James Woods estuvo a punto de ganar un Emmy por este capítulo, en el que interpreta a un profesor universitario que ingresa en el hospital para pasar los últimos momentos de una esclerosis lateral amiotrófica que arrastra desde hace años ante los ojos de muchas hornadas de estudiantes. Su proceso degenerativo se nos cuenta en flashbacks de adelante a atrás, para terminar con una revelación que le da sentido a todo, atando el capítulo con una habilidad casi poética. Otra virguería de episodio que puede servir para que usted descubra una serie.


5. s06e14. All In The Family

Para quienes somos fans de Urgencias, David Krumholtz, el protagonista de Numb3rs, siempre estará grabado a fuego en nuestras mentes como Paul Sobriki, el esquizofrénico que acuchillaba al Dr. Carter y a la médico en prácticas Lucy Knight en uno de los cliffhangers más desoladores que se recuerdan. El siguiente es un capítulo agónico en el que todo el personal médico se enfrenta con la fragilidad de la vida de los pacientes... cuando los pacientes son ellos.

Miren el arranque, que termina cuando entra la cabecera, y piensen que esto es jugar con el público. He aquí cómo (mal)tratar a unos cuantos millones de espectadores cuando saben que detrás de una puerta, en un box oscuro y abandonado, están dos de los protagonistas perdiendo la vida gota a gota sin que nadie lo sepa. Observen la llegada tortuosa de la Dra. Weaver desde lejísimos, con esa puerta desangelada en primer término, o el hallazgo del plano general de la habitación desde fuera, con el angelote enfermo como un adorno molesto en un pastel de San Valentín.



El resto del capítulo es un chute de adrenalina de 40 minutos puntuado por dolorosas descargas de desfibrilador. Un capítulo que no desmerece a la tensión y el mareo frenético de la mejor película de acción, con la diferencia de que aquí asistimos a los destinos de personajes en cuyo desarrollo los creadores han invertido años de su tiempo, y del nuestro. No tiene precio el Efecto Richard Fish; recuerdan, el abogado sieso, cínico e imperturbable de Ally McBeal, cuyo abatimiento tras la muerte de Billy resultaba mucho más dramático que el de cualquier otro personaje. Pues bien, si no son fans, en este capítulo conocerán al mítico Dr. Romano, el precursor de House –a quien da más vueltas que la hélice de un helicóptero–. Su sorpresiva involucración emocional en lo que ocurre en este capítulo es más desarmante que la de cualquier otro, y supone una nueva lección de lo que se puede conseguir reteniendo la espita de la olla a presión durante un periodo mucho más largo de lo que cualquier guionista está dispuesto a soportar de antemano.

4. s08e21. On The Beach

Soy consciente de que si ven este capítulo sin haber pasado por las ocho temporadas anteriores es posible que les deje igual que estaban. Quizá no, ya me dirán. Sin embargo creo que no se puede llegar mucho más lejos en cuanto conexión emocional con el espectador. Este capítulo, en el que se cuentan los últimos días de vida del que hasta entonces fue el protagonista de la serie, es una verdadera joya en ese sentido, porque consiste en un relato de relevo generacional –que se reprodujo a muchos niveles en la serie– encarnado por la necesidad de un padre de llegar a despertar la empatía de su hija adolescente mientras ata cabos y se prepara para abandonar este mundo con tranquilidad y resignación. Por el camino, momentos de una belleza sorprendente en este medio, y la noción como espectador, a medida que el capítulo avanza, de que se nos están llevando por delante sin remedio. Con sobriedad, sin aspavientos, la madurez en el arte de la televisión hecha capítulo: a los compases de Israel Kamakawiwo'ole, ningún aficionado a Urgencias se despidió del Dr. Greene sin lágrimas en los ojos.

3. s04e01. Ambush

Nada mejor para celebrar la renovación después de las tres primeras temporadas que un capítulo en directo. Sí, en directo. Grabado a la vieja usanza, como una obra de teatro, saltando entre varias unidades en distintas partes del set, con los miembros del equipo vestidos de personal sanitario por si entraban en cámara, y parando a la señal de corte publicitario. Y recuerden que en lo relativo a la televisión, Estados Unidos tiene dos franjas horarias, una para cada costa. Así que un capítulo en directo ha de hacerse... ¡dos veces!

Para semejante do de pecho –recuerden: el prime time no es ninguna tontería– llamaron al reputado director Thomas Schlamme, que años después sería responsable de ese monumento audiovisual que es el piloto de Studio 60, y se inventaron una excusa que les permitía el margen de maniobra óptimo: un equipo de televisión pasa un día en la planta de urgencias grabando un reportaje en plan reality de lo que allí sucede.

Y hubo gran alborozo.

La cosa fue como la seda. George Clooney quiso repetir la experiencia en Fail Safe, acompañado de nuevo por Noah Wyle, y Urgencias se consolidó como lo que era: una puta obra maestra.

2. s10e02. The Lost

Un día suena el teléfono en Urgencias. Lo coge la chica nueva y recibe la noticia de que el Dr. Kovac, de voluntariado en el Congo después de cinco temporadas en el show, ha fallecido. The Lost es la crónica de dos viajes. Por un lado, Carter recorre el país en jeep siguiendo los pasos del desaparecido para poder repatriar sus restos y enterrar las rencillas en su mala conciencia. Por otro lado, asistimos al viaje de Kovac, a cargo de un hospital de campaña y enfermo de malaria, huyendo de los horrores de la guerra con un puñado de refugiados en los 19 días anteriores a la noticia de su muerte.

Hay dramas que suelen quedarse fuera de los intereses del prime time americano. El de las guerras en África es uno de ellos, pero es la clase de cosa que uno se puede permitir si uno tiene una serie casi intocable –en aquel momento– y cuando la necesidad creativa de ir más lejos se impone a la comodidad de un formato dominado. En este capítulo no hay nada de lo que conforma la identidad de Urgencias como serie. Y sin embargo, no hay un capítulo más acojonante y más Urgencias que éste. Su pulso narrativo está a la altura de los mejores momentos de 24 o Lost, con el mérito de ser un terreno, el del melodrama, que se presta menos a ello. Si no lo he puesto en primer lugar es precisamente porque se sale de los esquemas que definen la serie, pero no es un mal capítulo para entrar en ella por la puerta grande. Masterfuckingpiece.

1.s09e21. When Night Meets Day

Cuando uno es un genio como estos tíos, hace cosas geniales cuando le da la gana y no en otro momento. Seguro que ésta era una idea que les rondaba la cabeza desde hacía tiempo, pero decidieron reservarla para un capítulo especial: el número 200. El día de un eclipse total, cuando la noche se junta con el día, las Urgencias se llenan de tarados que advierten del fin del mundo y otros ejemplares de fauna sociópata. Es el momento que la serie escoge para contarnos en paralelo los dos turnos de una jornada: el de día y el de noche. Los médicos van rotando, pero muchos de los pacientes permanecen, siendo tratados o haciendo horas en la sala de espera.

El guión de este capítulo, firmado y dirigido por Jack Orman, es todo lo alto que se puede llegar en televisión, uno de los momentos gloriosos de las series de las que hablamos sin parar de blog en blog. Tiene el elemento inusual de casi todos los capítulos que menciono en esta lista, pero dentro de la más pura esencia de lo que es esta serie, luciendo al mismo tiempo una calidad técnica y narrativa impresionantes y una capacidad evocadora que muy pocos han conseguido sacarle a ese electrodoméstico que tiene usted en el salón de su casa.

Es la mejor puerta que se me ocurre para que, si es usted de los que no pillaron Urgencias a tiempo, le eche un vistazo. Si viene de admirar las otras seriazas de la nueva ola, debería poder detenerse en ésta, que fue la primera. Este 25 de septiembre empieza su temporada final, la decimoquinta. Están a tiempo de engancharse y ser testigos de un series finale histórico: el de la que inauguró la Nueva Era de las series.