Un bonito cadáver
Seguro que has visto alguna vez a uno de esos joyeros de película que se ponen una especie de microscopio con forma de monóculo y observan una piedra preciosa con la punta de la lengua pegada al labio superior, en gesto de esfuerzo intelectual. Así me siento yo todos los lunes cuando veo Studio 60 on the Sunset Strip.
Hace dos meses, cuando le eché mano al piloto, tuve muy claro que era el mejor primer episodio que había visto jamás. Los diálogos brillantes llenos de chispa y ritmo, los actores acoplados a ellos como un guante, el arranque apoteósico –esos 9 minutos deberían pasarse en bucle en todas las clases de todas las asignaturas de todas las escuelas de cine del mundo– la realización febril, puro malabarismo narrativo para estar a la altura de un guión igual de revolucionado que condensa, en 45 minutos, más lecciones de escritura que todos los libros de guión que he leído en mi vida. Y para rematar, la serie habla de dos productores ejecutivos rompiéndose los cuernos para sacar adelante un programa de televisión. No podría sentirme más identificado. Como digo, no tuve dudas: es el mejor piloto que he visto, y uno de los mejores que se han hecho. En él hay más cine que en la mayor parte de las películas que se han hecho en los últimos 10 años. Los siguientes episodios están a la altura; los guiones son un bólido imposible de mantener dentro de la carretera. Hay que ver los capítulos tres, cuatro, cinco veces para empezar a asimilar los guiños metalingüísticos y los juegos estructurales que proponen los diálogos. Y en qué cantidad. Conocéis la regla de la página por minuto. Los guiones de Studio 60 tienen entre 70 y 80 páginas.
Y es por todo eso que está condenada. Después de ver el sexto capítulo he tenido claro que no va a pasar de los 13 encargados, y si lo hace será para ser cancelada poco después. Su mera existencia demuestra que algo se mueve dentro de la cúpula ejecutiva de NBC, pero las medidas de reestructuración tomadas este año dejan claro que ese camino no está recorrido del todo. Por ejemplo: este año, los ejecutivos de NBC ordenaron un recorte de presupuesto que hizo que el número de episodios de la decimotercera temporada de Urgencias se redujera de 22 a 13.
Paréntesis: Urgencias fue la campeona de la audiencia media en sus segunda, tercera y quinta temporadas. A día de hoy ha perdido más de la mitad de sus espectadores –hablamos de unos 17 millones de personas que ya no están delante de esa tele los jueves por la noche– y es la serie más cara que se ha producido: échale unos 10 millones de dólares por capítulo –date un minuto; siendo español esto es difícil de asimilar–. Por esas razones, Urgencias lleva varios años dando pérdidas. Pero resulta que una serie como ésta siempre ha comprado un prestigio del copón para su cadena, y eso no se paga con dinero. Por eso sigue emitiéndose. Fin del paréntesis.
Metaparéntesis: debido a una inexplicable subida en las audiencias, los ejecutivos han decidido ampliar de nuevo la temporada a 22 episodios... ¡y a lo mejor a 24! Fin del metaparéntesis.
Como digo, algo está cambiando en la cúpula de NBC; lo suficiente para que se tomen medidas interesantes (Studio 60 es una de ellas, y la pseudo-rectificación de Urgencias otra), pero no tanto como para no cometer estupideces como obligar a Lorne Michaels a despedir a tres miembros del reparto de su programa... aunque eso abriría un infierno de metametaparéntesis por el que me odiarías.
Studio 60 nunca tendrá tiempo de ganarse ese respeto. Su vocación irreverente juega en su contra dentro de los muros de la cadena. Pero sobre todo son sus niveles de auto-consciencia y su exaltación de la vida farandulera lo que hará que desaparezca. En la mayor parte de Estados Unidos, Hollywood se ve como una Sodoma de ricos liberales que dedican su tiempo a ir a fundraisers del Partido Demócrata, follar en coca, adoptar bebés africanos y reírse de George Bush. Los protagonistas de Studio 60 ya han hecho algunas de esas cosas, y por si fuese poco, son un retrato severo pero amable de los dos genios creadores: Aaron Sorkin y Thomas Schlamme, dos intelectuales de Hollywood orgullosos de serlo y muy contentos de haberse conocido. Eso en Middletown, Ohio, es un pasaporte a la cancelación.
Las audiencias se van al cuerno. La serie pierde un punto de share por capítulo, y ya le quedan pocos por perder. Sorkin ya debe de estar tramando el series finale para el capítulo trece. El modo en que la cerrará, sea como sea, va a ser el punto final de un párrafo en negrita dentro de la historia de la tele. Perdón por esa frase, ha sido nefasta.
El pack de dvds de la primera y única temporada de Studio 60 va a pesar varios quintales. Algún día serán motivo de estudio y culto para la gente del mundillo. No sé cuántos años hacen falta para eso, pero estoy seguro de que será así. Es lo que ocurre con los mitos sin declive, como Dean o Elvis. Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver. Studio 60 on the Sunset Strip es la Marilyn Monroe de las series.
Editado unos días después: me corrigen. Studio 60 no es Marilyn, sino Bobby Darin. Léalo aquí.