14 de octubre de 2006

1993

En torno a 1993 hubo una especie de renovación en el cine español. Aparecieron Álex de la Iglesia, Juanma Bajo-Ulloa, Julio Médem y Santiago Segura. Belle Epoque se trajo el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, confirmando la buena suerte de los estrábicos hispanos. En adelante y cerrado este colectivo, sólo directores homosexuales ganarían este premio para España.

En 1993, hablando de los Óscar, Drácula de Bram Stoker fue ignorada olímpicamente. Era la mejor película del año con mucha diferencia y seguramente una de las diez mejores que se han hecho. No es que sea muy importante quién ganó, pero podría significar algo que fuese Clint Eastwood, un mal actor que no sabe filmar, y me pegaré con quien haga falta por esto. Sres. Académicos: ¿renovación o folklore? Elegimos western por 200 dólares.

En 1993, el western volvió durante un par de años.

En 1993, el sida llegó al cine y a la Conciencia Global. En Estados Unidos hicieron Philadelphia, y Tom Hanks dejó de ser un actor-de-comedia. En Francia, Cyril Collard había hecho Las Noches Salvajes, peli autobiográfica con mucho éxito y un carro de premios en la gala de los César de ese año. No fue a recogerlos: había muerto de sida la semana anterior.

En 1993 Steven Spielberg, el cineasta más influyente de los 80, hizo dos películas casi al tiempo. Una, una obra maestra madura y tortuosa. Otra, una castaña infantil y tortuosa. Los resultados de crítica le ayudaron a decidir qué hacer con el resto de su carrera. El joven genio había muerto; renacido, un Spielberg workaholizado, que cada año dirige dos películas y produce otras 823. Algunos creen que filma mientras duerme. Ello explicaría lo flojas que son sus pelis desde entonces. Sí. Qué pasa.

En 1993 el mundo conoció al cineasta más influyente de los 90: un friki llamado Quentin Tarantino. Su primera película acababa de ser un hostión en la boca del estómago de Hollywood y tenía a toda la industria alucinada. Algún lumbreras se inventó el Cine Independiente, y el Sistema, excitado, descubrió a Alexandre Rockwell, Allison Anders, Abel Ferrara, Jane Campion, Gregg Araki, y algunos otros. En la actualidad todos se dedican a la hostelería.

En 1993 Oliver Stone dio por terminada su trilogía de Vietnam, quedándose vacío. Entonces se compró uno de los guiones de Tarantino y un año después estrenó Asesinos Natos, una película fundacional en términos de lenguaje que marca un epílogo fascinante en la carrera de su director. Como era de esperar, ningún crítico la entendió y todos se enfadaron mucho. Y sí, he dicho epílogo.

En 1993 los hermanos Ridley y Tony Scott se sometieron a un transplante de talento. Tony dirigió un guión de Tarantino inaugurando su nueva carrera: una racha de pelis potentes hasta 2005. Ridley Scott pasó una temporada vagando por las calles, confuso y desorientado; es en ese periodo cuando se concentró en dar salida a su homosexualidad latente, haciendo Tormenta Blanca, La Teniente O’Neil y Gladiator. Es éste un claro efecto secundario del transplante, como hace ver el propio Tarantino en el análisis de Top Gun que le robó a Roger Avary junto a muchas otras cosas.

En 1993, Woody Allen terminó su separación de Mia Farrow. Entró entonces en una racha maravillosa de películas, que termina cuando se casó... con la hija adoptiva de Mia Farrow. Al parecer, Tarantino no tuvo nada que ver.

En 1993 Johnny Carson, la figura más importante de la televisión norteamericana de todos los tiempos, acababa de retirarse. Los jefes de la cadena habían decidido apostar por la sangre nueva, y Jay Leno se afianzó como su sustituto. David Letterman, el veterano que aspiraba a su puesto, se marchó cabreado a la competencia. Los ejecutivos de NBC se vieron obligados a ir más lejos en su apuesta por la renovación, y le dieron su hueco a un geniecillo de 30 años llamado Conan O’Brien. La rivalidad entre los tres renovó el late-night americano.

Cambios, cambios, cambios.

En 1993 decidí que iba a dedicarme al cine.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En 1993 yo estaba intentando no ser demasiado tonto, no sabía nada de cine y me importaba un carajo quien ganara el Oscar; pero creía, y lo sigo haciendo, que Clint Eastwood está muy sobrevalorado. Y creo que tiene Parkinson, o no ve muy bien de un ojo.

fridwulfa dijo...

Jajajajaja.
Tan claramente expresado todo, tan sucintamente explicado... ¡Tan cierto!

PIANISTA EN UN BURDEL dijo...

Tendré que repasarme el Dracula de Coppola, aunque dudo mucho que me guste más que Unforgiven.

Y ojo, que hay montones de pelis de Clint Eastwood que no tolero. Pero ésta me parece masterpiece 100%.

Por lo demás, opino que le ha quedado a Vd. un post brillante. Brillante e inquietante. Vaya año, y yo con aquellos pelos...

TioVania dijo...

Gracias!

Si todas las películas de Eastwood las hubiese escrito David Webb Peoples, otro gallo nos cantaría.

Anónimo dijo...

El gran cambio en mi llegó al año siguiente, creo.