Cracks de la Comedia (1): Bill Maher
Bill Maher nació en Nueva York en 1956. Sus padres se habían enamorado en mitad de la segunda guerra mundial, donde él era un soldado y ella una enfermera judía. Nunca un fondo tan melodramáticamente tópico había engendrado a un tocapelotas de estas proporciones.
La religión es un desorden neurológico.
Bill pasó sus años universitarios macerándose en diversos tipos de sustancias y metiéndola en todo agujero practicable, hasta que se licenció en 1978. Pronto, el gen hebreo se activó y la comedia tomó el control, llevándole a los circuitos de los comedy clubs neoyorkinos. Poco después, la Gran Manzana se le quedó pequeña. Este post-hippie, peleón y de izquierdas, fue a buscar refugio en el lugar donde poder dejar libres sus inclinaciones vitales. Viajó al oeste buscando ese valle del pecado, ese agujero negro de la moral llamado Los Ángeles. En 1986 hizo su primera aparición en el Tonight Show de Johnny Carson, y ello le puso en el mapa. Después, hizo algunos papeles en películas que no merecen ser mencionadas, y pasó el resto de los 80 cultivando su destreza cómica, su análisis político y varias toneladas de marihuana. En 1992, convertido ya en un yonki de la política, intervino en un especial cómico que cubría las elecciones con las que empezó la era Clinton. Había nacido el verdadero Bill Maher.
Bill Clinton era más excitante que John Kerry incluso bajo anestesia general. Kerry no podría encender al público ni usando napalm.
Hablamos de un comentarista social, profundamente ácido y dialécticamente agresivo. Heredero conceptual de George Carlin, al que se ha referido como su mentor, es un defensor del debate político total, de la discusión amable y en confianza. Lo que le aparta del resto de cómicos políticos –especialmente de Jon Stewart, su versión blanda– es que utiliza esa confianza como herramienta dialéctica. Discutir con Bill Maher implica dejar a un lado el frac y revolcarse en el barro. La polémica es la sal de la vida y la discusión política es el sexo de las mentes. Y como decía Eusebio Poncela en Martín (Hache), hay que follarse a las mentes.
¿Visteis la convención republicana de 2000? La última vez que los republicanos juntaron a tantos negros en un escenario los estaban vendiendo.
En 1994 empezó en ABC su programa Politically Incorrect, en el que Bill sentaba a su alrededor, en un decorado que imitaba la sala de estar de su casa, a cuanto comentarista quiso acercársele. Diferentes periodistas y gentes del espectáculo que colaborarían con él en los años sucesivos lo conocieron y se hicieron amigos suyos en aquel escenario, y estuvieron allí para apoyarle cuando, tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, Maher fue despedido. ¿La razón? Dijo que a los terroristas suicidas se les puede llamar muchas cosas, pero "cobarde" no es una de ellas. Cuando le replicaron desde arriba, lejos de arredrarse, se le ocurrió preguntar en su programa por la responsabilidad americana que subyacía en las ruinas del World Trade Center, e insinuó que habría que hacer un poco de autocrítica acerca de por qué América despierta odios en todo el mundo; se planteó la lección moral que el pueblo americano debía sacar de ese día. Algunos anunciantes amenazaron con retirar su patrocinio y el programa fue cancelado.
Los valores femeninos se han convertido en los valores de América. La sensibilidad es más importante que la verdad; los sentimientos son más importantes que los hechos; el compromiso es más importante que la individualidad; los niños son más importantes que los adultos; la seguridad es más importante que la diversión. Siempre oigo a mujeres decir “los hombres casados viven más”. Y yo les digo: “sí, y un gato doméstico también vive más". No es más que una bola de pelo con el espíritu roto, que se pasa el día mirando por la ventana un mundo que no puede disfrutar, pero sí, la verdad es que vive más tiempo.
Desde entonces compagina sus especiales de stand-up con su programa en HBO, Real Time with Bill Maher, en el que remueve la actualidad política de todas las maneras posibles, y siempre dando su punto de vista único. Y cuando digo único, es único. Bill Maher es un izquierdista recalcitrante. Es un libertario. Ateo hasta la médula y, como es de esperar, incansable azotador de Bush y su estilo de (des)hacer política. Ahí termina lo esperable. Porque al mismo tiempo es partidario de la pena de muerte y defiende la actuación de Israel en El Líbano. Hace apología de la marihuana a la menor ocasión y no tiene problema en ser punching ball de los grupos vociferantes. No importa que sean las asociaciones integristas católicas o las feministas radicales.
El otro día en la tele, sólo una mujer podría haber dicho algo así, y por supuesto todo el mundo fingió que es verdad: dijo que los miembros de una pareja deberían explorar sus “fantasías mutuas”. A ver: no existe eso llamado “fantasía mutua”. Vuestras fantasías nos aburren, y las nuestras os ofenden. Señoras, créanme. No existe una fantasía en la que un apuesto príncipe corre hacia ti a través de una pradera, te coge en sus brazos, te jura amor eterno... y entonces se corre en tu cara. Eso sería una “fantasía mutua”.
Hay algún desaprensivo que ha dicho que Maher debería presentarse a las elecciones. Ésa sería la mejor manera de destruir su encabronamiento crónico, su profundo humanismo, sus ganas de molestar y su perspectiva única, individualista y libérrima. ¿Qué es mejor, un mundo en el que Maher pudiera ser presidente o uno en el que quisiera serlo? Es una pregunta estúpida. El mundo no está preparado para eso. Lo comprobaremos cuando Al Franken se presente a las elecciones –recuerda que lo leíste aquí primero–, y aspire a ser el primer presidente cómico... al menos no en sentido figurado. Entonces algunos recordaremos que en los 90 trabajó escribiendo para Bill Maher.
Os dejo con un bit intraducible. Aunque no pilotéis de inglés, podréis regodearos con un tipo de risa que adoro: la Carcajada Ofendida.
En la siguiente entrega, The Lonely Island.