22 de septiembre de 2006

Cracks de la Comedia (1): Bill Maher

Bill Maher nació en Nueva York en 1956. Sus padres se habían enamorado en mitad de la segunda guerra mundial, donde él era un soldado y ella una enfermera judía. Nunca un fondo tan melodramáticamente tópico había engendrado a un tocapelotas de estas proporciones.

La religión es un desorden neurológico.

Bill pasó sus años universitarios macerándose en diversos tipos de sustancias y metiéndola en todo agujero practicable, hasta que se licenció en 1978. Pronto, el gen hebreo se activó y la comedia tomó el control, llevándole a los circuitos de los comedy clubs neoyorkinos. Poco después, la Gran Manzana se le quedó pequeña. Este post-hippie, peleón y de izquierdas, fue a buscar refugio en el lugar donde poder dejar libres sus inclinaciones vitales. Viajó al oeste buscando ese valle del pecado, ese agujero negro de la moral llamado Los Ángeles. En 1986 hizo su primera aparición en el Tonight Show de Johnny Carson, y ello le puso en el mapa. Después, hizo algunos papeles en películas que no merecen ser mencionadas, y pasó el resto de los 80 cultivando su destreza cómica, su análisis político y varias toneladas de marihuana. En 1992, convertido ya en un yonki de la política, intervino en un especial cómico que cubría las elecciones con las que empezó la era Clinton. Había nacido el verdadero Bill Maher.

Bill Clinton era más excitante que John Kerry incluso bajo anestesia general. Kerry no podría encender al público ni usando napalm.

Hablamos de un comentarista social, profundamente ácido y dialécticamente agresivo. Heredero conceptual de George Carlin, al que se ha referido como su mentor, es un defensor del debate político total, de la discusión amable y en confianza. Lo que le aparta del resto de cómicos políticos –especialmente de Jon Stewart, su versión blanda– es que utiliza esa confianza como herramienta dialéctica. Discutir con Bill Maher implica dejar a un lado el frac y revolcarse en el barro. La polémica es la sal de la vida y la discusión política es el sexo de las mentes. Y como decía Eusebio Poncela en Martín (Hache), hay que follarse a las mentes.

¿Visteis la convención republicana de 2000? La última vez que los republicanos juntaron a tantos negros en un escenario los estaban vendiendo.

En 1994 empezó en ABC su programa Politically Incorrect, en el que Bill sentaba a su alrededor, en un decorado que imitaba la sala de estar de su casa, a cuanto comentarista quiso acercársele. Diferentes periodistas y gentes del espectáculo que colaborarían con él en los años sucesivos lo conocieron y se hicieron amigos suyos en aquel escenario, y estuvieron allí para apoyarle cuando, tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, Maher fue despedido. ¿La razón? Dijo que a los terroristas suicidas se les puede llamar muchas cosas, pero "cobarde" no es una de ellas. Cuando le replicaron desde arriba, lejos de arredrarse, se le ocurrió preguntar en su programa por la responsabilidad americana que subyacía en las ruinas del World Trade Center, e insinuó que habría que hacer un poco de autocrítica acerca de por qué América despierta odios en todo el mundo; se planteó la lección moral que el pueblo americano debía sacar de ese día. Algunos anunciantes amenazaron con retirar su patrocinio y el programa fue cancelado.

Los valores femeninos se han convertido en los valores de América. La sensibilidad es más importante que la verdad; los sentimientos son más importantes que los hechos; el compromiso es más importante que la individualidad; los niños son más importantes que los adultos; la seguridad es más importante que la diversión. Siempre oigo a mujeres decir “los hombres casados viven más”. Y yo les digo: “sí, y un gato doméstico también vive más". No es más que una bola de pelo con el espíritu roto, que se pasa el día mirando por la ventana un mundo que no puede disfrutar, pero sí, la verdad es que vive más tiempo.

Desde entonces compagina sus especiales de stand-up con su programa en HBO, Real Time with Bill Maher, en el que remueve la actualidad política de todas las maneras posibles, y siempre dando su punto de vista único. Y cuando digo único, es único. Bill Maher es un izquierdista recalcitrante. Es un libertario. Ateo hasta la médula y, como es de esperar, incansable azotador de Bush y su estilo de (des)hacer política. Ahí termina lo esperable. Porque al mismo tiempo es partidario de la pena de muerte y defiende la actuación de Israel en El Líbano. Hace apología de la marihuana a la menor ocasión y no tiene problema en ser punching ball de los grupos vociferantes. No importa que sean las asociaciones integristas católicas o las feministas radicales.

El otro día en la tele, sólo una mujer podría haber dicho algo así, y por supuesto todo el mundo fingió que es verdad: dijo que los miembros de una pareja deberían explorar sus “fantasías mutuas”. A ver: no existe eso llamado “fantasía mutua”. Vuestras fantasías nos aburren, y las nuestras os ofenden. Señoras, créanme. No existe una fantasía en la que un apuesto príncipe corre hacia ti a través de una pradera, te coge en sus brazos, te jura amor eterno... y entonces se corre en tu cara. Eso sería una “fantasía mutua”.

Hay algún desaprensivo que ha dicho que Maher debería presentarse a las elecciones. Ésa sería la mejor manera de destruir su encabronamiento crónico, su profundo humanismo, sus ganas de molestar y su perspectiva única, individualista y libérrima. ¿Qué es mejor, un mundo en el que Maher pudiera ser presidente o uno en el que quisiera serlo? Es una pregunta estúpida. El mundo no está preparado para eso. Lo comprobaremos cuando Al Franken se presente a las elecciones –recuerda que lo leíste aquí primero–, y aspire a ser el primer presidente cómico... al menos no en sentido figurado. Entonces algunos recordaremos que en los 90 trabajó escribiendo para Bill Maher.

Os dejo con un bit intraducible. Aunque no pilotéis de inglés, podréis regodearos con un tipo de risa que adoro: la Carcajada Ofendida.



En la siguiente entrega, The Lonely Island.

9 de septiembre de 2006

Pepe Rubianes, actor homosexual y pro-etarra, insulta gravemente a España

Éste es uno de los títulos bajo los que aparece en YouTube el vídeo de Rubianes que tiene a todo el mundo cotilleando estos días. Le he corregido la puntuación y las mayúsculas, que ya se sabe que hay gente a la que no le puedes pedir que redacte como es debido. En descargo del que lo ha escrito diré que por lo menos España estaba con mayúscula. Y mira que me gusta poco meterme a comentar idioteces, más si son las que abarrotan los periódicos y las radios, pero es que ésta me toca la fibra sensible, qué le vamos a hacer. Supongo que igual que a la gente que abre el periódico cada día buscando con qué ofenderse hoy.

En su día colgué un trozo del vídeo bajo el título Amén. No tanto porque estuviese de acuerdo con sus palabras, que también, sino por la admiración que me despertó. ¿Por qué? Porque estoy harto de personalidades públicas, de periodistas, actores, tertulianos, contertulios y demás, de declarantes en definitiva, que hablan más con el monedero, la corbata o la boina que con las tripas. Estoy hasta los huevos de sucedáneos, copón. Por eso agradecí las palabras de este tío, y eso que no me cae especialmente bien. Si rastreáis el blog podréis averiguar qué opinión suele provocarme el intelectual-izquierdista-militante medio, actor para más señas, y esa opinión es mucho más sarcástica si encima lleva un pañuelito al cuello como el jodío perro aquél de Stan Marsh.

Lo que agradezco es que alguien deje de decir lo que se supone que debe decir, y diga lo que tiene que decir. Que hable con las tripas, o con el corazón, me es indiferente. Y no me digas que con lo que hay que hablar es la cabeza, porque te daré la razón. Pero lo cortés no quita lo valiente. Se pueden decir cosas sensatas, medidas con la razón y el sentido común, pero que sean verdad, al menos mi verdad. Cuando oigo la opinión de alguien, un amigo, un conocido, o un tipo al que veo en la tele mientras ceno, no quiero que me diga verdades universales, corregidas por el censor del qué dirán. Quiero que me diga su verdad, razonada e inteligente a ser posible, pero desde luego que sea con todas las letras y sin filtrar. Porque para eso ya estoy yo, que escucharé sus palabras y las valoraré, después de meditarlas, como crea que mejor... Qué carajo, las valoraré como me salga de los cojones, que para estamos en este mundo. Tú dices lo que te dé la gana, y yo opino de ti lo que me dé la gana. Ésa es la idea.

Foucault decía que la ambigüedad desplaza a la autenticidad en todas las cosas, y tenía razón. Y no es que todos los opinadores sean ambiguos, pero sí supeditan su juicio a una serie de máximas de corrección... diré magnánimas, que además de darme auténtico pavor –acaban siendo un instrumento de uniformización peligroso– me tocan la moral por lo mismo que los intelectuales y esa ralea informada: su complejo de superioridad.

Escuchando la tertulia de la SER ha quedado claro que nadie había comprendido realmente las palabras de Rubianes, cosa inexplicable ya de entrada, pero que además habían hecho caso al primer retrasado que, seguramente desde las ondas coperas y similares, haya vociferado en favor de la castración y expulsión de España del actor del fular. Y eso es muy triste, porque significa que, aunque digamos que no, el paso político de este país sí lo marcan los fascistas de toda la vida, los que se ventilaron al Lorca del que Rubianes anda poseído últimamente, y los nietos y bisnietos de aquéllos, que ahora censuran obras de teatro y ponen bombas en el camerino de Leo Bassi. Y lo que más me jode: son esos fachas los únicos que sí parecen estar hablando de corazón con todas sus gilipolleces sobre la desintegración de la Joya de Occidente y la rendición del estado de derecho y la invasión bereber y otros grandes éxitos de Aznar y sus esbirros.

Si Rubianes estaba hablando de una España es de ésa, de la de los próceres, los puritanos y los pantanos, no de la democrática y plural, de la de ahora. Pero nadie se ha enterado. Estamos todos demasiado distraídos con lo estupendamente que hicimos la transición y tal, y se nos han caído los huevos por el camino. Qué desteñidos estamos. Donde antes había rojos –rojo sangre, rojo corazón– ahora hay rosita pálido. El color del talante. Al final va a resultar que Pepe Rubianes es el menos maricón de todos.

4 de septiembre de 2006

Lágrimas de cocodrilo

Este es un post un poco edulcorado, pero qué coño, el tipo lo valía. Steve Irwin, the crocodile hunter, era un zoólogo australiano, un excéntrico, un zumbado entrañable, híbrido de Félix Rodríguez de la Fuente y Cocodrilo Dundee. Un naturalista, pero sobre todo un showman y un tipo realmente divertido.
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Hoy ha muerto, a los 44 años, picado en el corazón por una raya. Con un par.

1 de septiembre de 2006

s03e01

Hoy comienza la tercera temporada de la serie en la que vivo.

Se trata de un drama de una hora sobre la lucha de dos cineastas novatos intentando entrar en el show business de un país en el que no hay show business. Dos jóvenes guionistas/productores/directores, talentosos y buena gente, que se muelen a cornadas contra la realidad en una España audiovisualmente subdesarrollada y en estado de sitio cultural. Dos creativos criados a la teta norteamericana, asombrados por cada nuevo viejo producto, cuyas ideas y formas de trabajar difícilmente encuentran lugar en un país en el que Siete Vidas se considera original y bien escrita. Cada temporada de la serie en la que vivo tiene 24 episodios. Así de raros somos.

En nuestro piloto, un guionista wannabe pasa las horas muertas en su bohardilla compartiendo sueños y aspiraciones con un estudiante de audiovisual en Madrid, post-productor nato, a través de internet. Chatean desde hace un par de años. Ya son amigos, y ni siquiera se conocen en persona. Bienvenidos al siglo XXI.

Un día, el guionista tiene una idea para una serie de animación 3D, y el post-productor ve en ella un filón. Su bagaje como espectador de animación canaliza la tormenta de ideas y confiere a la criatura una entidad única, apasionante, como producto de animación. A partir de ahí, el guionista, el montador, y ese director bicéfalo que ha surgido del messenger inventan una serie llamada, el tiempo lo dirá, a marcar un hito en la televisión española. Con dos cojones.

La temporada avanza, y con un proyecto ya estructurado y en desarrollo, los creativos conocen a un joven productor. Éste queda fascinado por la idea, y parece tener las llaves para abrir algunas puertas al proyecto. La primera de ellas es el animador. Oportunamente –así lo quieren los guionistas de mi vida– el productor acaba de hacer un cortometraje de animación con un crack del 3D. El productor los pone en contacto, dando lugar al equipo central de la serie de nuestras vidas, y cerrando el reparto de protagonistas.

Problemas aparte, los creadores y el animador dan a luz un teaser de dos minutos y medio que deja alucinado a cualquiera que lo ve. En esto consiste el segundo acto de nuestra primera temporada: un proceso fascinante en el que los creativos novatos aprenden más que en todos los años de carrera que el montador ha estudiado y el guionista no. Las reacciones de los primeros espectadores, todas de sorpresa y muy positivas, disipan todas las dudas de los creadores: “chicos, esto no parece español”. Están ante un proyecto sólido y con futuro.

En el último tercio de la temporada, los creadores y el productor deciden asociarse, y empieza el movimiento. El teaser y la biblia del proyecto son presentados en algunas teles. Las subtramas abundan, pero no voy a entrar en ellas ahora. Llega el season finale. Los tres socios presentan el proyecto en un gran emporio de comunicación, gestor de varias cadenas de televisión. En el cliffhanger, suena el teléfono. Es el jefe de ficción de una de ellas. “Queremos vuestra serie”.

Después de un descanso invernal, en todos los sentidos, la segunda temporada arranca con el productor y el animador ganando un Goya al mejor corto de animación, y con las primeras reuniones con la cadena. Gran parte de las exigencias de su departamento de ficción son un jarro de agua helada para los creadores. El entusiasmo de la primera llamada se va enfriando, y llega el choque de posiciones. La discusión con los pseudo-jefes se prolonga durante meses, a pesar de no existir aún ningún contrato. Tras varias concesiones por ambas partes, se llega a un punto en común y el departamento de ficción da luz verde a la serie.

Entonces llega el primer parón. Alguien de finanzas bloquea el desarrollo. Es una producción muy exigente, y los responsables son demasiado bisoños. Quizá es eso, o puede que su interés sea valorar el potencial de negocio del producto, ya a simple vista muy alto, y, una vez analizado, desplegar la estrategia de aproximación de la gran empresa. En otras palabras: necesitan saber cuánta sangre tienen los creadores, y el mejor lugar por donde sacársela.

La decisión más importante es la de mandar la serie al mercado internacional, concretamente al MIPTV de Cannes. El guionista es el elegido por el productor para representar la serie en las aguas de la Costa Azul, que en esa semana en concreto están infestadas de tiburones. Tiburones con traje y corbata: una lista imponente de candidatos a plagiadores del proyecto, o así los ven nuestros protagonistas. Tras el viaje y la paranoia –puede que un capítulo doble– llega el silencio. Meses de stand by oficial, pero en los que el proyecto crece con ganas, floreciendo un universo rico y prometedor consumido por la tardanza de los que deciden.

De nuevo dejaré a un lado las subtramas para llegar al tercer bloque de la temporada, en el que los tres socios reciben la confirmación de las intenciones de la empresa: se pone un contrato encima de la mesa. Comienzan las negociaciones empresariales y se concretan las primeras fases del proyecto en común. El arranque de la producción de la serie empieza a tomar forma. En el season finale de la segunda temporada, el padre de uno de los creadores muere repentinamente.

Hasta aquí, la parte de la serie de nuestra vida emitida hasta ahora. Renovada, este septiembre empieza la tercera temporada. No hace falta que diga que no sé a dónde nos llevará, aunque espero que sea a buen puerto. La muerte del padre del co-creador promete afectar profundamente al proyecto; se plantean serios cambios derivados de ella. El arco de temporada del personaje promete ser muy interesante: una historia de maduración, de crecimiento personal, amarga pero hermosa. Y por encima de todo, ese aprendizaje vital y profesional extendido a todas las personas que forman parte de la serie dentro de la serie.

Por el momento, para los primeros capítulos, he aquí un teaser: las reuniones con los abogados, la redacción de un contra-contrato más equilibrado, la dura negociación con la gran empresa, la firma de la serie y el arranque de la producción.

Tercera temporada, episodio uno. Va a ser interesante.