Los cinco deditos del anglo-catetismo periodístico
El meñique, alfeñique de una agencia de prensa, fue a una rueda de ídem veraniega en la que se mencionó que el bebé, de origen marroquí, se llamaba Rayán.
El anular, un jodido ignorante que no leía libros pero tenía dos carreras y un máster, transmitió el dato sin ponerle el acento: Rayan.
El corazón, director de un programa radiofónico, sí leía libros, pero como lo más que conocía de Marruecos eran los porros y la verja, pronunció el nombre tal cual lo leyó: [ráyan]
El subnormal del índice, que en realidad eran miles y se dedicaban a cortapegar lo que oían (no escuchaban) en otros medios, dio por hecho que hay marroquíes anglófilos que se llaman Ryan y lo metió en un titular de portada.
Y el pulgar que se suponía que era el filtro pero estaba obeso de tocarse los huevos, dejó que ese titular se publicara. Era el responsable de los becarios, ¡pero como si no!
Total, era verano.
Todo el año.