Hoy toca hablar de tres nerdos del quince. Si estás leyendo esto, seguramente seas de la misma calaña que ellos y que yo. Iban a cinemaratones y se pasaron la adolescencia haciendo el capullo delante y detrás de una cámara de vídeo. Ahora son amigos y residentes en Nueva York, y se meten cinco cifras largas al mes. Bienvenido a tu anti-vida.
Crecieron en Berkeley, California, en buenas y hebreas familias. Se conocieron en el instituto y en seguida se liaron la cámara a la cabeza; llegado el siglo nuevo, cuando rondaban los 24 años –la edad en la que el sentido común debería haberles reconducido– hicieron su primer intento de sitcom bajo el nombre The Lonely Island.
Andy Samberg da la cara por los tres en su primera temporada como miembro fijo del reparto de Saturday Night Live.
Akiva Schaffer es el director. Realiza y edita todas las piezas, y se está abriendo camino en el mundo del videoclip.
Jorma Taccone tiene vocación musical. Compone, arregla, produce y mezcla, y un día de estos la va a preparar. Puede que sea el culpable de este post.
Un día, Kiefer Sutherland conducía tranquilamente por Olympic Blvd., Los Ángeles, y algo le llamó la atención: en la acera, una anciana estaba siendo apaleada con vileza por dos tipos. Paró el coche y bajó de un salto dispuesto a darles un par de aspirinas de la casa Bauer. Cuando saltó sobre uno de ellos, la pobre mujer se levantó del suelo y le atizó con el bolso. Era otro indeseable, vestido de vieja, y los tres señalaban a la cámara que había en la acera de enfrente. El mejor cameo de la Historia:
Unos años después, los isleros solitarios consiguieron firmar un piloto para MTV, pero fue rechazado; les salió otro en la FOX, un programa de sketches de media hora. También pasaron de ellos (merecidamente), y en verano de 2005 les bajó a ver la Virgen encarnada en el cuerpo de un productor judío y neoyorkino llamado Lorne Michaels. De inmediato los contrató, y los tres pasaron a formar parte del staff de SNL; Samberg metió el pie en la puerta como featured player.
Lo primero que hicieron fue inventarse un segmento llamado An SNL Digital Short, en el que dar rienda suelta a su vocación de cortometrajistas callejeros. Se juntaron con Chris Parnell, se echaron al hombro una mochila llena de magdalenas y crearon un clásico instantáneo llamado Lazy Sunday. Para hacerse una idea de su impacto en el universo digital no hay más que ver la lista de intentos de remake, versiones y referencias en Youtube. A las pocas horas de emitirse ya estaba alojado allí –ahora eso es normal, pero hablamos del 17 de diciembre de 2005, hace mucho tiempo en años tuberos– y llegó a tener algún millón de visitas en muy pocos días, antes de que los avispados ejecutivos de la NBC lo hicieron retirar, no fuera a ser que sirviese de publicidad gratuita para su programa y levantara la audiencia.
Habían tocado una vena. Hicieron varias piezas con muy buen nivel, pero gracias a la contribución de Jorma Taccone, los cortos musicales fueron la estrella; a Las Cróni(¿qué?)cas de Narnia le siguieron un rock sobre la juventud de Chuck Norris y un rap mitiquísimo con Natalie Portman convertida en un sosegado modelo de conducta para la infancia.
Editado: los subtítulos rojos no forman parte del original, pero sin ellos NBC Universal habría hecho retirar este tubo, igual que las otras 120 veces que alguien lo ha subido. Chorradas del copyright.
Como no podía ser de otra manera, Samberg ha sido ascendido este año al reparto fijo del programa, y los colegas Schaffer y Taccone siguen concibiendo los cortos digitales con él y con otros guionistas del staff. No quiero pensar en el aumento de sueldo, o me deprimiré. Además, el maligno Dr. Michaels les ha producido su primer largo, escrito por los tres figuras con la ayuda de Pam Brady, guionista que les enlaza, por arte de magia, con la factoría South Park. Peligro.
Y ésta es la última crackada del trío, esta vez en colaboración con Justino Timberlake, otro jugón. Tomen nota para Navidad:
Tengo una agenda que mientras siga siendo la agenda, es la agenda y, cuando deje de serlo, lo es.
Mariano Rajoy.
Me gustan mucho los niños... Me gustan mucho los niños, me gustaría haber tenido más niños y me gusta que la gente tenga niños; es muy importante que haya niños, son muy importantes los niños, y es muy importante saber que en España nacen muy pocos niños ahora, y que tienen que nacer más niños.
José María Aznar.
Para ser de izquierdas hay que ser rico; si no, no te lo puedes permitir.
Ya sabíamos que este chico tenía algún problema. En 1989 rechazó volver a hacer de George McFly en Regreso al Futuro 2, porque le parecía un trabajo insulso y poco gratificante para su carrera de actor de arte y ensayo. Ya se sabe, aquello del “cine comercial” contra El Cine. Chorradas. Ironía: la película nunca hubiese sido tan buena si Crispin hubiese aceptado hacerla.
En esta tediosa entrevista, el hombre se muestra muy sorprendido con el momento actual de su carrera. Él, que pasó toda la década de los noventa comiéndose los mocos a la espera de papeles sugerentes en pelis vanguardistas y teatrejos experimentales. Él, que sólo conseguía papelillos insignificantes en películas que parecían llamadas a convertirse en clásicos contemporáneos y de culto festivalero, cine de autor con Foley, Boorman, Lynch, Hallström y Van Sant en películas de las que no se acuerdan ni ellos. Él, que acabó en Misión Explosiva para poder comerse un bocata de salami cerca de una tía buena.
Con el nuevo milenio hizo de tripas corazón, se resignó a hacer cine (puagh) comercial, y aceptó el raromalo de Los Ángeles de Charlie. Es más, ¡hizo la secuela, de la que pasó hasta Bill Murray! Eso es estar muy jodido. Y ahora le llama la atención que desde que recogió el plumaje, resignado, aceptando el Sistema, los papeles que le ofrecen son mucho más interesantes. Hasta Zemeckis, al que hace 17 años dijo que no, le ha vuelto a llamar para Beowulf. Y él no da crédito.
Crispin está en esa onda que considera el cine comercial una tienda de empeños llena de almas a precio de saldo, como si la esencia del medio fuese el Arte sublime, el discurso trascendente y la realización personal. El cine como elite. ¿En qué momento dejó de ser un espectáculo de circo para convertirse en la nata montada del siglo XX?
Lo que me he encontrado en libreXpresion.org me ha puesto una sonrisa en la cara. Sería tedioso linkar la cadena completa, así que copio dos de los comentarios a un post sobre la obra Me Cago en Dios. El usuario hirunatan dice haber encontrado por ahí una esplendorosa lista de salvajadas:
“Me cago en la Virgen puta y hasta en el corazón de Cristo”.
“Me cago en el puto niño Diosssssss”.
“Me cago en Dios, en España y me sobra mierda para hacer un castillo”.
“Me cago en Dios, en la Virgen y en todos los santos puestos en fila. ¡Y que Dios me perdone si me dejo alguno!”
“Me cago en Dios, en Buda y en las pelotas de Mahoma”. Lo que se dice ecuménico.
“Me cago en Dios y en el Copón Bendito”.
“Me cago en las tetas de la virgen para que el niño mame mierda”.
“Me cago en los 18”. Así oído suena suave, pero cuando a mi enfadado amigo le pregunté qué era (le habían rayado el coche con unas llaves), me explicó que se cagaba en los 12 apóstoles, los 4 evangelistas, en Dios y en su puta madre.
No sé si conocéis la Semana Santa de Sevilla... pero seguro que habéis oído hablar de la Macarena. Pues imaginaos una avenida llena de gente y esa imagen avanzando entre las cabezas. De pronto, en medio de la masa entregada al fervor religioso, se escucha: “Me cago en Dios... ¡Qué guapa ere!”. Era a la Virgen, claro.
Canción navideña: “me cago en el año nuevo, me cago en el año viejo, me cago en el arbolito y me cago en ti”.
“Me cago en tu dios”.
“Me cago en Dios y me limpio en las bragas de la virgen”.
“Me cago en los cuernos de Cristo”.
“Me cago en Dios y me llevo dos”.
... ¿qué me caerá encima después de esto?
Más abajo, el usuario Rawsock especula:
Por otra parte, me expliquen cómo cojones se caga uno sobre un ser inmaterial, omnisciente, omnipotente y omnipresente. Porque si Dios es inmaterial, nuestras defecaciones lo atravesarían sin hacerle daño alguno. El ser humano debería tener diarreas adimensionales con la misma longitud de onda que él para poder siquiera salpicarlo.
Pero supongamos por un momento que el ser humano puede cagar mierda adimensional. Y claro, si Dios es omnisciente, sabría desde la noche de los tiempos que alguien se iba a bajar los pantalones y plantar un pino en su coronilla. Es decir, Dios es capaz de esquivar zurullos como Neo.
Pero supongamos por un momento que el ser humano puede cagar mierda a velocidades que superan la de la luz. Entonces los troncos viajarían en el tiempo. Y Dios se encontraría en la cara heces que vienen de muchos siglos adelante, también llamadas Cagadas Futuras.
Sin embargo, dada la omnipotencia de Dios, podría parar las turdas como Neo en Matrix Reloaded. Incluso devolverlas por el continuo espacio-tiempo a sus defecadores originales.
¿Pero no nos enseñaron los jesuitas que Dios está en todas partes? Es decir: aunque Dios puede controlar la maldad y el terror como Koji Kabuto, su omnipresencia le hace tragarse todas las mierdas. Ya pueden ser reales o adimensionales. Dado el principio de omnipresencia, toda la plasta marrón que sale de todos los anos, tanto humanos como aliens, de todos los universos paralelos posibles, va a parar a la roñosa túnica de nuestro hacedor. Esto crea una paradoja con el principio de omnipotencia.
Por lo tanto, podemos llegar a dos posibles hipótesis: o bien Dios no existe o es un coprófago.
Espero que haya servido para iros metiendo por ahí el espíritu navideño. Por lo menos el mío.
No es por ensañarme con las distribuidoras, pero me he acordado de esto para rematar el ataque del post anterior. Puede que fuese culpa de otro, pero seamos sinceros: son los sospechosos habituales. No acusaría a la distribuidora, Buena Vista en este caso, si no fuese por un motivo: el efecto.
Tanto en FOX como en TVE (otra razón para sospechar), los capítulos 1.09 y 1.10 se emitieron intercambiados. En el final del 1.08, Sayid abandona la playa, lleno de mala conciencia por haber torturado a Sawyer, y se va por ahí a hacer un poco de redención dramática. El siguiente capítulo, Solitario, empieza con él sentado en otra playa, y descubriendo un cable que se adentra en la isla desde el mar. Lo que sigue es una trampa, Rousseau, flashbacks de la Guerra del Golfo y voces en la selva. Smash cut to:
Criado por otro, el 1.10, va de Claire. Al final, Sayid aparece en la cueva hecho unos zorros y diciendo que ha encontrado a la francesa: “no estamos solos”. Después, un cliffhanger con Ethan. ¿Recuerdan?
Mi teoría de fiscal del distrito es la siguiente: algún lumbreras en Buena Vista España pensó en cómo mola cuando te dan la solución y después te plantean el problema. En Lost lo hacen todo el tiempo, y el flashback como recurso narrativo es un vergel para eso. “¿Y si Sayid apareciese de repente, y en el siguiente se contara qué pasó con él?” Quién sabe. A lo mejor se bajó los episodios intercambiados, y pensó que molaban más así, que creaban un efecto chulo.
El delito: en España, el octavo de Lost termina con Sayid yéndose de la playa todo hecho polvo el hombre. Fundido a negro. Pum. Siguiente episodio: Claire. Al final, Sayid reaparece magullado. Un capítulo más tarde (en realidad en el anterior), se cuenta lo que pasó con él mientras estaba reperdido. Un flashback donde antes no lo había. No me digan que no es brillante.
Así, el creativo frustrado pone su marca al producto y siente que ha hecho algo, su granito de arena. Me recuerda a una maravilla de Les Luthiers, que casualmente habla de un "adelantado": “Fundó Caracas, dice. ‘Acertó a fundarla...’ Y tanto acertó, que la fundó en pleno centro de Caracas... ¡que ya estaba fundada! Y él no lo vio”.
Estoy pensando en organizar un Proyecto Mayhem contra las distribuidoras. Hace tiempo que casi sólo veo cine y televisión bajados de internet, y ellos son la principal razón. Hace unos años, podía querer esperar a ver una película doblada; hoy en día, el doblaje es casi siempre una cagada, por culpa de los ritmos suicidas, de su despreocupación crónica por el material que distribuyen, y de los favoritismos de pueblo que anteponen el amigo o el amante al buen profesional. Me cansé de esperarles, viendo cómo tenían Beyond The Sea metida en un cajón durante dos años sin tener ni puñetera idea de qué marketing hacerle, y así con otras muchas. Acabé harto de su necesidad imbécil de retocar títulos, como si supiesen algo que los creadores no sabían. Sigo sin entender por qué piensan que un título terminado en ... como puedas lleva a la gente al cine, o que “Ratónpolis” es un nombre decente en un momento en el que con Pixar y Aardman disfrutan más los adultos que sus niños.
El mundo del cine –eso incluye las series americanas– es una sucesión de cribas. Por supuesto, hay insectos que terminan en la ensalada y pepitas de oro que caen al río con el resto del barro, pero por lo general uno termina donde puede, que es donde debe terminar.
En la línea de salida todos son directores. Los más tímidos aspiran a escribir guiones, pero nadie baja de ahí. Hay que ser rarito para empezar tu época de wannabe queriendo ser eléctrico, script o siquiera diseñador de producción. (A los actores los dejo fuera de esta carrera: ellos se conforman con que alguien les mire). Es ahí donde empieza una carrera cuesta abajo en la que los más talentosos y afortunados van encontrando un hueco en las distintas artesanías. Les siguen los que no lo consiguieron, que van llenando las partes medias de la pirámide a medida que van reformulando sus aspiraciones –no necesariamente por incapacidad en las demás disciplinas– y resolviendo dedicarse al montaje o la producción. Al final, abajo del todo, la gente que se va rindiendo se dedica a otros trabajos dentro de la industria; nada malo en ellos, salvo la decepción de quien (si ése es el caso) aspiraba a algo distinto.
Esa extraña conquista del Oeste termina cuando llegan los que no han tenido el talento, iniciativa, carisma, huevos, o lo que sea que haga falta para hacer lo que uno quiere en este negocio (ojalá lo supiera), los que aún no han conseguido encontrar su sitio. ¿Conocen ese concurso en el que una turba de ingleses rueda colina abajo persiguiendo un queso? Pues lo mismo.
De esa forma, los concursantes llegan a la base de esa pirámide alimenticia, en la que los de abajo viven de la creatividad de los que están más arriba. Aquí es donde encontramos a mis queridos críticos y periodistas especializados, que obtienen su sustento, tanto financiero como espiritual, de los restos que caen de más arriba, de la zona en la que se fabrican las cosas.
¿Y quién vive en el fangal que rodea la montaña? ¿Quién vive a costa, incluso, de los críticos y los periodistas? Las distribuidoras, que necesitan a los boyeros, los pumares, los loqueyotedigas y ahora también los telediarios para tener la repercusión que ellos, negados entre negados, no son capaces de dar a sus estrenos.
A principios de este año estuve en una reunión en una distribuidora que también suele financiar coproducciones internacionales. En los preliminares, antes de entrar en materia, hablamos de las películas que estaban en cartel. Surgió Buenas noches y buena suerte, que en aquel momento llevaba poco tiempo estrenada y estaba funcionando como un tiro. El jefe de la distribuidora dijo: “ésa nos la ofrecieron a nosotros”. Yo, ingenuo como soy, pregunté: “¿distribuirla?”
“No. Co-producirla. Pero pasé”.
Pasó.
“¿Po... por qué?”
“Me pareció muy localista. No le vi futuro a una historia tan americana. ¿Quién sabe aquí quién era McCarthy?”
Lo que retrataba a este individuo de forma tan palmaria no es que hubiese pasado olímpicamente de formar parte de una de las pelis más prestigiosas y taquilleras del año, y además por una razón tan estúpida. Faltaba un mes para los Óscar, y George Clooney se lo estaba llevando crudo con su película. Lo que retrató al individuo fue que tuviese el cuajo para contarlo. Como si fuera una decisión de la que estar satisfecho, o ni siquiera: como si fuese una de esas "cosas que pasan". Como si no hubiese razones más pequeñas por las que tirarse por la ventana de su despacho.
El hombre se había dado la respuesta equivocada. A la pregunta “quién sabe aquí quién era McCarthy” debería haberse respondido: “yo”. Y después, haberse hecho la pregunta que toda persona del mundo del cine debería hacerse cada día al acostarse: “¿es el público más listo o más tonto que yo?”. Ahí es donde la cagó.
Fruto de esa imbecilidad es el funcionamiento desastroso de las distribuidoras. De ese fango mental salen todas las patochadas que, por uno de los milagros de las metáforas rebuscadas, acaban influyendo en la forma de trabajar de los directores, productores y guionistas que tienen sus chalés y sus bemeúves en las tierras más altas de la montaña por la que rueda el queso.
Algo me dice que el queso es el público, pero es tarde y necesito dormir.
En Perú hay alguien muy confundido que buscaba “vania macizas” y ha terminado aquí.
En Venezuela, supongo que es una mujer quien se interesa por los “protagonistas serie prison break desnudos”; como siempre, el hombre es más directo, y busca “cachondas encima del falo”.
En Bolivia quieren ver al “actor antonio banderas mostrando su pene”.
En Perú son “imágenes de nacho vidal en calzoncillos”; espero que sea estudiante de veterinaria el que busca “falo del gallo”.
En Chile parecen interesados en la trigonometría –y son unos cuantos los que han entrado por la misma puerta–, pero conociendo a sus vecinos tenemos que pensar mal cuando buscan “ley del seno”.
En México, alguien se pregunta “qué significa soñar que crío cocodrilos”; otro busca un “análisis de tormenta blanca”, que no sería llamativo si no fuese porque viene de la Secretaría de Asuntos Exteriores del gobierno (?).
En Argentina el psicoanálisis es grande: “interpretación de los sueños soñar con hostias”. Se ve que la tensión racial también lo es, y uno ha googleado “un moro me folló el culo”.
NBC ha encargado otros nueve episodios de Studio 60 on the Sunset Strip, ampliándola a una temporada regular de 22 capítulos. Es una gran noticia, y me alegro de haberla cagado en mis predicciones del post anterior. En mi defensa diré que es difícil calibrar hasta qué punto están espabilando los jackrudolphs del mundo real, y a qué altura del puente destartalado pisarán una tabla podrida y se irán a tomar por el culo al río lleno de cocodrilos.
El socio thehardmenpath hizo uno de sus brillantes comentarios al post en cuestión. Donde yo decía que Studio 60 era la Marilyn Monroe de las series, él corrige: Studio 60 es el Bobby Darin de las series. Me parece una analogía tan acojonante que voy a dejar por escrito algunas de sus implicaciones:
1.- Studio 60 tiene un coeficiente intelectual muy por encima de la media.
2.- Studio 60 tendrá grandes referencias a Europa en sus inicios. Más adelante, sus temas se acercarán al folk americano, y su discurso político se amplificará.
3.- Studio 60 hablará bastante de la guerra (de Irak, en su caso) y dejará clara su alineación con quienes se oponen a ella.
4.- Studio 60 hará campaña por un candidato a la presidencia que será asesinado. Es probable que se trate de un Kennedy.
5.- Studio 60 vivirá siempre al borde de la cancelación, arrastrando un precario estado de salud que le impedirá dar todo su potencial.
6.- Studio 60 coincidirá con otra serie extremadamente similar, aunque esta otra tendrá mucho más éxito. Studio 60 siempre vivirá a su sombra, a pesar de tener mucho más talento.
7.- Studio 60 será mucho más reconocida una vez cancelada que durante su tiempo.
8.- Tina Fey es Frank Sinatra. De ello se deduce que:
..........8a.- Alec Baldwin es Dean Martin.
..........8b.- Tracy Morgan es Sammy Davis, Jr.
..........8c.- Conan O’Brien es Johnny Carson.
9.- Había gente que no pensaba que Bobby Darin fuese a sobrevivir al primer disco. Y, por suerte, se equivocaban.
10.- Dentro de unas décadas, Kevin Spacey hará una película sobre Studio 60.
Seguro que has visto alguna vez a uno de esos joyeros de película que se ponen una especie de microscopio con forma de monóculo y observan una piedra preciosa con la punta de la lengua pegada al labio superior, en gesto de esfuerzo intelectual. Así me siento yo todos los lunes cuando veo Studio 60 on the Sunset Strip. Hace dos meses, cuando le eché mano al piloto, tuve muy claro que era el mejor primer episodio que había visto jamás. Los diálogos brillantes llenos de chispa y ritmo, los actores acoplados a ellos como un guante, el arranque apoteósico –esos 9 minutos deberían pasarse en bucle en todas las clases de todas las asignaturas de todas las escuelas de cine del mundo– la realización febril, puro malabarismo narrativo para estar a la altura de un guión igual de revolucionado que condensa, en 45 minutos, más lecciones de escritura que todos los libros de guión que he leído en mi vida. Y para rematar, la serie habla de dos productores ejecutivos rompiéndose los cuernos para sacar adelante un programa de televisión. No podría sentirme más identificado. Como digo, no tuve dudas: es el mejor piloto que he visto, y uno de los mejores que se han hecho. En él hay más cine que en la mayor parte de las películas que se han hecho en los últimos 10 años. Los siguientes episodios están a la altura; los guiones son un bólido imposible de mantener dentro de la carretera. Hay que ver los capítulos tres, cuatro, cinco veces para empezar a asimilar los guiños metalingüísticos y los juegos estructurales que proponen los diálogos. Y en qué cantidad. Conocéis la regla de la página por minuto. Los guiones de Studio 60 tienen entre 70 y 80 páginas.
Y es por todo eso que está condenada. Después de ver el sexto capítulo he tenido claro que no va a pasar de los 13 encargados, y si lo hace será para ser cancelada poco después. Su mera existencia demuestra que algo se mueve dentro de la cúpula ejecutiva de NBC, pero las medidas de reestructuración tomadas este año dejan claro que ese camino no está recorrido del todo. Por ejemplo: este año, los ejecutivos de NBC ordenaron un recorte de presupuesto que hizo que el número de episodios de la decimotercera temporada de Urgencias se redujera de 22 a 13.
Paréntesis: Urgencias fue la campeona de la audiencia media en sus segunda, tercera y quinta temporadas. A día de hoy ha perdido más de la mitad de sus espectadores –hablamos de unos 17 millones de personas que ya no están delante de esa tele los jueves por la noche– y es la serie más cara que se ha producido: échale unos 10 millones de dólares por capítulo –date un minuto; siendo español esto es difícil de asimilar–. Por esas razones, Urgencias lleva varios años dando pérdidas. Pero resulta que una serie como ésta siempre ha comprado un prestigio del copón para su cadena, y eso no se paga con dinero. Por eso sigue emitiéndose. Fin del paréntesis.
Metaparéntesis: debido a una inexplicable subida en las audiencias, los ejecutivos han decidido ampliar de nuevo la temporada a 22 episodios... ¡y a lo mejor a 24! Fin del metaparéntesis.
Como digo, algo está cambiando en la cúpula de NBC; lo suficiente para que se tomen medidas interesantes (Studio 60 es una de ellas, y la pseudo-rectificación de Urgencias otra), pero no tanto como para no cometer estupideces como obligar a Lorne Michaels a despedir a tres miembros del reparto de su programa... aunque eso abriría un infierno de metametaparéntesis por el que me odiarías.
Studio 60 nunca tendrá tiempo de ganarse ese respeto. Su vocación irreverente juega en su contra dentro de los muros de la cadena. Pero sobre todo son sus niveles de auto-consciencia y su exaltación de la vida farandulera lo que hará que desaparezca. En la mayor parte de Estados Unidos, Hollywood se ve como una Sodoma de ricos liberales que dedican su tiempo a ir a fundraisers del Partido Demócrata, follar en coca, adoptar bebés africanos y reírse de George Bush. Los protagonistas de Studio 60 ya han hecho algunas de esas cosas, y por si fuese poco, son un retrato severo pero amable de los dos genios creadores: Aaron Sorkin y Thomas Schlamme, dos intelectuales de Hollywood orgullosos de serlo y muy contentos de haberse conocido. Eso en Middletown, Ohio, es un pasaporte a la cancelación.
Las audiencias se van al cuerno. La serie pierde un punto de share por capítulo, y ya le quedan pocos por perder. Sorkin ya debe de estar tramando el series finale para el capítulo trece. El modo en que la cerrará, sea como sea, va a ser el punto final de un párrafo en negrita dentro de la historia de la tele. Perdón por esa frase, ha sido nefasta.
El pack de dvds de la primera y única temporada de Studio 60 va a pesar varios quintales. Algún día serán motivo de estudio y culto para la gente del mundillo. No sé cuántos años hacen falta para eso, pero estoy seguro de que será así. Es lo que ocurre con los mitos sin declive, como Dean o Elvis. Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver. Studio 60 on the Sunset Strip es la Marilyn Monroe de las series.
Editado unos días después: me corrigen. Studio 60 no es Marilyn, sino Bobby Darin. Léalo aquí.
Una empresa italiana interesada en hacer cierto negocio con nosotros me manda un emilio promocional para que veamos qué nivel. En él hay varias cosas, entre ellas una galería de gente a la que representan:
30 Rock, la nueva serie de Tina Fey –de la que estoy perdidamente enamorado–, cuenta la historia de un programa de televisión a cuya cadena llega un nuevo vice-presidente (Alec Baldwin). Su primera decisión es colocar a Tracy Jordan (Tracy Morgan) como cabeza de cartel, desplazando a la estrella del programa, interpretada por Rachel Dratch.
En la vida real, los astutos ejectuvos de NBC, después de ver el piloto, deciden volverlo a rodar colocando a Jane Krakowsky en el papel de la estrella del programa, desplazando a Rachel Dratch como la actriz original.
En torno a 1993 hubo una especie de renovación en el cine español. Aparecieron Álex de la Iglesia, Juanma Bajo-Ulloa, Julio Médem y Santiago Segura. Belle Epoque se trajo el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, confirmando la buena suerte de los estrábicos hispanos. En adelante y cerrado este colectivo, sólo directores homosexuales ganarían este premio para España.
En 1993, hablando de los Óscar, Drácula de Bram Stoker fue ignorada olímpicamente. Era la mejor película del año con mucha diferencia y seguramente una de las diez mejores que se han hecho. No es que sea muy importante quién ganó, pero podría significar algo que fuese Clint Eastwood, un mal actor que no sabe filmar, y me pegaré con quien haga falta por esto. Sres. Académicos: ¿renovación o folklore? Elegimos western por 200 dólares.
En 1993, el western volvió durante un par de años.
En 1993, el sida llegó al cine y a la Conciencia Global. En Estados Unidos hicieron Philadelphia, y Tom Hanks dejó de ser un actor-de-comedia. En Francia, Cyril Collard había hecho Las Noches Salvajes, peli autobiográfica con mucho éxito y un carro de premios en la gala de los César de ese año. No fue a recogerlos: había muerto de sida la semana anterior.
En 1993 Steven Spielberg, el cineasta más influyente de los 80, hizo dos películas casi al tiempo. Una, una obra maestra madura y tortuosa. Otra, una castaña infantil y tortuosa. Los resultados de crítica le ayudaron a decidir qué hacer con el resto de su carrera. El joven genio había muerto; renacido, un Spielberg workaholizado, que cada año dirige dos películas y produce otras 823. Algunos creen que filma mientras duerme. Ello explicaría lo flojas que son sus pelis desde entonces. Sí. Qué pasa.
En 1993 el mundo conoció al cineasta más influyente de los 90: un friki llamado Quentin Tarantino. Su primera película acababa de ser un hostión en la boca del estómago de Hollywood y tenía a toda la industria alucinada. Algún lumbreras se inventó el Cine Independiente, y el Sistema, excitado, descubrió a Alexandre Rockwell, Allison Anders, Abel Ferrara, Jane Campion, Gregg Araki, y algunos otros. En la actualidad todos se dedican a la hostelería.
En 1993 Oliver Stone dio por terminada su trilogía de Vietnam, quedándose vacío. Entonces se compró uno de los guiones de Tarantino y un año después estrenó Asesinos Natos, una película fundacional en términos de lenguaje que marca un epílogo fascinante en la carrera de su director. Como era de esperar, ningún crítico la entendió y todos se enfadaron mucho. Y sí, he dicho epílogo.
En 1993 los hermanos Ridley y Tony Scott se sometieron a un transplante de talento. Tony dirigió un guión de Tarantino inaugurando su nueva carrera: una racha de pelis potentes hasta 2005. Ridley Scott pasó una temporada vagando por las calles, confuso y desorientado; es en ese periodo cuando se concentró en dar salida a su homosexualidad latente, haciendo Tormenta Blanca, La Teniente O’Neil y Gladiator. Es éste un claro efecto secundario del transplante, como hace ver el propio Tarantino en el análisis de Top Gun que le robó a Roger Avary junto a muchas otras cosas.
En 1993, Woody Allen terminó su separación de Mia Farrow. Entró entonces en una racha maravillosa de películas, que termina cuando se casó... con la hija adoptiva de Mia Farrow. Al parecer, Tarantino no tuvo nada que ver.
En 1993 Johnny Carson, la figura más importante de la televisión norteamericana de todos los tiempos, acababa de retirarse. Los jefes de la cadena habían decidido apostar por la sangre nueva, y Jay Leno se afianzó como su sustituto. David Letterman, el veterano que aspiraba a su puesto, se marchó cabreado a la competencia. Los ejecutivos de NBC se vieron obligados a ir más lejos en su apuesta por la renovación, y le dieron su hueco a un geniecillo de 30 años llamado Conan O’Brien. La rivalidad entre los tres renovó el late-night americano.
Empiezo a pensar que el problema que tiene el audiovisual español no es tanto de semilla, sino de terreno. Nunca he compartido esa idea de que en España hay mucho talento por descubrir; siempre me ha parecido una afirmación tirando a temeraria, y bastante alejada de la realidad. Sin embargo, tengo que admitir que creo sinceramente que tengo futuro, y presumo de estar embarcado con mi socio en el mejor proyecto que ha visto este país en mucho tiempo. Si no me lo creo yo, es absurdo seguir adelante, y no puedo dejar a mi madre sola en esa fe. Así que tengo que asumir que si estamos mi socio y un servidor, y algún otro conocido mucho más talentoso y arrojado que yo, es porque sí existe ese cultivo de creativos de cine y tele.
Entonces, ¿qué carajo pasa? ¿Dónde encontrar la explicación para “El Mundo de Chema”, “Ellas y el sexo débil”, el refrito de “Anatomía de Grey” que planean Telecinco y Videomedia, y que apestará tanto como “Hospital Central”, “El Inquilino”, o la sola idea del remake de “Matrimonio con hijos”? Y eso es sólo en la superficie. ¿Dónde, en esta nueva época dorada de la televisión, las series espléndidas americanas, hechas por gente criada a la teta del cine, en cine y en panorámico, se siguen emitiendo en fullscreen? ¿En qué clase de país se concibe una actuación musical en playback, de modo que cuando no lo es se señala como un logro (voz y música en directo)? ¿En qué país se cortan las series nada más terminar la cabecera, o se inserta un corte publicitario 25 segundos antes del fundido a negro en el que encajaría de forma natural, o se corta una película en mitad de una pelea, como acabo de ver? ¿En qué país se ignora eso llamado fidelización, y se hacen dos temporadas de 13 capítulos en lugar de una de 26?
Aquí.
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En fin, que son ésas y otras doce mil chapuzas diarias, que junto con las que he vivido en mis carnes durante el último año y pico –hablaré de ellas en otro momento– me hacen preguntarme si, en el caso improbable de que existiese ese talento subterráneo del que hablan algunos, éste tendría manera de asomar. En los momentos de bajón me pregunto si no estoy intentando cultivar arroz en Almería. Quizá no hay manera, hoy por hoy, de hacer nada bueno en España. A lo mejor resulta que estamos en un erial en el que no puede crecer la hierba, después de cuarenta años de Atila y treinta de caballos.
Un vídeo grabado con cámara de visión nocturna ha salido a la luz en el día de hoy. En él se puede ver al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en una incursión nocturna en una vivienda del municipio madrileño de Coslada. El Presidente, al inicio de la grabación, aparece trepando por la fachada de un edificio de viviendas. Con él, y en todo momento, se encuentra el ex-portavoz del PSOE y actual Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos se cubren con capuchas al principio del vídeo, pero las desestiman al poco tiempo de entrar en la vivienda. Los dos mandatarios burlan las medidas de seguridad del edificio (el portero automático estaba desactivado por avería) y trepan hasta el primer piso por una cañería. Después, se les ve entrando en uno de los pisos y caminando por el pasillo hasta una de las habitaciones. Su dueño, un joven estudiante de comunicación audiovisual que ha rechazado hacer declaraciones, se encontraba fuera de casa en ese momento, al parecer atendiendo un botellón. En el vídeo, Zapatero y Rubalcaba cogen a hombros la silla de escritorio del joven, y cargan con ella ventana abajo por el mismo camino por el que llegaron al interior. Los grupos políticos especulan acerca del significado de esta operación, de la que el Secretario de Estado de Seguridad ha denegado tener conocimiento previo. En los círculos gubernamentales se especula con la posibilidad de que el Presidente del Gobierno quisiera recordar a los jóvenes su deuda con la pobreza, y que no se debe confiar a los gobernantes la misión de salvar el mundo, pero esta versión no ha sido confirmada.
Bill Maher nació en Nueva York en 1956. Sus padres se habían enamorado en mitad de la segunda guerra mundial, donde él era un soldado y ella una enfermera judía. Nunca un fondo tan melodramáticamente tópico había engendrado a un tocapelotas de estas proporciones.
La religión es un desorden neurológico.
Bill pasó sus años universitarios macerándose en diversos tipos de sustancias y metiéndola en todo agujero practicable, hasta que se licenció en 1978. Pronto, el gen hebreo se activó y la comedia tomó el control, llevándole a los circuitos de los comedy clubs neoyorkinos. Poco después, la Gran Manzana se le quedó pequeña. Este post-hippie, peleón y de izquierdas, fue a buscar refugio en el lugar donde poder dejar libres sus inclinaciones vitales. Viajó al oeste buscando ese valle del pecado, ese agujero negro de la moral llamado Los Ángeles. En 1986 hizo su primera aparición en el Tonight Show de Johnny Carson, y ello le puso en el mapa. Después, hizo algunos papeles en películas que no merecen ser mencionadas, y pasó el resto de los 80 cultivando su destreza cómica, su análisis político y varias toneladas de marihuana. En 1992, convertido ya en un yonki de la política, intervino en un especial cómico que cubría las elecciones con las que empezó la era Clinton. Había nacido el verdadero Bill Maher.
Bill Clinton era más excitante que John Kerry incluso bajo anestesia general. Kerry no podría encender al público ni usando napalm.
Hablamos de un comentarista social, profundamente ácido y dialécticamente agresivo. Heredero conceptual de George Carlin, al que se ha referido como su mentor, es un defensor del debate político total, de la discusión amable y en confianza. Lo que le aparta del resto de cómicos políticos –especialmente de Jon Stewart, su versión blanda– es que utiliza esa confianza como herramienta dialéctica. Discutir con Bill Maher implica dejar a un lado el frac y revolcarse en el barro. La polémica es la sal de la vida y la discusión política es el sexo de las mentes. Y como decía Eusebio Poncela en Martín (Hache), hay que follarse a las mentes.
¿Visteis la convención republicana de 2000? La última vez que los republicanos juntaron a tantos negros en un escenario los estaban vendiendo.
En 1994 empezó en ABC su programa Politically Incorrect, en el que Bill sentaba a su alrededor, en un decorado que imitaba la sala de estar de su casa, a cuanto comentarista quiso acercársele. Diferentes periodistas y gentes del espectáculo que colaborarían con él en los años sucesivos lo conocieron y se hicieron amigos suyos en aquel escenario, y estuvieron allí para apoyarle cuando, tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, Maher fue despedido. ¿La razón? Dijo que a los terroristas suicidas se les puede llamar muchas cosas, pero "cobarde" no es una de ellas. Cuando le replicaron desde arriba, lejos de arredrarse, se le ocurrió preguntar en su programa por la responsabilidad americana que subyacía en las ruinas del World Trade Center, e insinuó que habría que hacer un poco de autocrítica acerca de por qué América despierta odios en todo el mundo; se planteó la lección moral que el pueblo americano debía sacar de ese día. Algunos anunciantes amenazaron con retirar su patrocinio y el programa fue cancelado.
Los valores femeninos se han convertido en los valores de América. La sensibilidad es más importante que la verdad; los sentimientos son más importantes que los hechos; el compromiso es más importante que la individualidad; los niños son más importantes que los adultos; la seguridad es más importante que la diversión. Siempre oigo a mujeres decir “los hombres casados viven más”. Y yo les digo: “sí, y un gato doméstico también vive más". No es más que una bola de pelo con el espíritu roto, que se pasa el día mirando por la ventana un mundo que no puede disfrutar, pero sí, la verdad es que vive más tiempo.
Desde entonces compagina sus especiales de stand-up con su programa en HBO, Real Time with Bill Maher, en el que remueve la actualidad política de todas las maneras posibles, y siempre dando su punto de vista único. Y cuando digo único, es único. Bill Maher es un izquierdista recalcitrante. Es un libertario. Ateo hasta la médula y, como es de esperar, incansable azotador de Bush y su estilo de (des)hacer política. Ahí termina lo esperable. Porque al mismo tiempo es partidario de la pena de muerte y defiende la actuación de Israel en El Líbano. Hace apología de la marihuana a la menor ocasión y no tiene problema en ser punching ball de los grupos vociferantes. No importa que sean las asociaciones integristas católicas o las feministas radicales.
El otro día en la tele, sólo una mujer podría haber dicho algo así, y por supuesto todo el mundo fingió que es verdad: dijo que los miembros de una pareja deberían explorar sus “fantasías mutuas”. A ver: no existe eso llamado “fantasía mutua”. Vuestras fantasías nos aburren, y las nuestras os ofenden. Señoras, créanme. No existe una fantasía en la que un apuesto príncipe corre hacia ti a través de una pradera, te coge en sus brazos, te jura amor eterno... y entonces se corre en tu cara. Eso sería una “fantasía mutua”.
Hay algún desaprensivo que ha dicho que Maher debería presentarse a las elecciones. Ésa sería la mejor manera de destruir su encabronamiento crónico, su profundo humanismo, sus ganas de molestar y su perspectiva única, individualista y libérrima. ¿Qué es mejor, un mundo en el que Maher pudiera ser presidente o uno en el que quisiera serlo? Es una pregunta estúpida. El mundo no está preparado para eso. Lo comprobaremos cuando Al Franken se presente a las elecciones –recuerda que lo leíste aquí primero–, y aspire a ser el primer presidente cómico... al menos no en sentido figurado. Entonces algunos recordaremos que en los 90 trabajó escribiendo para Bill Maher.
Os dejo con un bit intraducible. Aunque no pilotéis de inglés, podréis regodearos con un tipo de risa que adoro: la Carcajada Ofendida.
Éste es uno de los títulos bajo los que aparece en YouTube el vídeo de Rubianes que tiene a todo el mundo cotilleando estos días. Le he corregido la puntuación y las mayúsculas, que ya se sabe que hay gente a la que no le puedes pedir que redacte como es debido. En descargo del que lo ha escrito diré que por lo menos España estaba con mayúscula. Y mira que me gusta poco meterme a comentar idioteces, más si son las que abarrotan los periódicos y las radios, pero es que ésta me toca la fibra sensible, qué le vamos a hacer. Supongo que igual que a la gente que abre el periódico cada día buscando con qué ofenderse hoy.
En su día colgué un trozo del vídeo bajo el título Amén. No tanto porque estuviese de acuerdo con sus palabras, que también, sino por la admiración que me despertó. ¿Por qué? Porque estoy harto de personalidades públicas, de periodistas, actores, tertulianos, contertulios y demás, de declarantes en definitiva, que hablan más con el monedero, la corbata o la boina que con las tripas. Estoy hasta los huevos de sucedáneos, copón. Por eso agradecí las palabras de este tío, y eso que no me cae especialmente bien. Si rastreáis el blog podréis averiguar qué opinión suele provocarme el intelectual-izquierdista-militante medio, actor para más señas, y esa opinión es mucho más sarcástica si encima lleva un pañuelito al cuello como el jodío perro aquél de Stan Marsh.
Lo que agradezco es que alguien deje de decir lo que se supone que debe decir, y diga lo que tiene que decir. Que hable con las tripas, o con el corazón, me es indiferente. Y no me digas que con lo que hay que hablar es la cabeza, porque te daré la razón. Pero lo cortés no quita lo valiente. Se pueden decir cosas sensatas, medidas con la razón y el sentido común, pero que sean verdad, al menos mi verdad. Cuando oigo la opinión de alguien, un amigo, un conocido, o un tipo al que veo en la tele mientras ceno, no quiero que me diga verdades universales, corregidas por el censor del qué dirán. Quiero que me diga su verdad, razonada e inteligente a ser posible, pero desde luego que sea con todas las letras y sin filtrar. Porque para eso ya estoy yo, que escucharé sus palabras y las valoraré, después de meditarlas, como crea que mejor... Qué carajo, las valoraré como me salga de los cojones, que para estamos en este mundo. Tú dices lo que te dé la gana, y yo opino de ti lo que me dé la gana. Ésa es la idea.
Foucault decía que la ambigüedad desplaza a la autenticidad en todas las cosas, y tenía razón. Y no es que todos los opinadores sean ambiguos, pero sí supeditan su juicio a una serie de máximas de corrección... diré magnánimas, que además de darme auténtico pavor –acaban siendo un instrumento de uniformización peligroso– me tocan la moral por lo mismo que los intelectuales y esa ralea informada: su complejo de superioridad.
Escuchando la tertulia de la SER ha quedado claro que nadie había comprendido realmente las palabras de Rubianes, cosa inexplicable ya de entrada, pero que además habían hecho caso al primer retrasado que, seguramente desde las ondas coperas y similares, haya vociferado en favor de la castración y expulsión de España del actor del fular. Y eso es muy triste, porque significa que, aunque digamos que no, el paso político de este país sí lo marcan los fascistas de toda la vida, los que se ventilaron al Lorca del que Rubianes anda poseído últimamente, y los nietos y bisnietos de aquéllos, que ahora censuran obras de teatro y ponen bombas en el camerino de Leo Bassi. Y lo que más me jode: son esos fachas los únicos que sí parecen estar hablando de corazón con todas sus gilipolleces sobre la desintegración de la Joya de Occidente y la rendición del estado de derecho y la invasión bereber y otros grandes éxitos de Aznar y sus esbirros.
Si Rubianes estaba hablando de una España es de ésa, de la de los próceres, los puritanos y los pantanos, no de la democrática y plural, de la de ahora. Pero nadie se ha enterado. Estamos todos demasiado distraídos con lo estupendamente que hicimos la transición y tal, y se nos han caído los huevos por el camino. Qué desteñidos estamos. Donde antes había rojos –rojo sangre, rojo corazón– ahora hay rosita pálido. El color del talante. Al final va a resultar que Pepe Rubianes es el menos maricón de todos.
Este es un post un poco edulcorado, pero qué coño, el tipo lo valía. Steve Irwin, the crocodile hunter, era un zoólogo australiano, un excéntrico, un zumbado entrañable, híbrido de Félix Rodríguez de la Fuente y Cocodrilo Dundee. Un naturalista, pero sobre todo un showman y un tipo realmente divertido.
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Hoy ha muerto, a los 44 años, picado en el corazón por una raya. Con un par.
Hoy comienza la tercera temporada de la serie en la que vivo.
Se trata de un drama de una hora sobre la lucha de dos cineastas novatos intentando entrar en el show business de un país en el que no hay show business. Dos jóvenes guionistas/productores/directores, talentosos y buena gente, que se muelen a cornadas contra la realidad en una España audiovisualmente subdesarrollada y en estado de sitio cultural. Dos creativos criados a la teta norteamericana, asombrados por cada nuevo viejo producto, cuyas ideas y formas de trabajar difícilmente encuentran lugar en un país en el que Siete Vidas se considera original y bien escrita. Cada temporada de la serie en la que vivo tiene 24 episodios. Así de raros somos.
En nuestro piloto, un guionista wannabe pasa las horas muertas en su bohardilla compartiendo sueños y aspiraciones con un estudiante de audiovisual en Madrid, post-productor nato, a través de internet. Chatean desde hace un par de años. Ya son amigos, y ni siquiera se conocen en persona. Bienvenidos al siglo XXI.
Un día, el guionista tiene una idea para una serie de animación 3D, y el post-productor ve en ella un filón. Su bagaje como espectador de animación canaliza la tormenta de ideas y confiere a la criatura una entidad única, apasionante, como producto de animación. A partir de ahí, el guionista, el montador, y ese director bicéfalo que ha surgido del messenger inventan una serie llamada, el tiempo lo dirá, a marcar un hito en la televisión española. Con dos cojones.
La temporada avanza, y con un proyecto ya estructurado y en desarrollo, los creativos conocen a un joven productor. Éste queda fascinado por la idea, y parece tener las llaves para abrir algunas puertas al proyecto. La primera de ellas es el animador. Oportunamente –así lo quieren los guionistas de mi vida– el productor acaba de hacer un cortometraje de animación con un crack del 3D. El productor los pone en contacto, dando lugar al equipo central de la serie de nuestras vidas, y cerrando el reparto de protagonistas.
Problemas aparte, los creadores y el animador dan a luz un teaser de dos minutos y medio que deja alucinado a cualquiera que lo ve. En esto consiste el segundo acto de nuestra primera temporada: un proceso fascinante en el que los creativos novatos aprenden más que en todos los años de carrera que el montador ha estudiado y el guionista no. Las reacciones de los primeros espectadores, todas de sorpresa y muy positivas, disipan todas las dudas de los creadores: “chicos, esto no parece español”. Están ante un proyecto sólido y con futuro.
En el último tercio de la temporada, los creadores y el productor deciden asociarse, y empieza el movimiento. El teaser y la biblia del proyecto son presentados en algunas teles. Las subtramas abundan, pero no voy a entrar en ellas ahora. Llega el season finale. Los tres socios presentan el proyecto en un gran emporio de comunicación, gestor de varias cadenas de televisión. En el cliffhanger, suena el teléfono. Es el jefe de ficción de una de ellas. “Queremos vuestra serie”.
Después de un descanso invernal, en todos los sentidos, la segunda temporada arranca con el productor y el animador ganando un Goya al mejor corto de animación, y con las primeras reuniones con la cadena. Gran parte de las exigencias de su departamento de ficción son un jarro de agua helada para los creadores. El entusiasmo de la primera llamada se va enfriando, y llega el choque de posiciones. La discusión con los pseudo-jefes se prolonga durante meses, a pesar de no existir aún ningún contrato. Tras varias concesiones por ambas partes, se llega a un punto en común y el departamento de ficción da luz verde a la serie.
Entonces llega el primer parón. Alguien de finanzas bloquea el desarrollo. Es una producción muy exigente, y los responsables son demasiado bisoños. Quizá es eso, o puede que su interés sea valorar el potencial de negocio del producto, ya a simple vista muy alto, y, una vez analizado, desplegar la estrategia de aproximación de la gran empresa. En otras palabras: necesitan saber cuánta sangre tienen los creadores, y el mejor lugar por donde sacársela.
La decisión más importante es la de mandar la serie al mercado internacional, concretamente al MIPTV de Cannes. El guionista es el elegido por el productor para representar la serie en las aguas de la Costa Azul, que en esa semana en concreto están infestadas de tiburones. Tiburones con traje y corbata: una lista imponente de candidatos a plagiadores del proyecto, o así los ven nuestros protagonistas. Tras el viaje y la paranoia –puede que un capítulo doble– llega el silencio. Meses de stand by oficial, pero en los que el proyecto crece con ganas, floreciendo un universo rico y prometedor consumido por la tardanza de los que deciden.
De nuevo dejaré a un lado las subtramas para llegar al tercer bloque de la temporada, en el que los tres socios reciben la confirmación de las intenciones de la empresa: se pone un contrato encima de la mesa. Comienzan las negociaciones empresariales y se concretan las primeras fases del proyecto en común. El arranque de la producción de la serie empieza a tomar forma. En el season finale de la segunda temporada, el padre de uno de los creadores muere repentinamente.
Hasta aquí, la parte de la serie de nuestra vida emitida hasta ahora. Renovada, este septiembre empieza la tercera temporada. No hace falta que diga que no sé a dónde nos llevará, aunque espero que sea a buen puerto. La muerte del padre del co-creador promete afectar profundamente al proyecto; se plantean serios cambios derivados de ella. El arco de temporada del personaje promete ser muy interesante: una historia de maduración, de crecimiento personal, amarga pero hermosa. Y por encima de todo, ese aprendizaje vital y profesional extendido a todas las personas que forman parte de la serie dentro de la serie.
Por el momento, para los primeros capítulos, he aquí un teaser: las reuniones con los abogados, la redacción de un contra-contrato más equilibrado, la dura negociación con la gran empresa, la firma de la serie y el arranque de la producción.
Tercera temporada, episodio uno. Va a ser interesante.
Siguiendo con las rebajas mentales de agosto, os pongo un link insteresantísisisisimo que os hará reír y pensar en lo triste que es la vida, al menos la de algunos. Está en inglés, eso sí, y ya sabéis lo que digo: si no controláis, ajo y agua.
Estos vídeos explican algunas cosas, como las carreras miserables de Crispin Glover y Richard Pryor o la vestimenta de James Brown. También plantean preguntas como por qué Paul Schaffer es una versión calva de Dustin Hoffman, si hace 20 años era una versión calva de William Hurt, por qué Klaus Kinsky habla alemán incluso cuando está hablando francés, o por qué los cámaras meten el zoom a cualquier ademán masturbatorio. También dejan constancia de que David Letterman es un mierda sin talento ni recursos y muestran, por encima de todo, lo patético que es el daytime americano. Salud.
Greg toca los bongos. Greg abrió un negocio de helado de yogur a domicilio (?). Greg es amiguete de toda la vida de J.J. Abrams. Eso le llevó, al cabo de los años, a ser el ejemplo definitivo de recursividad, por recontraposmoderno y absurdamente vano. La recursividad, a la que debemos, amigo mío, todas las demás ideas. Especialmente las del arte.
Bien, ahí va.
Greg es el piloto perdido en el piloto de Perdidos.
Esto parece una chorrada, y lo es. Pero tiene un profundo significado. En Greg y en su cuerpo orondo está representada la síntesis de la obra en la que Greg está incluido, al igual que la obra lo representa a él. En otras palabras: Greg es la obra. Repito que es una chorrada, porque tiene que serlo. Es divertido, y ahí está la clave: es un juego.
The Game es una película guiada por una pregunta: "¿Cuál es el objetivo del juego?" La respuesta: el objetivo del juego es descubrir el objetivo del juego. El placer está en recorrer esa cinta de Möbius una y otra vez como si fuera una montaña rusa, y utilizar después lo que aprendimos en el viaje, lo que descubrimos acerca de nosotros mismos.
Es esto lo que llamamos Paja Mental. La paja física, la de toda la vida, es un ejercicio cuya finalidad es llegar a una conclusión climática llamada orgasmo. Y ése es el error: pensar que ese orgasmo es la finalidad de la paja. No lo es. Lo que el cuerpo necesita, lo que nos está pidiendo mediante la pulsión de pelarnos la banana arriba y abajo, es el torrente químico que ese orgasmo verterá en la sangre. ¿Y cuál es el objetivo de ese juego? La reproducción. Ante la falta de compañía, nos masturbamos para calmar la necesidad que tiene el cuerpo de reproducirse, de avanzar un nivel en esa espiral creadora, de traspasar el yo a otro cuerpo y criarlo para que sea idéntico a nosotros. En definitiva, la necesidad de perdurar.
El enterao es un experto en la paja mental, que es un ejercicio intelectual necesario, y la intención es legítima y enriquecedora. Cuidado: hablo del enterao real, no del impostor. Hablo del semiólogo, no del tertuliano de Garci; del periodista cinematográfico, no del forero pesao; del autor de literatura cinematográfica, no del crítico; del profesor de cine, no del cineasta frustrado; del estudioso del lenguaje audiovisual, no del cineasta experimental. Estos enteraos de pacotilla, subalternos de la cultura, son el objeto de los posts anteriores. El enterao real, como digo, tiene mi respeto: por lo menos pueden tener cierta solidez argumentativa, aunque estén equivocados desde el planteamiento.
Porque cometen el error del que hablo: pensar que el objetivo de ese ejercicio masturbatorio es el orgasmo, el clímax, la conclusión. No lo es. La meta no es llegar a una frase brillante, o a una explicación que cierre el misterio de tal o cual película, o a un significado oculto. La meta es doble, y más ambiciosa: por un lado el juego, el placer que provoca. Por otro, los químicos en la sangre, los productos de esa catarsis intelectual... lo que aprendemos por el camino.
Así, la película analizada es el catalizador. La reacción química que provocamos con la paja mental está encaminada a convertir la pulsión de reproducirnos a nosotros mismos –de reinterpretarnos, de descubrir qué somos, nuestro significado abstracto– en un conjunto de ideas y argumentaciones que no teníamos antes, y que nos enriquecen intelectualmente, al mismo tiempo que aplacan nuestras ganas de crear. Donde el instinto físico era creador, el intelectual es creativo. No sé si me explico.
Un nivel por encima, en esa misma espiral onanista de circunferencias concéntricas, está el creativo. Esta palabra se usa para el cerebrito publicitario, pero a mí me gusta usarla para nombrar a todos los autores (no en el sentido que le dan los enteraos; hablo de cualquiera que crea una obra cultural, sea Cabeza Borradora o Los Vigilantes de la Playa). Lo que hace el creativo es construir un espejo del mundo, más o menos deformante, pero que en todo caso, siempre, está hablando de él mismo a algún nivel. El ejemplo más típico es Woody Allen, cuyo protagonista siempre es Woody Allen. Pero todos los creativos son un ejemplo de ello. De esta manera, cada pieza que pare un creativo a lo largo de su carrera tiene, en mayor o menor medida, la calidad de acto fallido. Cada película es un sueño del creativo, en todos los sentidos, y el trabajo que éste hace es el de un médium tratando de comunicar a los miembros del equipo la imagen que tiene en la cabeza. No por casualidad, en Hollywood a eso lo llaman vision, y lo respetan profundamente; al menos eso es lo que dicen todos en el making of.
JAMES LIPTON: Su padre era ingeniero informático y su madre era compositora. En “Encuentros en la Tercera Fase”, cuando la nave aterriza, ¿cómo se comunican?
STEVEN SPIELBERG: (sonriendo) Qué buena pregunta. Ya la has respondido.
JAMES LIPTON: Hacen música con ordenadores, y así pueden hablar los unos con los otros.
STEVEN SPIELBERG: ¿Ves? Me gustaría decir que era consciente de ello, que estaba representando a mis padres, pero no me había dado cuenta hasta este momento.
Y aquí es donde entra el psicoanalista, a quien necesitamos para que alguien de fuera de nuestro atormentado cerebelo nos informe de qué coño significa lo que acabamos de hacer, decir y soñar... en la película que hemos hecho. Confieso que no tengo claro quién de todos los mencionados tres párrafos más arriba debería hacer este trabajo. Diría que el público, pero es una boutade: el público no existe. Bienvenidos a la foto de la foto.
El caso es que en cuanto uno busca literatura sobre la interpretación de los sueños, empieza a encontrar tonterías. Gente que dice que “paraguas” significa “polla” y cosas así. En el cine, el que analiza con esa superficialidad y en piloto automático es lo que yo llamo enterao. El que no comprende el ejercicio de la paja mental, y piensa que el objetivo del mismo es el orgasmo, llenando los folios en blanco, páginas y páginas, con su maloliente semen. Perdón por la imagen, pero tengo que rematarla: su semilla está muerta. Millones de espermatozoos difuntos incapaces de crear.
Por eso escriben críticas, dan clases de cine, meditan en letra alta para que les oigamos. Ése es su placer, el suplemento químico que se meten al no ser capaces de generar el compuesto auténtico. Creo que fue Almodóvar el que dijo que la prueba del nueve para saber que un enterao es un creativo frustrado es mirar a los niños: ningún crío quiere ser crítico de mayor. Sobre todo porque el enterao, aunque no lo sepa, ha perdido de vista que el cine, como todo el arte, es un juego, y tiene que ser seductor y divertido. Se toman demasiado en serio el medio, a sí mismos y sus sesudas eyaculaciones.
Si el enterao tiene que recurrir a la masturbación es porque no se come un rosco, porque no puede catar el sexo de verdad, la Creación Artística. O no se le levanta (falta de ímpetu en la vida para lograr las propias metas), porque su esperma es inservible (falta de creatividad), o sencillamente porque es feo de cojones (¿habéis visto a Carlos Boyero?).
Ya sé que me he puesto insoportable, pero me va la vida en ello. Aquí el menda es un creativo en estado de lucha, viviendo una gestación de años y un parto doloroso que ya dura nueve meses. Ya veo la luz al final de la vagina, pero la espera es muy jodida. Este interminable revolverse a la espera de la ocasión de salir adelante, de empezar, me ha hecho sentir verdadero desprecio por quienes han perdido o directamente eludido la ocasión de encontrar el real deal, el polvazo sin condón, la paja mental definitiva que es la Obra de Arte, en favor de ese onanismo intelectual vacío y petulante plag(i)ado de modas, pensamientos únicos, citas de otros, espejismos simbólicos, corrientes artísticas y demás clínex usados.
Cuando publiqué la primera entrega de El Enterao, alguien me llamó meta-enterao.
Agosto de 1939. . Unos soldados alemanes disfrazados con uniformes del ejército polaco –provistos, según algunos, por Oskar Schindler– se infiltran en la frontera polaca, y desde allí, montan una pantomima para justificar, el 1 de septiembre, la invasión alemana de Polonia. . Ello provoca una guerra mundial. . Ello sirve a Estados Unidos para reactivar, gracias a la industria armamentística, una economía dañada por la crisis que sufrían desde hacía una década.
Ello sirve a algunos supervivientes de la comunidad hebrea para desplazarse a la región de donde ésta es originaria y fundar Israel.
Ello sirve a Europa para deshacerse disimuladamente de su mayor peste: los judíos.
Julio de 2006. . Unos soldados israelíes son secuestrados a poca distancia de la frontera libanesa –se especula sobre a qué lado de la misma–, y ello sirve a Israel para justificar una nueva invasión del Líbano, vinculando a Siria e Irán en la financiación y logística del grupo autor del secuestro. . Ello provoca una guerra mundial. . Ello sirve a Estados Unidos para ocupar Irán y Siria, después de Irak y Afganistán, ganando así acceso a importantes recursos energéticos y a emplazamientos estratégicos para contener la incipiente explosión económica de China en los años siguientes, reactivando de paso la economía propia, dañada tras 6 años de mala gestión. . Ello sirve a Israel para deshacerse sin disimulo de su mayor peste: los árabes. . Ello sirve a Europa para darse cuenta de que ni su Unión ni sus instituciones ni su economía ni sus políticos ni sus ejércitos sirven para un carajo. .
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Pero esto es sólo una paja mental mía. No hay que tomarlo en serio.
He aquí el reverso tenebroso de Bob Saget, en un vídeo que me hace imaginar un musical de "El Coche Fantástico" en las Vegas, protagonizado por Tom Jones; David Hasselhoff, a pesar de ser más joven, está demasiado botulimizado para volver a ser Michael Knight, así que tendrá que hacer el papel de Devon con peluquín blanco; Pamela Anderson será Bonnie y Gary Coleman el negro de la moto.
Estaba yo disfrutando de las prácticas sexuales desviadas de “Queer as folk”, y me ha chocado el doblaje. Dado que soy aficionado pero no experto he tardado en situar las voces que escuchaba. Me estaba preguntando si era un doblaje de Madrid o de Barcelona, hasta que han dicho “gay”.
Pero no el [guéi] que se dice normalmente, sino la versión académica. Un [gái] que, no lo puedo evitar, me suena a cabrero. Claro, en Barcelona, con eso del bilingüismo, tienen dudas, y hacen lo que nadie hace en Madrid: mirar el diccionario. ¿"Gai" es? Pues "gai" se queda. Aunque suene a hostias y nadie lo diga en el mundo real.
Porque suena a hostias y nadie lo dice en el mundo real, y sin embargo está admitida por la Real Academia, igual que otros abortos de viejo como güisqui, cederrón o sándwich (sí, con acento). Productos todos de una actitud que, aplicada a la ingeniería genética, corregiría los genes de un negro para que sus hijos no desentonasen en una aldea de caucásicos. Como si la excepción fuese algo perjudicial, y el españolito no fuera capaz de diferenciar excepcionalmente la ortografía de la pronunciación. Algo que hacemos todos los días sin ningún aspaviento, y que, estandarizado, flexibilizaría el lenguaje y lo vacunaría contra esperpentos etimológicos como homofobia (aceptada ya) o "metrosexual" (caerá en nada, ya verás).
Entiendo lo del güisqui: no le vas a pedir a un carajillero de Monforte de Lemos que se invente un nombre para el aguardiente de los guiris, y mal pronunciado, mal queda. Pero coño, el cederrón es seguramente la palabra más fea del castellano. No sé tú, pero yo siempre oí “compacto” cuando estos cacharritos entraban en el idioma, y la verdad es que no sonaba mal. Y ahora, el “cedé” es demasiado socorrido como para estirarlo, que no hace ninguna falta. Sin embargo, los abueletes escogieron el feto más feto de todos, y hasta cambiaron una consonante por el camino, para crear un frankenstein que sólo usan en el grupo Correo (?).
Sándwich es la otra. Como si no hubiésemos comido bocatas toda la vida. O bocadillos, o incluso los emparedados del oso Yogui. Le ponen ese acento nefasto para castellanizarla, a pesar de que en nuestro idioma esa de no se pronuncia y la uve doble no se usa, y si se usa es con sonido de uve: si fuesen coherentes, sería algo como “sánuich”. Sin embargo, la Academia acepta footing, así, tal cual, que es un anglicismo fantasma y, encima, de segunda mano. Footing sí, football no. ¿Por qué? A quién le importa.
El trabajo de los académicos debería ser poner freno a las chorradas que se dicen en los medios de comunicación, para que no contaminen al resto de nosotros y vayamos por la vida cagándola en nuestro hablar. Al menos es lo que parece más sensato, ya que no se puede poner una multa por cada patada al diccionario. Sin embargo, la Academia se dedica, como hemos visto, a buscar la manera más absurda de incorporar anglicismos al español. Otra cosa que hacen es bajarse los pantalones y admitir en el diccionario expresiones que llevan 30 años diciendo que son incorrectas. Bandera blanca, nos rendimos. Aceptamos "barco" como animal acuático.
Así, se dan casos cachondísimos en los que una palabra oficialmente reconocida significa a un tiempo dos cosas contrarias. Por ejemplo, el verbo enervar. En latín, enervare viene de ex- (fuera) y nervus (fuerza, vitalidad). Por tanto, significa “quitarle a uno las fuerzas”, como erradicar es “quitar la (o de) raíz”, eviscerar “quitar las vísceras”, etc. Pero, en algún punto del siglo pasado, a alguien le sonó a nervios, y concluyó que enervar a alguien es "ponerlo nervioso", "sacar a uno de sus casillas". Y la Academia, en vez de corregirlo o al menos negarse a pasar por el aro, lo admite con resignación. Resultado: si digo que Vangelis me enerva nunca sabrás si me relaja mucho o todo lo contrario.
Otra cagada similar y divertida: lívido. Casi siempre que la oímos se refiere a la palidez de alguien, por susto o enfermedad. “Se quedó lívido”. Admitida está, y conviviendo con su significado “real”, o por lo menos el que lleva en la sangre. Del latín livitum, significa “morado”. Total, que estar lívido significa haberse puesto a la vez de dos colores distintos. Como si hubiese una palabra que significase tanto “rojo” como “amarillo”. Diríamos que la bandera española es rojiroja o que tiene dos colores: amarillo y amarillo.
La Academia es la carpintería del lenguaje. El problema es que para ser un carpintero eficaz no sólo hay que tener herramientas, sino fuerza para levantarlas. No veo yo que unos abueletes enterrados en diccionarios tengan el ímpetu necesario para inducir a los medios a que no suelten gilipolleces como las que oímos todos los días: “la práctica totalidad”, “una inmensa mayoría”, “ser presuntamente asesinado”, y otras mil. Han tardado veinte años en entender lo que es un “cedé” (entre comillas, por ilegal), o al menos así ha sido a efectos del idioma. Tardarán otros veinte en descubrir cualquiera de los veintemil vocablos que usamos tú y yo todos los días, hablando de ordenadores, de cine (hacer un travelín, juasjuasjuas), o de prácticas sexuales desviadas, temas los tres en los que el español está a por uvas.
A continuación, la traducción de la carta que Matt Stone envió a la MPAA durante el proceso de censura de South Park: Bigger, Longer and Uncut:
Aquí está el nuevo montaje de la película de South Park para la MPAA. Quiero decirles exactamente cuáles de sus apuntes hemos aceptado.
1. Hemos mantenido las expresiones “follar con el puño” y “beso negro” en la escena del despacho del orientador. Sin embargo, hemos quitado la palabra “pollas” de “gilipollas” con motivo de nuestra conversación.
2. Hemos eliminado la frase “Dios me ha follado el culo tantas veces...”. Ya no está.
3. A pesar de que aún no está animado, hemos mandado un nuevo storyboard para aclarar la escena del pene de Saddam Hussein. Ahora nunca se llega a ver el pene de Saddam, sino que usa consoladores las dos veces.
4. Hemos metido un plano que deja claro que Winona no dispara pelotas de ping-pong con la vagina. En realidad las golpea con una paleta de ping-pong.
5. Hemos quitado la referencia al “culo sorbedor de semen” de la película. Tenía lugar en la oficina del orientador, y la hemos quitado.
6. Hemos mantenido las escenas con la madre de Cartman y el caballo. Vamos a pelear por este chiste.
El enterao tiene serios problemas para diferenciar la inteligencia de la estupidez. Suele confundir la calidad con la trascendencia, la profundidad con la pretensión, y, en definitiva, la ética con la estética. Suele otorgar importancia a cosas que no la tienen (el propio cine es una de ellas), e inflar de contenido elementos casuales o deliberadamente vacíos. Su actitud es el resultado de considerar la masturbación mental un acto de inteligencia.
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Por ello, hay momentos en los que el enterao roza casualmente su propia estupidez, pero la descarta de inmediato al confundirla con brillantez analítica. Es el momento definitivo a la hora de catalogar a un enterao, y por ende, a un intelectual cretino: su fascinación por la pintada de "tonto el que lo lea". He aquí la escena:
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Algo acecha entre la niebla. Tras unos segundos de suspense, se adivina una luz rojiza en la blancura. Oh, es el pitillo de Garci, y la niebla es el humo que llena el plató de Qué Grande es el Cine.
Los muy tertulianos contertulios han visionado Reservoir Dogs, y ahora comentan sus entresijos; alguien menciona la anécdota del Plano del Globo Naranja. “Derroche de significación”, “alarde simbólico”, pensarán para sí; alguien habla de la rueda de prensa en la que a Tarantino le preguntaron por ese detalle, y lo que respondió. “Estábamos por allí”, o algo parecido, “y pasó un crío con un globo naranja. Se lo pedí prestado un momento y lo metí en el plano. Imaginé que sería uno de esos detalles que hacen que los gilipollas de los críticos se pajeen durante meses”.
Uno por uno van escogiendo su momento favorito, el plano que más les asombra o la situación más memorable. En esta ocasión lo tienen fácil; hay dónde elegir: la polla de Madonna, los créditos, plano secuencia del Sr. Rubio, la oreja cortada, el cuento del retrete, el disparo fantasma...
Llega el turno de Rodríguez Marchante. “Oti, ¿cuál es tu momento preferido?”
Llega un momento en la vida en que uno da el estirón, y el cambio de perspectiva hace que sus padres le parezcan bajitos por primera vez. Al mismo tiempo, uno empieza a indagar en sus figuras, y la silueta de progenitor se desdibuja. En su lugar aparece otra más personal, llena del interés que despierta un tipo al que no conoces a pesar de haber vivido con él toda la vida. Entonces descubres sus anécdotas NC-17, su afición por el cubata, o la vez que se pegó un tiro en la pierna.
Como hijo que soy de la Sra. Televisión, uno de mis mil y un padres se llama Bob Saget. Pues bien, he llegado a ese momento de descubrimiento en el que el papá Tanner pasa de cambiar pañales de niñas a ganar un concurso de contar el chiste de los aristócratas. Vamos, lo mismito que ver a Teresa Rabal lamiendo un vibrador plateado.
Hace algunos años salí durante unos meses con una actriz. En muchas ocasiones fui a buscarla al teatro, a la salida del ensayo, y allí pasé bastante tiempo esperando a que se desmaquillara y duchara, y se rociase de productos hidratantes y compartiera chascarrillos y arrumacos lésbicos con sus compañeras de reparto desnudas. Nunca me dejó participar. Y si por un casual no es esto lo que hacen las mujeres en los vestuarios, prefiero que no me lo digáis.
El caso es que más de un día pasé un rato sentado entre bambalinas con el director de la obra, uno de esos bohemios que arrastran su falta de talento por los foros juveniles y se toman cafés con sus alumnas.
..........YO: Vengo del cine.
..........ÉL: Ah. ¿Y qué has visto?
..........YO: "Starship Troopers". ¿La conoces?
..........ÉL: Sí. Es la de Verhoeven, ¿no?
..........YO: Sí. Es una gansada.
..........ÉL: A mí es que Verhoeven no me hace gracia.
..........YO: ¿No? A mí me gusta bastante.
..........ÉL: Bueno... Me quedo con la época europea.
Alarma. Un Enterao. Hay pocas frases que dejen tan al descubierto la cinefalia de alguien como "prefiero la época europea", y la escucharéis con especial frecuencia hablando de Paul Verhoeven.
..........YO: ¿De verdad no te gusta ninguna de las americanas?
..........ÉL: Pues no. Desde que se pasó al rollo Hollywood...
..........YO: Pues a mí "Robocop" me encanta.
..........ÉL: ¿"Robocop" es suya? Pues sí, la verdad es que está bien. Pero el resto...
..........YO: Hombre, "Desafío Total" es bastante la hostia.
..........ÉL: No, sí. Ésa sí. Mira, no me acordaba.
..........YO: Claro, hombre. Hasta "Instinto Básico" tiene su puntillo.
..........ÉL: Bueno, pero por el guión.
Lo cual es extraño, porque un enterao jamás diría nada bueno de Joe Eszterhas. Llegados a "La Caja de Música", todos pensarán que la escribió Mamet.
..........YO: ¿Y "Los Señores del Acero"?
..........ÉL: ¿Ésa cuál era?
..........YO: La de espadas. Edad Media, Rutger Hauer...
..........ÉL: Ah, sí. No, ésa no me gustó.
Pues es europea. La actriz nos interrumpió con un "estoy lista" y ahí quedó todo.
La filmografía de Verhoeven es irrelevante. No tiene importancia que las otras dos películas europeas suyas que yo he visto me hayan parecido un coñazo. Soy un poco rarito, y vivo con ello. Pero este mangurrián no sólo no sabía de qué estaba hablando, sino que lo hacía en piloto automático. Seguía ese Manual del Enterao que dice que lo americano siempre es peor que lo europeo, especialmente en lo relativo al cine. Me llama la atención no haber oído a ninguno preferir la época europea de Wolfgang Petersen, por ejemplo; y eso que sus mojones, además de más abundantes, hacen que los de Verhoeven huelan a jazmín.
Lo dicho, estad prevenidos. A ver qué dicen de esto.
Existe un mal genético del enterao que se conoce como polillismo o, en algunos círculos, ojo de primo. Esta denominación puede parecer un pésimo chiste del autor, pero no. Viene a cuento de la predilección casi ciega que el afectado siente por los “originales” (él los llamará clásicos) o las primeras versiones o entregas.
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El polillero siente una total desafección hacia las segundas y sucesivas partes de películas, por mucho que éstas le interesasen en su momento. La suspensión del juicio tiene lugar en el mismo momento en que el paciente recibe la noticia de que se está produciendo un remake o secuela (la validez de este término está rebatida; le da por culo a la Academia de la Lengua, y nos congratulamos por ello), de tal manera que en el momento del estreno la recibe con total insensibilidad. Tras el visionado, el enterao puede experimentar desorientación, urticaria y convulsiones, aunque por lo general sus síntomas se reducen a náuseas y vómitos, y paranoia. Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo, pero se ha observado en una cierta porción de los casos un sentimiento de disgusto relacionado con la ilusión de haber sido engañado, o tomado por imbécil. Curiosamente, ninguno de los especimenes analizados pareció notar que si entró en el cine fue por su propia voluntad.
Señas inequívocas son la defensa de la primera entrega de “Alien” en detrimento de la segunda, la reivindicación de J. Lee Thompson por “El Cabo del Terror” (estableciendo una amnesia somática para omitir obras suyas como “Justicia Salvaje” y “Yo soy la Justicia II”), o, en casos de mayor alcance, el desprecio automático por “Drácula de Bram Stoker”.
Mención aparte merecen las cepas llamadas de enteraoísmo trasgresor o recontrapolillismo, en el marco de los cuales se han descrito casos de defensas entusiastas de “Psicósis” de Gus Van Sant.
Por desgracia, es éste un mal muy extendido en el común de los aficionados, pero rara vez diagnosticado en su latencia, que el enterao suele acarrear desde el nacimiento. Sus síntomas son sutiles, pero si se descuida puede ser el desencadenante del proceso viral que transforma al cinéfilo en cinéfalo. Estad alerta, y en caso de brote librad al sujeto de su sufrimiento con extremo prejuicio.
La habilidad con la que el enterao maneja el lenguaje es una de sus señas de identidad. Recordemos que la crítica cinematográfica es reducto de erudición, y, por tanto, de literatura. Como hemos visto, mencionar un nombre a secas no es cool, hay que aliñarlo. Y si el nombre es en sí mismo el aliño de otra ensalada, hay que cocinarlo de alguna manera... si está crudo, es indigesto.
Un enterao magacinero no dirá "la estética de Almodóvar", sino que hablará de "la estética almodovariana". Así, Almodóvar queda elevado desde el pueblucho manchego hasta la categoría existencial, y sin pasar por Hollywood, que tiene más mérito. Las críticas de cine están repletas de engendros lucasianos, hitchcockianos, spielberguianos, depalmianos, y otros frutos de esa huerta de palabros, que emparentan a sus autores con otro prestigioso ramillete de capullos: los historiadores de la filosofía. Ya sabéis, los kantianos, aristotelianos, hegelianos, marxianos... y platónicos (!).
Afortunadamente, los enteraos no sufren la cerrazón lingüística de estos primos hermanos suyos, y no dicen Oliverio Stone o Jaime Cameron donde aquellos decían Carlos Marx y Renato Descartes. El nombre sajón se respeta, aunque el tino sea el de una escopeta de feria y los nombres se pronuncien casi como aquél del racionalista francés, el [descártes] de toda la vida, que a mí siempre me sonó a mus.
Conversación sacada de una tertulilla de cine, el otro día:
- (...) de esta película, protagonizada por un jovencísimo [járvi kéitel].
A lo que otro supión contesta:
- Con ese [járvi kéitel] te estás refiriendo a [járvi kítel], ¿verdad?
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No hace falta decir que ambos lo pronuncian mal. Lo importante es lo reconocible de la actitud. Si no fuera suficiente el uso de la fórmula sintagmática del post anterior, queda claro que estos dos cagaprados son genuinos ejemplares de enterao. Ya sabemos la regla: hay que liar la madeja. Winona no puede pronunciarse [üinóna], es demasiado sencillo; debe de ser [guainóna], o algo parecido; y por la misma razón a Johnny lo llamarán [dip] en lugar de Depp y todos los Ian y Liam se convertirán en [áian] y [láiam].