31 de agosto de 2007

26 de agosto de 2007

Cracks de la Comedia (4). Sam Kinison

Les presento a un predicador pentecostal que cambió sus hábitos por otros peores, y decidió dedicarse a la comedia. Llegó a ser uno de los humoristas más influyentes gracias a dos cosas: su ira contagiosa y su muerte prematura. Era un buen cristiano, además de un heavy alcohólico, drogadicto, y machista. Lo que viene siendo un reverendo hijo de puta.

Dejen de mandar comida al Tercer Mundo. Manden otras cosas, como, no sé, cajas y demás. Que vaya un tío allí y les diga: “Hey, íbamos a cruzar 1.000 kilómetros de desierto con vuestra comida, pero se nos ha ocurrido que para terminar con el hambre en el mundo podéis iros ¡¡¡A DONDE ESTÁ LA COMIDA!!! ¡¡¡VIVÍS EN EL PUTO DESIERTO!!! ¡¡¿POR QUÉ COÑO NO OS VAIS A DONDE LA COMIDA CRECE EN LOS PUTOS ÁRBOLES?!!"


Nació en Washington en 1953, y creció en Peoria, Illinois, lugar en el que por lo visto se respira la mala hostia, que tuvo su propia guerra contra la Unión (bueno, más o menos), y que además de Kinison ha hecho aportaciones a la sociedad de la categoría de Dan Simmons, las grúas Caterpillar, Camryn Manheim, los Mudvayne, mi amigo Brian, y otro Crack de la Comedia: Richard Pryor.


Respirando ese ambiente, fertilizante como el estiércol, el jovencito Sam siguió los pasos de su padre y se dedicó a hacer correr la palabra del Señor de iglesia en iglesia. Sabemos que ese tipo de ministerio protestante permite el matrimonio, pero no cómo eran su madre y su santa primera esposa, y si ellas podrían explicar por qué Kinison era un misógino recalcitrante, dijera lo que dijera. Su primer divorcio hizo que lo obligaran a dimitir como predicador, y eso le llevó al alcohol y a la comedia.

Sé que algún día conoceré a la mujer perfecta. Ya saben, esa clase de mujeres que son tus amigas, tus compañeras... son tan buenas que asustan. Yo he conocido a mujeres que no mienten, no te ponen los cuernos, son encantadoras, maravillosas, leales, comprometidas, siempre están para lo que necesites... pero hacen una cosa muy puñetera: van engordando entre 2 y 3 kilos al año. No es que te des cuenta al principio, pero 9 o 10 años después te das cuenta de que estás viviendo con su madre.


Con el tiempo se hizo amigo de Rodney Dangerfield, que lo introdujo en el ambiente cómico de clubs y ojeadores, donde fue descubierto por David Letterman (capullo sin gracia), que en 1985 le dio su primera oportunidad en la televisión nacional con una célebre presentación: “Es uno de los cómicos más extravagantes que hay en activo, y uno de los más originales. Agárrense. Y va en serio. Con ustedes, Sam Kinison”. En aquella aparición dio a conocer de un golpe lo que iba a ser su personalidad como stand-up hasta el último día: un rencor existencial que comparte con casi todos los cómicos de los 80 –alguien diría que con casi todos los cómicos, punto–, un odio malo hacia la mujer, por culpa de supuestas malas experiencias sentimentales, un toque de comedia del insulto –fueron varias las ocasiones en las que se pegó con algún espectador– y una mala uva crónica que exteriorizaba con su famoso grito importado del heavy, que se convirtió en su marca de la casa. Ah, y sobre todo, Jesús.




A partir de aquello ganó popularidad en el mundillo, donde hizo grandes amigos, como Chris Rock, que siempre lo cita como uno de sus maestros. Kinison apareció varias veces más en Letterman (despreciable gusano), así como en Saturday Night Live, el show de su amigo Howard Stern, o en In Living Color, donde hacían un sketch llamado The Kinisons en el que toda la familia era exactamente igual que él. ¿Cuántos cómicos conocen que tengan una personalidad tan distintiva como para eso?

Además de en la comedia, Kinison se hizo una cuadrilla de borrachos y farloperos como él en el mundo del rock duro, al que era muy aficionado. En algunos de sus espectáculos iba acompañado por una banda de jevilongos que subrayaban los punchlines con riffs crujientes y le daban el pie para sus inconfundibles gritos de Satanás, sentando precedente para otros cómicos, como Jim Breuer, que han adoptado ese esquema. Para demostrar que sabía de qué iba el jevi, Kinison grabó esta versión del Wild Thing, bastante infame, en la que está rodeado de la plana mayor del rock de los 80.

Hizo algunas intervenciones en películas puferas, y su mayor oportunidad en el mundo de la tele llegó cuando fue propuesto para hacer de Al Bundy en Matrimonio con Hijos. Como era de esperar, los astutos ejecutivos de la FOX pensaron que Kinison sería demasiado heavy para sus recoletos espectadores y demasiado intratable para sus compañeros de trabajo, y le dieron el papel a otro. Ironías de la vida: para evitar que algo así volviera a pasar, Kinison dejó el alcohol y decidió darle una nueva oportunidad a las mujeres que tanto despreciaba en su act. Se casó por tercera vez, y seis días más tarde un conductor borracho lo mató en la carretera. Era el 10 de abril de 1992.



Pueden ver más cosas de Sam Kinison aquí.

En el capítulo anterior, Sarah Silverman, y en el siguiente, George Carlin.

21 de agosto de 2007

14 de agosto de 2007

Argentino cabrón

Qué sorpresa me he llevado cuando he visto que alguien ha tubeado las gloriosas llamadas telefónicas de un argentino cabrón, un reverendo forro de las ondas que recibe el título de Dr. Tangalanga.

Ahí donde lo ven, a sus 91 años de puto, todo el act de este petiso consiste en tocar la moral por vía telefónica a todo cuanto se le pone por el medio a él o a cualquiera de sus admiradores. A saber, si yo tengo un vecino cuya perra no para de ladrar y me tiene toda la noche agarrado a la lámpara, puedo hacer dos cosas: una, llamar a su puerta y cagarlo a trompadas, con el consiguiente riesgo para su salud; otra, consignar al Dr. Tangalanga, nacido Julio Derizio, para que lo llame desde un teatro y se cague en la puta que lo parió de parte nuestra. Mucho más sencillo.



Otros llamados son un vendedor de cedés truchos, un colombófilo (o puto, es todo lo mismo), un boludo que aparca como el culo, o un tano hilarante que no deben perderse. Cuando no hay quejas de particulares, el doctor se dedica a llamar a anuncios de contactos gays para preguntar por el tamaño de las pijas, o a líneas de tarot para putear al personal, o que le rompa el orto una umbandista violenta. Ocasionalmente Tangalanga se topa con la horma de su zapato y recibe una respuesta a su altura; es el caso del encargado genial de una canchita para nenes.

Tangalanga empezó a gastar bromas para entretener a un amigo convaleciente. Años después, retomó la afición para entretenerse él mismo mientras se curaba una hepatitis. Fue ganando adeptos y decidió hacer lana con ello, porque el que no es cojo es puto para alimentarse, y Tangalanga no es puto, sino reputo. En la actualidad lo llaman desde los países vecinos a su Argentina para que vaya allá a joder, mostrándoles toda la mala leche de la que un bonaerense es capaz, y eso es mucha y muy agria.

Además de en su web, emuleando encontrarán carros y carros de emepetreses con la mierda de este ilustre sorete. Disfrútenlos. Y si tienen problemas con el idioma, acudan al diccionario.

12 de agosto de 2007

El Ubernerdo

Me voy de parranda con mi nueva camiseta de Lost, con el emblema de la Estación 3, el Cisne. Mis colegas me llaman friki numerosas veces, como era de esperar. A las tantas, en un bar, veo por el rabillo del ojo a un tipo parado delante de mí, mirándome, alucinado. Una amiga suya pasa junto a él y él la agarra por el brazo señalándole mi pecho. Ella me mira, ve la camiseta... y se pone de rodillas. Y me alaba, literalmente, allí en medio.

Me doy cuenta de que no sólo llevo la camiseta de un nerdo, un atuendo friki de un gafapasta vulgar. Al contrario, ésta es una prenda capaz de doblegar la friquez de las masas por donde quiera que vaya. Llevo la camiseta de un Nerdo Supremo hecho con partes de nerdos inferiores. Como un Darth Vader de la Dharma Initiative capaz de controlar voluntades con un gesto de su mano. Esta noche, soy el Ubernerdo.

Mis amigos se descojonan de mí y noto que miran la escena con una mezcla de incredulidad, ternura y profunda lástima. Ellos, al igual que la mayoría, son toydarianos a los que mi poder no afecta. Pero sus días como especie dominante están contados. Dentro de poco, los nerdos dominarán la Tierra.

10 de agosto de 2007

Naturaleza en tres actos

Pueden saltarse los dos primeros minutos. El resto es impresionante.

Cosejo para cortometrajistas: respeten los tiempos y la estructura de este vídeo y no les saldrá un corto malo.

6 de agosto de 2007

La Jungla 4.0, o James Cameron contra el Síndrome del Gemelo Albino

La Jungla 4.0 mola bastante. John McClane es uno de los mejores anti-antihéroes de la Historia del Cine, con su permanente gesto de estar intentando besarse la ceja, y la peli además tiene muchas cosas: hostias como chapatas, un chaval nuevo que trabaja muy bien, un malo brincador de esos que los franchutes han puesto de moda, un avión de vuelo vertical, tiros y explosiones a dolor, una tía buena mala, una realización cojonuda –de un estilo que cada día me interesa más–, una foto del carajo, y un cameo jugón de Kevin Smith. ¿El guión? Y qué más da, yo sólo me fijo en lo importante.

Porque ténganlo claro: si quieren un guión, apúntense a los homenajes a Bergman y Antonioni, y después tengan una muerte dura. La Jungla es para ver cómo un calvo cincuentón de resaca derriba un helicóptero con un coche destrozado y luego dice: “me había quedado sin balas”. No es espoiler, está en el trailer. Y aunque lo fuera, no importaría. Seguiría teniendo el oscuro atractivo de la destrucción, que hace que nos partamos la caja viendo a un niño japonés fostiarse con un columpio.

Eso es esta película. Acción salvaje –créanme: salvaje– y los one-liners maravillosos para los que existen los guionistas, no se engañen. No han cobrado por inventar una premisa (que está sacada de un artículo de Wired), ni por crear los personajes (que son de una novela), ni por escribir secuencias de acción, que para eso está el director en este caso. Tampoco han diseñado los pasatiempos cachondos que iban cayéndoles encima a Zeus y McClane en la anterior, porque aquí, de eso, cero. Cero y uno, más bien: parafernalia informática y cientos de interfaces indescifrables diseñadas para todos los planos de ordenadores por alguien que estoy seguro de que ha cobrado más de lo que ha valido el guión.

Les digo lo que han hecho los guionistas en ésta: escribir una cadena de escenas que no cualifican ni como subtrama, pobladas por personajes inútiles destinados a suministrar toda esa información que la convención dice que hay que dar, pero que, seamos sinceros, a nadie le importa un cojón. Quién es el malo, de dónde sale, por qué hace lo que hace, qué le hace odiar a McClane y todas esas pijadas que separan una mano de hostias de la siguiente. ¿Cuándo se darán cuenta de que nos trae al pairo que Jeremy Irons fuese hermano de Alan Rickman, de que ése es el momento ridículo de una peli que por lo demás era cojonuda? ¡Éste va a ser el único género en el que los productores nos toman por más listos de lo que somos! Que no, señores. No me importan las motivaciones, los conflictos, los antecedentes ni la exposición argumental. La única exposición que me interesa es la que ha usado Simon Duggan para conseguir ese look tan molón. Miren qué luz:





Es una especie de puesta al día cool y sofisticada de la luz nocturna de James Cameron, cuya sombra es muy alargada, valga la expresión. Esa iluminación tan clasicona que llamo luna americana. Recuerda a la noche americana, pero sin el teñido, dando a la película una textura de luna llena casi iridiscente, todo gracias, claro está, al intermedio digital. La cosa ya venía de Terminator 2, pero Russell Carpenter la clavó en True Lies y más extensamente en Titanic. Tengan en cuenta que Cameron, dejando a un lado sus revoluciones sucesivas de la industria de los FX y su querencia por los cyborgs, es un clasicorro. Por Dios, ¡si todavía usa retroproyecciones!

El caso es que la influencia de Cameron se ve en cada rincón de La Jungla 4.0, no sólo en la dirección de fotografía. Para empezar: ¿alguien duda a estas alturas que John McClane tiene un endoesqueleto de metal? Si eso les sabe a poco, deben saber que cuando vean esta película sufrirán una cierta sensación de déjà-vu, pero de uno retorcido, rebuscado, que no les impedirá disfrutar de ella. Por ejemplo, la premisa la conocen, aunque no sepan de qué va, porque ya se la han visto a Cameron: un tipo duro tiene que proteger a un niñato insoportable que por algún motivo es de extrema importancia; cierto antagonista lo quiere muerto, y ha mandado tras él a un asesino que es casi un número de circo con piernas. ¿Les suena? ¿No? Veamos. El chaval es tan valioso porque es el único capaz de evitar un caos informático que amenaza con provocar el Apocalipsis de la sociedad moderna. ¿Alguien dijo Skynet? ¿No? ¿Trillado? Puede ser. Ya comenté antes que McClane se cepilla un helicóptero en pleno vuelo con un coche de policía; si recuerdan en Terminator 2 el T-1000 hacía algo parecido con una moto, también de policía. ¿Les dice algo un avión de despegue vertical persiguiendo a un vehículo pesado y de paso remodelando el casco urbano? ¿Un tío rompiendo la ventanilla de un coche con el puño? En fin, hay más. Búsquenlas ustedes. Pero que conste que el fotograma que ven junto a este párrafo no es de Terminator. Es de La Jugla 4.0.

Además, hay una cosa que Cameron domina, y Len Wiseman no. Los tamaños. Cameron es un maestro de la desproporción de elementos, y no me refiero a los grandes camiones, ni a los transatlánticos insumergibles, ni a los bíceps de Linda Hamilton. Hablo de las escenas de acción, y de las expectativas que crea con ellas, y en especial con los obstáculos del héroe, con los malos de final de fase. Ya saben, como en los viejos arcades: al final de cada parte hay un malo que nos hacía meter decenas de monedas de cinco duros y golpear con ansiedad la tecla de 1P para continuar, porque era un cabrón difícil de matar. Como digo, Cameron es un crack en eso, y sabe no defraudar las expectativas creadas por un antagonista sublime, empleando su tiempo en terminar con él. En eso es en lo que falla La Jungla 4.0.

Sufre lo que llamo el Síndrome del Gemelo Albino. Seguro que tienen la desgracia de recordar Matrix Reloaded, y lo hacen con mi misma amargura de lo que pudo haber sido y no fue. Allí había un par de gemelos albinos, de apariencia y aparición espectaculares, que parecía que estaban llamados a convertirse en los rompepelotas de la trilogía. Eran un genuino malo de cómic, sabían kung-fu, eran metrosexuales, atravesaban paredes y no había cristo que les pusiera una mano encima. Cinco minutos después estaban muertos. Y morían de manera tontorrona e imprecisa, después de media docena de cámaras lentas exasperantes, en el que es sin duda el peor plano de aquella película, y seguramente el peor momento de toda la trilogía. Pues bien, en La Jungla 4.0 los grandes retos dramáticos de los personajes, en especial esos malos de final de fase, se solucionan de forma algo parecida: demasiado pronto y con una facilidad decepcionante.

Pero no me entiendan mal. Las escenas de acción son una locura, espectaculares a más no poder, realizadas como es debido y, por supuesto, con una post-producción del carajo vivo. Y eso es lo más parecido a una crítica cinematográfica que leerán ustedes por aquí. Resumiendo, la peli les merecerá la pena si no son ustedes unos estirados que van al cine a ver una de tiros y se molestan si no les dan un guión profundo, si no son de los que entran en un McDonalds y piden una lubina a la espalda. No se me confundan. A la Jungla uno va a lo que va, que es a temer por su vida. Y a ver animales salvajes, cazadores y presas, mosquitos como helicópteros, monos haciendo piruetas y un calor asfixiante, que para eso es cine de verano.

2 de agosto de 2007

!!!

"El cantante británico achaca las pobres ventas de su último álbum 'The Captain & The Kid' a las descargas en la Red".

¿Se imaginan?

Los editores de enciclopedias piden que se cierre la Wikipedia.

Los editores de libros piden que se cierren las bibliotecas.

Los fabricantes de coches piden que se cierre el metro.

Los dueños de hoteles piden que se cierren los cámpings.

Los productores de Padre de Familia piden que se cierre Los Simpson.

Los fabricantes de camas de rayos UVA piden que se cierren las playas.

Los fabricantes de artículos de regalo piden que se cierre China.

... etc.

La noticia, aquí.