El Día de la Tierra
Llevo unas semanas bastante ocupado, y no tengo demasiado tiempo para el blog, así que no me queda otra que postear con material ajeno. Traducción del menda, eso sí. Si me conoces, comprenderás lo irónico que resulta eso.
Los que me conocen saben que los "Día de" me parecen un descarado píldorazo de soma encaminado a atemperar nuestras múltiples malas conciencias, en una sociedad como la nuestra en la que vamos teniendo tantas como canales de televisión. Por lo visto mañana es el Día de la Tierra, y en lugar de escribir sobre el tema, lo cual me aburre sólo de pensarlo, os pongo la opinión de Bill Maher, uno de mis ídolos. Es bastante más conciliadora que la mía, y si conocéis a Bill Maher comprenderéis lo irónico que resulta eso. Salud.
A partir de ahora, el Día de la Tierra debería ser durante todo el año. Y para empezar, a partir del lunes el dependiente del supermercado va a tener que dejar de coger esa garrafa de detergente que tiene un asa y meterla para mí en una bolsa de plástico. No es que quiera decirle cómo tiene que hacer su trabajo, pero “¿ves ese asa con la que has cogido la garrafa? Pues resulta que puedo usar esa misma asa para llevar el detergente hasta mi coche; y ya que estamos, deja de meter mi licor en una bolsita de papel para luego meterla en la bolsa grande con el resto de mis cosas. ¿Qué pasa, que crees que mi comida va a pensar peor de mí si sabe que bebo? Mira, al brócoli no le importa y los condones ya lo saben”.
Albert Einstein dijo: “si las abejas desapareciesen de la superficie del planeta, al hombre no le quedarían más de cuatro años de vida”. Sin abejas no hay polinización, sin plantas no hay animales y sin animales no hay hombres. ¿Saben qué? Las abejas están desapareciendo. En cantidades masivas. En todo el mundo. Y si creen que soy alarmista, y que “bah, ya encontrarán una forma de polinizar las plantas”. Pues no. Y lo han intentado. Pero para gran parte de lo que comemos, sólo sirven las abejas. Y ya no lo hacen. Ya no hay. Se llama “desorden del colapso de las colonias”. Cuando los habitantes de la colmena desaparecen de repente, y lo único que queda es una reina y algunos zánganos inmaduros. Como cuando se termina una fiesta en casa de Elton John.
Yo creo que somos nosotros los que tenemos el desorden del colapso de las colonias. Porque a pesar de que nadie sabe con seguridad qué es lo que está acabando con las abejas, sabemos que no es Al-Qaeda, ni es Dios haciendo un numerito del Viejo Testamento. Y no es Winnie-the-Poo. Somos nosotros. Podrían ser los pesticidas, o los alimentos modificados genéticamente, o el calentamiento global, o el jarabe de glucosa con el que las alimentamos ahora. Hace poco se ha descubierto que las abejas no vuelan cerca de los teléfonos móviles. Sus radiaciones electromagnéticas afectan a los sistemas de navegación de las abejas, impidiéndoles volar. Así que gracias, bocazas-de-la-cola-del-Starbucks, nos has matado. Es la forma que tiene la Naturaleza de decir: “¿ahora me oyes?”.
La semana pasada pregunté: “para acabar con el calentamiento global, ¿dejarías de usar el mando a distancia de la tele, y volverías a levantar el culo gordo cada vez que quisieras cambiar de canal? Si ahora hay que elegir entre los teléfonos móviles y las abejas, ¿preferiremos matarnos a base de contarnos chorradas por teléfono? ¿Seguiremos diciéndonos que no necesitamos solucionar los problemas medioambientales, porque nos podemos adaptar a ellos? ¡Construyamos diques en lugar de frenar la subida del nivel del mar! No te molestes en salvar a las especies marinas, dedícate a comer las medusas y la escoria que no se muere con nada, como hacen en los restaurantes chinos.
¿Sabes? A lo mejor no necesitas hablar tanto por el móvil. A lo mejor no necesitas una bolsa cuando te compras un llavero. En EEUU se tiran diez billones de bolsas de plástico al año, y todas tardan mil años en descomponerse. Los hijos de los hijos de tus hijos no sabrán quién eras, pero sí sabrán que una vez compraste unas pilas en un todo-a-cien, porque la bolsa todavía estará en la rama de un árbol. Salvo que no habrá árboles.
El domingo es el Día de la Tierra. Por favor, vamos a hablar en serio de los pájaros y las abejas... porque sin abejas, los humanos nos convertiremos en canarios en una mina. Y no valemos para canarios, porque ya nos hemos convertido en ovejas.
Los que me conocen saben que los "Día de" me parecen un descarado píldorazo de soma encaminado a atemperar nuestras múltiples malas conciencias, en una sociedad como la nuestra en la que vamos teniendo tantas como canales de televisión. Por lo visto mañana es el Día de la Tierra, y en lugar de escribir sobre el tema, lo cual me aburre sólo de pensarlo, os pongo la opinión de Bill Maher, uno de mis ídolos. Es bastante más conciliadora que la mía, y si conocéis a Bill Maher comprenderéis lo irónico que resulta eso. Salud.
A partir de ahora, el Día de la Tierra debería ser durante todo el año. Y para empezar, a partir del lunes el dependiente del supermercado va a tener que dejar de coger esa garrafa de detergente que tiene un asa y meterla para mí en una bolsa de plástico. No es que quiera decirle cómo tiene que hacer su trabajo, pero “¿ves ese asa con la que has cogido la garrafa? Pues resulta que puedo usar esa misma asa para llevar el detergente hasta mi coche; y ya que estamos, deja de meter mi licor en una bolsita de papel para luego meterla en la bolsa grande con el resto de mis cosas. ¿Qué pasa, que crees que mi comida va a pensar peor de mí si sabe que bebo? Mira, al brócoli no le importa y los condones ya lo saben”.
Albert Einstein dijo: “si las abejas desapareciesen de la superficie del planeta, al hombre no le quedarían más de cuatro años de vida”. Sin abejas no hay polinización, sin plantas no hay animales y sin animales no hay hombres. ¿Saben qué? Las abejas están desapareciendo. En cantidades masivas. En todo el mundo. Y si creen que soy alarmista, y que “bah, ya encontrarán una forma de polinizar las plantas”. Pues no. Y lo han intentado. Pero para gran parte de lo que comemos, sólo sirven las abejas. Y ya no lo hacen. Ya no hay. Se llama “desorden del colapso de las colonias”. Cuando los habitantes de la colmena desaparecen de repente, y lo único que queda es una reina y algunos zánganos inmaduros. Como cuando se termina una fiesta en casa de Elton John.
Yo creo que somos nosotros los que tenemos el desorden del colapso de las colonias. Porque a pesar de que nadie sabe con seguridad qué es lo que está acabando con las abejas, sabemos que no es Al-Qaeda, ni es Dios haciendo un numerito del Viejo Testamento. Y no es Winnie-the-Poo. Somos nosotros. Podrían ser los pesticidas, o los alimentos modificados genéticamente, o el calentamiento global, o el jarabe de glucosa con el que las alimentamos ahora. Hace poco se ha descubierto que las abejas no vuelan cerca de los teléfonos móviles. Sus radiaciones electromagnéticas afectan a los sistemas de navegación de las abejas, impidiéndoles volar. Así que gracias, bocazas-de-la-cola-del-Starbucks, nos has matado. Es la forma que tiene la Naturaleza de decir: “¿ahora me oyes?”.
La semana pasada pregunté: “para acabar con el calentamiento global, ¿dejarías de usar el mando a distancia de la tele, y volverías a levantar el culo gordo cada vez que quisieras cambiar de canal? Si ahora hay que elegir entre los teléfonos móviles y las abejas, ¿preferiremos matarnos a base de contarnos chorradas por teléfono? ¿Seguiremos diciéndonos que no necesitamos solucionar los problemas medioambientales, porque nos podemos adaptar a ellos? ¡Construyamos diques en lugar de frenar la subida del nivel del mar! No te molestes en salvar a las especies marinas, dedícate a comer las medusas y la escoria que no se muere con nada, como hacen en los restaurantes chinos.
¿Sabes? A lo mejor no necesitas hablar tanto por el móvil. A lo mejor no necesitas una bolsa cuando te compras un llavero. En EEUU se tiran diez billones de bolsas de plástico al año, y todas tardan mil años en descomponerse. Los hijos de los hijos de tus hijos no sabrán quién eras, pero sí sabrán que una vez compraste unas pilas en un todo-a-cien, porque la bolsa todavía estará en la rama de un árbol. Salvo que no habrá árboles.
El domingo es el Día de la Tierra. Por favor, vamos a hablar en serio de los pájaros y las abejas... porque sin abejas, los humanos nos convertiremos en canarios en una mina. Y no valemos para canarios, porque ya nos hemos convertido en ovejas.