La luz verde a esta enmienda responde a un encadenamiento de casualidades y de despropósitos en su tramitación parlamentaria. En primer lugar, porque fue aprobada por todos los grupos a excepción del PSOE, por iniciativa de los partidos que integran el tripartito catalán, con el PSC a la cabeza, en contra del Gobierno, que se ha comprometido a fijar el controvertido canon para contentar a artistas y autores.
Para colmo, el grupo parlamentario popular reconoció que había votado erróneamente a favor de la enmienda, porque su intención era justamente la contraria, según desveló la portavoz de Cultura del PP.
No suelo recomendar otros blogs, pero éste que me enseña Hanasu es tan delicioso que no me he podido resistir.
Se trata del diario de una neoyorkina que, en mitad de un viaje en Vespa a través de los Estados Unidos (!), se enamoró del paisaje de Wyoming y decidió quedarse allí, con su gato, en una cabaña de madera, en medio de la nada. Al poco tiempo adoptó un coyote huérfano (!!), de diez días de edad, con el que vive desde entonces. Si no son ustedes muy anglolectores pueden disfrutar de las fotos, que el animal es adorable. Es The Daily Coyote.
Comprarse un niño. Hay gente que las pasa canutas para adoptar un bebé en el infierno del Tercer Mundo, o en ese purgatorio industrial llamado China. Cuesta un ojo de la cara y la mitad del otro huevo, y total, ¿para qué? Para alimentar un sector servicios gubernamental que proporciona niños (niñas, por lo común) a precio de soborno militarizado. Que les zurzan, pongámoslos a la venta aquí. Que los chinos y chinas que vienen aquí, inmigrantes dignos y trabajadores, se dejen de copiar cedés en un subterráneo y empiecen a copiar chinos. Que sustituyan sus torres de tostar por colchones de los que fabrican sus primos en ese polígono de Fuenlabrada, y se pongan al tajo en grupos de 50. Lo vi hacer en una película. Además, en el Rastro quedan tres metros cuadrados libres en los que caben dos puestos de bebés chinitos, a 2.000 euros el kilo, que es bastante menos de lo que pagan los abnegados padres por una adopción en origen. Mercado libre: ¿no queremos arroz? Pues taza y media. Así nos quitamos de en medio toda esa escoria virulenta de oficiales y suboficiales y capos del Partido que supervisan ese comercio chino de la carne, que no es pollo ni ternera sino niña tierna, de hecho mucho más tierna que la que se vende al sur, en Indonesia. Que Mercamadrid abra un chiringo de importación, y a tomar por el saco. Entreguemos China al Capital de una vez por todas, y que los pobres labriegos del arroz, cuyas tierras de cultivo han quedado a varios metros por debajo del agua en la presa de las Tres Gargantas, le puedan regalar un futuro a sus hijas. Hay miles, qué digo miles, cientos de parejas que desean tener una pequeñina asiática a la que querer con todo su corazón y sus carteras, y llevarla de paseo al Corte Inglés para que aprenda lo que es el Primer Mundo. Si un padre, en cualquier lugar del planeta, es capaz de vender a su hijo, es que vive en tal caldera de desesperación que la mera intención debería hacer comprender por qué su hijo merece ser vendido. Bien sea por la desidia de un padre borracho o maltratador, o por la rendición de quien sabe que no hay futuro para su criatura con él, ese niño merece ser el objeto de una transacción económica sincera, regulada por Hacienda, a la vista de todos, y no de esa pantomima burocrática y en general dictatorial –valga la expresión– en la que consisten los sistemas de adopción tercermundistas, en especial el chino. De esa manera, todos ganan: los padres ahorran un valioso tiempo en papeleos, y por cada factura hay una niña salvada de la miseria. Y aprovechen las ofertas.
Prohibir los Juegos Paralímpicos. Vaya gilipollez lo del afán de superación de un saltador multi-amputado que es capaz de manejar una pértiga con la nasal. Lo único que ha superado esa persona es el sentido común. Créanme, respetables tullidos: no necesitan demostrar nada. Es una putada su problema, de eso no hay duda, pero no lo es menos por el hecho de tener una medalla de bronce en anillas sin brazos. El único modo en que eso va a repercutir en sus vidas es que tendrán que entrar en los sitios de canto, porque los hombros no les cabrán por el marco de la puerta. En cuanto a los efectos psicotrópicos de una hazaña física (aquello de superar la depresión que arrastran desde aquel accidente) pueden ser suplidos con medicación, o con una sencilla terapia psicológica. Bueno, retiro lo de sencilla. Pero de verdad, tienen que saber que no son más válidos por ganar una medalla en tiro al plato disparando con el omoplato. ¿Se dan cuenta de que si una persona con miembros hiciera eso, sería en Jackass? Es ahí a donde pertenecen ese tipo de logros, a los programas que los desgraciados normales vemos para sentirnos agradecidos por nuestra cordura, o por nuestra miserable vida. ¿Saben en qué cuatro países se celebraron las primeras cuatro para-olimpiadas, en los años 60 y 70? Italia, Japón, Israel y Alemania. ¿Alguien más ve un patrón, un cierto complejo, la necesidad de lavar una mala conciencia por algún oscuro pasado? En serio, un ciego no es mejor persona por ganar un premio al mejor paquete en una competición ciclista. Y aunque así fuese, el camino no es repetir las estupideces atléticas que llevan a cabo los humanos completos –en el sentido físico y salvando la circuncisión– entre flashes fotográficos y jueces de línea vestidos de chiste. Algo así sólo sería comprensible si tanto esfuerzo sirviese para algo de verdad. Hagamos unas olimpiadas en las que un señor sin brazos ni piernas tenga que nadar por su vida contra la succión de las hélices de un trasatlántico. Eso sí merecería una medalla, joder.
El turismo sexual. Cuando uno va de vacaciones lo que busca son varias cosas: conocer nuevos horizontes –en el sentido literal y en el figurado–, relacionarse con gente de la manera más placentera posible, relajar tensiones vitales del modo más ameno al alcance, quizá hacer algo de ejercicio, comerse cosas exóticas y que lo follen a uno hasta borrarle la memoria. Adelante, háganse los estrechos, pero es así. Un modo de viajar que hasta hace poco era típico de la gente joven y de los países protestantes se está generalizando ahora de forma tanto geográfica como demográfica; los viajeros ibéricos, que han accedido hace poco a la pela y a la modernidad moral, la gente madura y en especial las mujeres, que ahora viajan solas y sin permiso del marido –ni puta falta que hace–, recorren el mundo frenéticos, frotándose contra los troncos de las palmeras. Es natural, es divertido, está bien. No debería escandalizar a nadie que las alumnas de tercero de trabajo social viajen a Cuba después de los exámenes a probar el dulce mango del trópico, a retozar con la anaconda negra. Los ingleses bajan a la Costa Brava como una estampida de búfalos buscando cachondeo y cabinas de teléfono que destruir. Niñas americanas de universidad bien se van de spring break a Florida, creyendo que es otro país, con el sueño inocente de aparecer en un vídeo porno en internet. Ejecutivos de todo el planeta van al sudeste asiático a sacudirse el estrés laboral en brazos de una hermosa niña de 14 años. ¿Y por qué no hacerlo? Al fin y al cabo, todas esas actividades son sin duda el motor económico de la zona, y por ende un activador inmejorable de la Globalización. Repito: háganse los estrechos. Nieguen en público que les interese este tipo de turismo, no me importa. Pero nieguen que le están dando una vida a muchas personas que, si bien no lo tienen fácil, lo tendrían mucho peor de no ser por el trabajo social que realizan. Sí, Trabajo Social. En una sociedad presidida por el mercado, el mercado gobierna las relaciones sociales, siendo el sexo la más apreciada de ellas, aquí y en la Cochinchina, nunca mejor dicho. Así nacen los lugares de turismo especializados: de playa, de montaña, de ocio, de arte, y de sexo. Sus lugareños se ganan la vida como pueden y tan pronto como lo necesitan. Y hay dos verdades innegables: la primera es que si una niña camboyana tiene posibles para estudiar ingeniería de caminos, no duden que lo hará. Pero no se sorprendan si no es así, y tiene que integrarse a los 13 añitos en el mercado laboral de su lugar de residencia, proceso que, las más veces, empieza por columpiarse en el regazo de un contable cuarentón de Boston (uno que anda siempre por allí). La segunda verdad es que si las autoridades suprimiesen este tipo de negocio, como mucha gente propone, sólo estaríamos hundiendo a esa niña en la miseria, aún más. Somos unos ingenuos peligrosos si creemos que al acabar con el turismo sexual con menores los estamos salvando de una vida puta. Tendrán la misma vida que llevan, pero con 50 dólares al mes de menos, y en lugar de ser vejadas por los turistas se lo harán los adolescentes del lugar, esnifadores de pegamento o lo que gusten hacer en su tiempo libre, porque eso es todo lo que les habremos dejado: tiempo libre. De ese modo las niñas del sudeste asiático perderán una forma de ganarse la vida que además goza de esa cierta etiqueta y buen gusto occidentales, que a la hora de ir de putas siempre es de agradecer. Porstíbulos internacionales. Es el principio rector de nuestros tiempos. La demanda habla y la oferta responde, y eso, y no otra cosa, es la Globalización: ir a joder a los países pobres.
Ya está en pie Elitevisión, un curioso experimento en el que se desmenuzarán, de manera obsesivo-compulsiva, las mejores series de televisión de la Historia de la Humanidad, y otras que nos han reblandecido el seso de un modo u otro. Puede que así se escriba otra entrada de esa nueva Enciclopedia del ocio en la que se está convirtiendo la web 2.0; o quizá que no pase de ser una web curiosa sobre series de televisión hecha por sus espectadores más fieles e incisivos, otra frikada divertida, una pequeña poza de barro perfumado en la que nos revolcaremos con bikinis fosforitos. El tiempo lo dirá.
Usted y yo podremos usar Elitevisión como fuente de conocimientos inútiles, como pasatiempo puro y duro, o para repasar en nuestra cabecita nostálgica algunas joyas de algún pasado remoto, como Historias para no dormir o Monty Python Flying Circus; de nuestra infancia, como McGyver o Los Teleñecos; de la adolescencia, como Al salir de clase y Expediente X; y de ahora mismito, como The Office y Los Soprano. También nos puede servir para descubrir algún que otro tocón televisivo como Carnivàle o Studio 60 que tendrán ahí la atención que no les dio la audiencia. El caso es que se repasarán las series post a post, día a día y capítulo a capítulo. No me digan que no mola.
Tendré el honor de escribir en este invento acompañado por una plantilla de blogueros etiqueta negra, todos mucho más ingeniosos y prolíficos que yo, que irá creciendo con el tiempo, casi con toda seguridad. Como soy un vago de mierda, decidí contribuir con Curb Your Enthusiasm, serie cerrada de 50 capitulos de media hora, y vas que chutas. Pero pocos días después de mi decisión, Larry David firmó una nueva temporada con HBO y la serie vuelve a estar en marcha as we speak. Me pregunto si habré tenido algo que ver. Y si eso les parece la presunción de un gilipuertas, espérense a leer mi post de introducción al universo larridavidiano. Es muy preocupante.
No me gusta revolcarme entre mi porquería, así que lo último que tenía pensado era reabrir la serie de El Enterao. Pero el link que me pasa Mer es tan acojonante que tengo que hacerlo correr. Para salvarme, como cuando uno ve la cinta de vídeo de la niña chunga japonesa trepando fuera del pozo y reptando hacia la cámara. Salvo que en este caso se trata de un cinéfalo incontinente asomando desde las profundidades de su fosa séptica, en la que vive, retoza y es feliz. Un enterao de primer nivel.
Hablamos de la sección de crítica cinematográfica del 20minutos, y de un tipo que, quién sabe, podría ser varios. Pido disculpas de antemano, pero eso no haría más que corroborar mi opinión de que los enteraos forman parte de una mente colmena en la que las bases argumentales y estilísticas se consumen, regurgitan y reciclan para que su producto sea extendido mediante un ansible fétido, una red de cloacas intelectuales. Miren lo que dice de El Ultimátum de Bourne:
"Prototipo estupefaciente del porvenir de un Hollywood ruidoso no devorado por la vacuidad ensordecedora de una nada digital con apéndices automatizados, la nitroglicerínica propuesta de Paul Greengrass se postula orgullosa como modelo a imitar y clavo ardiendo de una dramaturgia adulta, no exenta de funambulismos (y de qué calibre) a todo gas, que languidece en la terquedad epiléptica de un Hollywood de megaespectáculos indecentes".
Tranquilos. Tómense un minuto. No las tengo todas conmigo, pero creo que quiere decir que esta película pertenece a una clase que se va a hacer habitual en Hollywood, esa Albión pérfida y tecnológica, a pesar de que estar "languideciendo" en una "terquedad epiléptica" y la madre que lo parió. Respiren unas cuantas veces dentro de su bolsa de papel, y prosigamos. Sobre Naturaleza Muerta dice:
"Desde la ebullición de una formidable instantánea sociológica que fotografía, desde la límpida nitidez de la alta definición digital, la detonación del drama humano, Jia desglosa paisajes de esa China entre líneas que se intuye detrás de su aniquilación, con el antifaz de un hiperralista Rosselliniano que en verdad destartala las convenciones de la representación naturalista, poblando su filme de entelequias siderales (desde un OVNI que se infiltra en el espacio escénico para ejercer de vaso comunicante entre los dos fragmentos del relato) y alegorías diminutas sobre la encrucijada supravivencial de los inquilinos de un país que circula a velocidad crucero finiquitando su identidad (materializado en la figuración de un cuarteto de actores de la ópera de Pekín pétreos espectadores del surtidor de ruinas y en el funambulista que surca los cielos de la ciudad fantasma en el sobrecogedor plano conclusivo)".
Observen cómo van cayéndosele boñiguitas de sabiduría en forma de lugares comunes de la crítica barata, como "hiperrealista", "roselliniano", "naturalista", "espacio escénico", "vasos comunicantes"... No pregunten y disfruten de ráfagas de redundancia como "límpida nitidez de la alta definición". Eso sí, una "encrucijada supravivencial" no tengo ni puta idea de lo que es. Sobre El Buen Pastor:
"De Niro es incapaz de condensar en tres horas, o casi, el meollo de la cuestión, sucumbiendo a un abordaje netamente epidérmico y de superficie de los entresijos del engendro. Pululan alrededor de Damon un sinfín de perfiles sin sombra, secundarios de lujo fantasmales sin pasado ni futuro que van y vienen sin dejar trazas de identidad a su paso".
Intenten mantener la calma. No sé cómo se puede "sucumbir a un abordaje" sin ser un pirata caribeño, ni cómo se puede llegar a los "entresijos" de algo de modo "epidérmico y de superficie", aunque la falta de profundidad es uno de esos socorridos reproches que siempre se usan. Recuerden que cuando dice que hay "un sinfín de perfiles sin sombra, secundarios de lujo fantasmales sin pasado ni futuro que van y vienen sin dejar trazas de identidad a su paso" está hablando de espías. ¿No es maravilloso? Paciencia, ya queda poco.
"'Wolf Creek' se agarra con fuerza a todos los clichés imaginables del planteamiento sociopatológico, planteando la enésima dicotomía elemental entre el mundo civilizado y esa surete de infracivilización sonde se hacinan los desheredados, los animales antropomorfos, los títeres del salvajismo".
Oh, la prosa. Fíjense que hasta las erratas sirven a esta prosa sensitiva: "esa surete de infracivilización sonde se hacinan los desheredados", no me digan; una sucesión de eses que suenan a serpiente, a criatura que se enrosca sobre sí misma y estruja una argumentación hasta matarla. No conozco a los "títeres del salvajismo", pero no me gustaría encontrarme con ellos en un callejón oscuro. Quizá sufran un "planteamiento sociopatológico" y me planteen una "dicotomía elemental" en el cráneo, como la que debió de tener éste cuando se cayó de la cuna de pequeño.
Si aún les queda bilis les recomiendo su crítica de Death Proof. No tiene precio. Yo voy a tomarme una aspirina.
Les presento a un predicador pentecostal que cambió sus hábitos por otros peores, y decidió dedicarse a la comedia. Llegó a ser uno de los humoristas más influyentes gracias a dos cosas: su ira contagiosa y su muerte prematura. Era un buen cristiano, además de un heavy alcohólico, drogadicto, y machista. Lo que viene siendo un reverendo hijo de puta.
Dejen de mandar comida al Tercer Mundo. Manden otras cosas, como, no sé, cajas y demás. Que vaya un tío allí y les diga: “Hey, íbamos a cruzar 1.000 kilómetros de desierto con vuestra comida, pero se nos ha ocurrido que para terminar con el hambre en el mundo podéis iros ¡¡¡A DONDE ESTÁ LA COMIDA!!! ¡¡¡VIVÍS EN EL PUTO DESIERTO!!! ¡¡¿POR QUÉ COÑO NO OS VAIS A DONDE LA COMIDA CRECE EN LOS PUTOS ÁRBOLES?!!"
Nació en Washington en 1953, y creció en Peoria, Illinois, lugar en el que por lo visto se respira la mala hostia, que tuvo su propia guerra contra la Unión (bueno, más o menos), y que además de Kinison ha hecho aportaciones a la sociedad de la categoría de Dan Simmons, las grúas Caterpillar, Camryn Manheim, los Mudvayne, mi amigo Brian, y otro Crack de la Comedia: Richard Pryor.
Respirando ese ambiente, fertilizante como el estiércol, el jovencito Sam siguió los pasos de su padre y se dedicó a hacer correr la palabra del Señor de iglesia en iglesia. Sabemos que ese tipo de ministerio protestante permite el matrimonio, pero no cómo eran su madre y su santa primera esposa, y si ellas podrían explicar por qué Kinison era un misógino recalcitrante, dijera lo que dijera. Su primer divorcio hizo que lo obligaran a dimitir como predicador, y eso le llevó al alcohol y a la comedia.
Sé que algún día conoceré a la mujer perfecta. Ya saben, esa clase de mujeres que son tus amigas, tus compañeras... son tan buenas que asustan. Yo he conocido a mujeres que no mienten, no te ponen los cuernos, son encantadoras, maravillosas, leales, comprometidas, siempre están para lo que necesites... pero hacen una cosa muy puñetera: van engordando entre 2 y 3 kilos al año. No es que te des cuenta al principio, pero 9 o 10 años después te das cuenta de que estás viviendo con su madre.
Con el tiempo se hizo amigo de Rodney Dangerfield, que lo introdujo en el ambiente cómico de clubs y ojeadores, donde fue descubierto por David Letterman (capullo sin gracia), que en 1985 le dio su primera oportunidad en la televisión nacional con una célebre presentación: “Es uno de los cómicos más extravagantes que hay en activo, y uno de los más originales. Agárrense. Y va en serio. Con ustedes, Sam Kinison”. En aquella aparición dio a conocer de un golpe lo que iba a ser su personalidad como stand-up hasta el último día: un rencor existencial que comparte con casi todos los cómicos de los 80 –alguien diría que con casi todos los cómicos, punto–, un odio malo hacia la mujer, por culpa de supuestas malas experiencias sentimentales, un toque de comedia del insulto –fueron varias las ocasiones en las que se pegó con algún espectador– y una mala uva crónica que exteriorizaba con su famoso grito importado del heavy, que se convirtió en su marca de la casa. Ah, y sobre todo, Jesús.
A partir de aquello ganó popularidad en el mundillo, donde hizo grandes amigos, como Chris Rock, que siempre lo cita como uno de sus maestros. Kinison apareció varias veces más en Letterman (despreciable gusano), así como en Saturday Night Live, el show de su amigo Howard Stern, o en In Living Color, donde hacían un sketch llamado The Kinisons en el que toda la familia era exactamente igual que él. ¿Cuántos cómicos conocen que tengan una personalidad tan distintiva como para eso?
Además de en la comedia, Kinison se hizo una cuadrilla de borrachos y farloperos como él en el mundo del rock duro, al que era muy aficionado. En algunos de sus espectáculos iba acompañado por una banda de jevilongos que subrayaban los punchlines con riffs crujientes y le daban el pie para sus inconfundibles gritos de Satanás, sentando precedente para otros cómicos, como Jim Breuer, que han adoptado ese esquema. Para demostrar que sabía de qué iba el jevi, Kinison grabó esta versión del Wild Thing, bastante infame, en la que está rodeado de la plana mayor del rock de los 80.
Hizo algunas intervenciones en películas puferas, y su mayor oportunidad en el mundo de la tele llegó cuando fue propuesto para hacer de Al Bundy en Matrimonio con Hijos. Como era de esperar, los astutos ejecutivos de la FOX pensaron que Kinison sería demasiado heavy para sus recoletos espectadores y demasiado intratable para sus compañeros de trabajo, y le dieron el papel a otro. Ironías de la vida: para evitar que algo así volviera a pasar, Kinison dejó el alcohol y decidió darle una nueva oportunidad a las mujeres que tanto despreciaba en su act. Se casó por tercera vez, y seis días más tarde un conductor borracho lo mató en la carretera. Era el 10 de abril de 1992.
Qué sorpresa me he llevado cuando he visto que alguien ha tubeado las gloriosas llamadas telefónicas de un argentino cabrón, un reverendo forro de las ondas que recibe el título de Dr. Tangalanga.
Ahí donde lo ven, a sus 91 años de puto, todo el act de este petiso consiste en tocar la moral por vía telefónica a todo cuanto se le pone por el medio a él o a cualquiera de sus admiradores. A saber, si yo tengo un vecino cuya perra no para de ladrar y me tiene toda la noche agarrado a la lámpara, puedo hacer dos cosas: una, llamar a su puerta y cagarlo a trompadas, con el consiguiente riesgo para su salud; otra, consignar al Dr. Tangalanga, nacido Julio Derizio, para que lo llame desde un teatro y se cague en la puta que lo parió de parte nuestra. Mucho más sencillo.
Otros llamados son un vendedor de cedés truchos, un colombófilo (o puto, es todo lo mismo), un boludo que aparca como el culo, o un tano hilarante que no deben perderse. Cuando no hay quejas de particulares, el doctor se dedica a llamar a anuncios de contactos gays para preguntar por el tamaño de las pijas, o a líneas de tarot para putear al personal, o que le rompa el orto una umbandista violenta. Ocasionalmente Tangalanga se topa con la horma de su zapato y recibe una respuesta a su altura; es el caso del encargado genial de una canchita para nenes.
Tangalanga empezó a gastar bromas para entretener a un amigo convaleciente. Años después, retomó la afición para entretenerse él mismo mientras se curaba una hepatitis. Fue ganando adeptos y decidió hacer lana con ello, porque el que no es cojo es puto para alimentarse, y Tangalanga no es puto, sino reputo. En la actualidad lo llaman desde los países vecinos a su Argentina para que vaya allá a joder, mostrándoles toda la mala leche de la que un bonaerense es capaz, y eso es mucha y muy agria.
Además de en su web, emuleando encontrarán carros y carros de emepetreses con la mierda de este ilustre sorete. Disfrútenlos. Y si tienen problemas con el idioma, acudan al diccionario.
Me voy de parranda con mi nueva camiseta de Lost, con el emblema de la Estación 3, el Cisne. Mis colegas me llaman friki numerosas veces, como era de esperar. A las tantas, en un bar, veo por el rabillo del ojo a un tipo parado delante de mí, mirándome, alucinado. Una amiga suya pasa junto a él y él la agarra por el brazo señalándole mi pecho. Ella me mira, ve la camiseta... y se pone de rodillas. Y me alaba, literalmente, allí en medio.
Me doy cuenta de que no sólo llevo la camiseta de un nerdo, un atuendo friki de un gafapasta vulgar. Al contrario, ésta es una prenda capaz de doblegar la friquez de las masas por donde quiera que vaya. Llevo la camiseta de un Nerdo Supremo hecho con partes de nerdos inferiores. Como un Darth Vader de la Dharma Initiative capaz de controlar voluntades con un gesto de su mano. Esta noche, soy el Ubernerdo.
Mis amigos se descojonan de mí y noto que miran la escena con una mezcla de incredulidad, ternura y profunda lástima. Ellos, al igual que la mayoría, son toydarianos a los que mi poder no afecta. Pero sus días como especie dominante están contados. Dentro de poco, los nerdos dominarán la Tierra.
La Jungla 4.0 mola bastante. John McClane es uno de los mejores anti-antihéroes de la Historia del Cine, con su permanente gesto de estar intentando besarse la ceja, y la peli además tiene muchas cosas: hostias como chapatas, un chaval nuevo que trabaja muy bien, un malo brincador de esos que los franchutes han puesto de moda, un avión de vuelo vertical, tiros y explosiones a dolor, una tía buena mala, una realización cojonuda –de un estilo que cada día me interesa más–, una foto del carajo, y un cameo jugón de Kevin Smith. ¿El guión? Y qué más da, yo sólo me fijo en lo importante.
Porque ténganlo claro: si quieren un guión, apúntense a los homenajes a Bergman y Antonioni, y después tengan una muerte dura. La Jungla es para ver cómo un calvo cincuentón de resaca derriba un helicóptero con un coche destrozado y luego dice: “me había quedado sin balas”. No es espoiler, está en el trailer. Y aunque lo fuera, no importaría. Seguiría teniendo el oscuro atractivo de la destrucción, que hace que nos partamos la caja viendo a un niño japonés fostiarse con un columpio.
Eso es esta película. Acción salvaje –créanme: salvaje– y los one-liners maravillosos para los que existen los guionistas, no se engañen. No han cobrado por inventar una premisa (que está sacada de un artículo de Wired), ni por crear los personajes (que son de una novela), ni por escribir secuencias de acción, que para eso está el director en este caso. Tampoco han diseñado los pasatiempos cachondos que iban cayéndoles encima a Zeus y McClane en la anterior, porque aquí, de eso, cero. Cero y uno, más bien: parafernalia informática y cientos de interfaces indescifrables diseñadas para todos los planos de ordenadores por alguien que estoy seguro de que ha cobrado más de lo que ha valido el guión.
Les digo lo que han hecho los guionistas en ésta: escribir una cadena de escenas que no cualifican ni como subtrama, pobladas por personajes inútiles destinados a suministrar toda esa información que la convención dice que hay que dar, pero que, seamos sinceros, a nadie le importa un cojón. Quién es el malo, de dónde sale, por qué hace lo que hace, qué le hace odiar a McClane y todas esas pijadas que separan una mano de hostias de la siguiente. ¿Cuándo se darán cuenta de que nos trae al pairo que Jeremy Irons fuese hermano de Alan Rickman, de que ése es el momento ridículo de una peli que por lo demás era cojonuda? ¡Éste va a ser el único género en el que los productores nos toman por más listos de lo que somos! Que no, señores. No me importan las motivaciones, los conflictos, los antecedentes ni la exposición argumental. La única exposición que me interesa es la que ha usado Simon Duggan para conseguir ese look tan molón. Miren qué luz:
Es una especie de puesta al día cool y sofisticada de la luz nocturna de James Cameron, cuya sombra es muy alargada, valga la expresión. Esa iluminación tan clasicona que llamo luna americana. Recuerda a la noche americana, pero sin el teñido, dando a la película una textura de luna llena casi iridiscente, todo gracias, claro está, al intermedio digital. La cosa ya venía de Terminator 2, pero Russell Carpenter la clavó en True Lies y más extensamente en Titanic. Tengan en cuenta que Cameron, dejando a un lado sus revoluciones sucesivas de la industria de los FX y su querencia por los cyborgs, es un clasicorro. Por Dios, ¡si todavía usa retroproyecciones!
El caso es que la influencia de Cameron se ve en cada rincón de La Jungla 4.0, no sólo en la dirección de fotografía. Para empezar: ¿alguien duda a estas alturas que John McClane tiene un endoesqueleto de metal? Si eso les sabe a poco, deben saber que cuando vean esta película sufrirán una cierta sensación de déjà-vu, pero de uno retorcido, rebuscado, que no les impedirá disfrutar de ella. Por ejemplo, la premisa la conocen, aunque no sepan de qué va, porque ya se la han visto a Cameron: un tipo duro tiene que proteger a un niñato insoportable que por algún motivo es de extrema importancia; cierto antagonista lo quiere muerto, y ha mandado tras él a un asesino que es casi un número de circo con piernas. ¿Les suena? ¿No? Veamos. El chaval es tan valioso porque es el único capaz de evitar un caos informático que amenaza con provocar el Apocalipsis de la sociedad moderna. ¿Alguien dijo Skynet? ¿No? ¿Trillado? Puede ser. Ya comenté antes que McClane se cepilla un helicóptero en pleno vuelo con un coche de policía; si recuerdan en Terminator 2 el T-1000 hacía algo parecido con una moto, también de policía. ¿Les dice algo un avión de despegue vertical persiguiendo a un vehículo pesado y de paso remodelando el casco urbano? ¿Un tío rompiendo la ventanilla de un coche con el puño? En fin, hay más. Búsquenlas ustedes. Pero que conste que el fotograma que ven junto a este párrafo no es de Terminator. Es de La Jugla 4.0.
Además, hay una cosa que Cameron domina, y Len Wiseman no. Los tamaños. Cameron es un maestro de la desproporción de elementos, y no me refiero a los grandes camiones, ni a los transatlánticos insumergibles, ni a los bíceps de Linda Hamilton. Hablo de las escenas de acción, y de las expectativas que crea con ellas, y en especial con los obstáculos del héroe, con los malos de final de fase. Ya saben, como en los viejos arcades: al final de cada parte hay un malo que nos hacía meter decenas de monedas de cinco duros y golpear con ansiedad la tecla de 1P para continuar, porque era un cabrón difícil de matar. Como digo, Cameron es un crack en eso, y sabe no defraudar las expectativas creadas por un antagonista sublime, empleando su tiempo en terminar con él. En eso es en lo que falla La Jungla 4.0.
Sufre lo que llamo el Síndrome del Gemelo Albino. Seguro que tienen la desgracia de recordar Matrix Reloaded, y lo hacen con mi misma amargura de lo que pudo haber sido y no fue. Allí había un par de gemelos albinos, de apariencia y aparición espectaculares, que parecía que estaban llamados a convertirse en los rompepelotas de la trilogía. Eran un genuino malo de cómic, sabían kung-fu, eran metrosexuales, atravesaban paredes y no había cristo que les pusiera una mano encima. Cinco minutos después estaban muertos. Y morían de manera tontorrona e imprecisa, después de media docena de cámaras lentas exasperantes, en el que es sin duda el peor plano de aquella película, y seguramente el peor momento de toda la trilogía. Pues bien, en La Jungla 4.0 los grandes retos dramáticos de los personajes, en especial esos malos de final de fase, se solucionan de forma algo parecida: demasiado pronto y con una facilidad decepcionante.
Pero no me entiendan mal. Las escenas de acción son una locura, espectaculares a más no poder, realizadas como es debido y, por supuesto, con una post-producción del carajo vivo. Y eso es lo más parecido a una crítica cinematográfica que leerán ustedes por aquí. Resumiendo, la peli les merecerá la pena si no son ustedes unos estirados que van al cine a ver una de tiros y se molestan si no les dan un guión profundo, si no son de los que entran en un McDonalds y piden una lubina a la espalda. No se me confundan. A la Jungla uno va a lo que va, que es a temer por su vida. Y a ver animales salvajes, cazadores y presas, mosquitos como helicópteros, monos haciendo piruetas y un calor asfixiante, que para eso es cine de verano.
Vivimos en un país raro de cojones. Imagino que hay un grado hasta el que se puede decir eso de cualquier otro, pero esta España nuestra tiene que ser otra cosa. Desconozco si en Alemania, China o Francia, por decir, usan una expresión como ésa nuestra, “las dos Españas”. Lo dudo mucho. Los únicos países que se me ocurren donde sí es comprensible un dicho como ése ya no existen o están en vías de desaparición: Yugoslavia, Checoslovaquia, Irak; Sudáfrica podría valer, aunque si hace tiempo que no tenemos la bronca que han llegado a tener allí es debido a que aún no reconocemos a un derechista por el color de su piel, excepción hecha de Zaplana y Julio Iglesias.
Ahora que las generaciones que criaron garras por culpa de la Guerra Civil van muriendo o perdiendo la voz, se puede sentir un clima más civilizado, tampoco hay que negarlo. Basta con leer un periódico de hace 15 años para darse cuenta de que estamos mejor. Sigue habiendo mucho gilipuertas, eso es algo que nunca cambiará, pero la situación general hace pensar que poco a poco vamos avanzando. No se dejen engañar por noticias como la del secuestro de El Jueves. Por fortuna son palos de ciego –valga la expresión, por aquello de la Justicia–, de una de las capas de la sociedad más conservadoras por definición: el funcionariado.
Sí, han leído bien. La decisión de la fiscalía, encargándole a Del Olmo que persiga a una revista como no se hacía desde 1986 no tiene que ver con cuestiones políticas. No me parece que haya que mentar demasiado a la Libertad en este asunto, porque el palo que se ha llevado ha sido de rebote. Sí, coño. La fiscalía ha perseguido de oficio a El Jueves por pura y llana inercia funcionarial. No es extraño: si hay un delito tipificado, el particular no denuncia, y uno es un zombi intelectual que lo único que ha hecho en la vida es aprobar una oposición, algo habrá que hacer. Dicho de otra manera, hay gente que va por la vida cumpliendo las normas al pie de la letra, como si estuvieran redactadas porque sí; hay gente que ha olvidado que las leyes están para proteger a las personas, especialmente a las que no pueden protegerse solas, y la Familia Real, obviamente, no entra en esa categoría. Hay gente que para vivir necesita arbitrariedad, y el funcionariado está lleno de ellas. Y la judicatura, ni les cuento.
La Fiscalía se merece dos hostias, porque podría haberlo dejado correr, como ha hecho con El Jueves en muchas otras ocasiones. Pero el problema de fondo es constitucional: que exista el delito de injurias a la Corona. Un delito que pone a una familia española por encima de todas las demás. No voy a entrar en lo absurdo que es eso; la mayoría de ustedes son republicanos y yo también, y en España hay una sensación generalizada de que la cuestión de la Monarquía es una especie de tópico, un dilema moralmente resuelto; de que España es, en su cogollo, un país republicano y laico que arrastra por la Historia, como dos grilletes, la Monarquía y la Iglesia Católica. Ésa es la razón por la que, si mañana hubiese un referéndum sobre la forma de Estado, la República perdería miserablemente. Pero eso es otro tema.
La viñeta de Guillermo Torres no es de mal gusto. Es una sátira. Tiene bula para ser así. Es algo necesario, de ahí el título del post anterior. La sátira ha de concentrarse en lo feo, en lo negativo. Estoy seguro de que Felipe de Borbón no tiene esos michelines con forma de vulva, y desde luego ni él ni su esposa tienen esas napias de pájaro tropical. El dibujante también lo sabe. Y usted. Y los políticos. Pero la diplomacia logra hacer realidad extremos como que se monte un pollo por una viñeta que a todos los que la han mirado, a todos, les ha dibujado una sonrisa en el rostro. Claro, que unos lo tienen más duro que otros. Pero ya digo que esto no es como un país islámico en el que los que se encabronan por una viñeta lo hacen sinceramente y por simple y llana intolerancia. Aquí es todo una cuestión de etiqueta. Al ciudadano auténtico le gusta reírse, aunque sea de su puta madre. Recuerdan a Gila: “me habéis matado a un hijo, pero lo que me he reído...”. ¿O les parece casualidad que todo el escándalo empezase en un programa de cotilleos?
Es la única explicación de que la blogosfera se haya llenado de viñetas como las que posteé el sábado. Glenclous fue la primera que se hizo eco de ellas en su su blog. A partir de ahí empezaron a linkarlas en otros y en diez o doce foros, hasta que más de diez mil personas se pasaron por aquí para verlas. Parece una muestra de población lo suficientemente grande como para sacar conclusiones. Gente que venía de foros de cachondeo sin adscripción política, y de sitios republicanos y/o de izquierdas, nacionalistas de varias regiones... también de algún partido neocón, de webs de nazis, maldita la gracia, e incluso de un foro de la Menetérica. Y nadie las linkó poniéndolas a parir. Es más: nadie de quien tenga noticia comentó siquiera el fondo de los dibujos... porque no tiene por qué haberlo. Lo que importa es la coña, el chiste, la sátira, la Parodia Nacional, copón. El vistazo, la sonrisa y la vuelta a la página. No hay más. Esas diez mil personas me parecen una muestra de población inmejorable para poder llegar a la conclusión de que llevamos ventaja a los políticos y sobre todo a los jueces, muchos de los cuales todavía no han entendido que la sátira tiene que concentrarse por definición en lo más rastrero de la realidad; en cosas como la Patria, el electoralismo de los 2.500 €, la Iglesia y la Monarquía. La sátira tiene que ser de mal gusto. La sátira que resalta lo positivo de un asunto no es sátira. Es política.
Así que no se asusten, que no hay para tanto, al menos en este caso. Es pura estupidez, la corrección política de siempre. El día que nadie intente callar la boca a un cómico o a un artista, entonces es cuando realmente tendremos que preocuparnos. Vayan preparándose, que ese día está en camino. Hasta entonces, es sencillo: respondan hablando más y más alto a cualquier rama del poder que les quiera callar la boca. Ojo, eso incluye a sus jefes en la oficina, a sus padres y a sus profesores, y ustedes sabrán si a su pareja. Sean gruesos, incorrectos, malévolos. Tengan mal gusto, toquen los cojones. Sean libres.
Al parecer, Zapatero Presidente se propone hacer de la educación infantil española algo universal y público, como el resto del sistema de enseñanza (pública, se entiende), y los medios se han lanzado a comentarlo. Y gracias a tanta cháchara se puede adivinar cuál es la siguiente palabra proscrita, la que tiene los días contados hasta su entrada en esa lista de lo políticamente incorrecto que va creciendo como una hiedra por encima del idioma.
Se trata de guardería. Desde el debate sobre el estado de la Nación he escuchado a varios individuos –e individuas, como diría Pérez-Reverte– que hay que usar “escuelas infantiles” o expresiones similares, ya que guardería es palabra fea. ¿Por qué? Pues verás: un niño no es un objeto que se guarda por ahí, como un abrigo en un armario. Ya está bien de tanta insensibilidad con las criaturas.
Es otro ataque de lo que Enrique Pinti llamaría la izquierda pelotuda; la que lleva el Manual del Talante en la misma mano en la que la derecha lleva el Catecismo, y lo blande contra los demás con la misma falta de juicio. No me entiendan mal: no se me ocurre poner al mismo nivel las dos actitudes, pero coño, ese piloto automático en la ideología ha sido siempre propio de la derecha.
Guardería viene de guardar, que a su vez viene del germánico warde, que significa mirar algo, con atención, como el que supervisa o vigila. No es extraño que mirar se diga guardare en italiano o regarder en francés. No tiene nada que ver, por lo tanto, con lo que creen estos capullos: el guardar de los objetos, al que ha llevado al español ese matiz concreto de "proteger" y "velar por algo", que es, digo yo, lo que se hace con los niños en las guarderías, y no meterlos en un baúl o algo parecido. En resumidas cuentas, la misma estupidez de la que se alimenta esta idea de corrección política que va a terminar por ponernos una mordaza a todos.
Lo digo otra vez: hay una izquierda que es de derechas. No es toda y no lo es todo el tiempo, por fortuna. Pero da más rabia, porque de la derecha uno se espera estas cosas. Se supone que la izquierda es la del progresismo, y para progresar hace falta analizar el estado de las cosas, someterlo a crítica, y cambiar lo que no está bien. Hoy en día la izquierda main-stream va en ese plan, pero saltándose el análisis y la crítica racional, recurriendo a ese libro de estilo prefabricado. Gracias a él se confunden la equivalencia con la igualdad, la naturaleza con la represión, y el respeto con la tolerancia; igual que los fachas confunden la moral con la opinión, la ley con la tradición, lo bueno con lo normal y la familia con su familia.
No sé si en Alemania –o en el mundo anglosajón, donde también se utiliza– hay corrientes de cuasipensamiento que reclamen la eliminación de kindergarten (guardería) del vocabulario, por no tratar a los niños (kinder) como si fuesen algo así como un manojo de nabos que uno planta en el jardín (garten). Aquí sí va a pasar de aquí a un par de años, o esa sensación tengo a juzgar por lo que he escuchado estos días en crónicas y tertulias. A saber qué dirán cuando corra la voz de que mujer viene del latín mulier, -eris, cuyo origen indoeuropeo está arraigado en conceptos como “blando”, “flojo” o “débil”. Fijo que propondrán que eliminemos la palabra mujer del castellano, por perpetuar estereotipos sexistas... o algo así. Amosnomejodas.
Reciclo un minipost antiguo en el que linkaba una lista de cogorzas televisadas sacada de Cracked.com. Quito unas, añado otras y ya tengo post, que ha llegado el verano y el blog me da calor. Además, si las teles pasan material que todo el mundo ha visto ya, por qué no lo voy a hacer yo.
Empezamos con Crispin Glover puesto hasta las patas de algo que le hace querer chutar la cabeza de David Letterman con sus botas de plataforma. Quizá estuviera intoxicado con la misma sustancia que le llevó a pasar de hacer Regreso al Futuro 2. Aunque no le culpo: aquella película fue mucho mejor sin él, y, gracias al globo que lleva en este vídeo, quedó claro para todo espectador serio que Letterman es un insecto despreciable –nunca pierdo oportunidad de insultarlo– incapaz de sacar partido de la situación pero digno de ser abucheado por su propio público.
Vean a Scott Stapp, cantante y afanoso candidato a ídolo de masas. Por si no tienen ustedes el placer, este tipejo era el frontman de Creed, hasta que sus compañeros de banda le dieron una patada en el culo por pesao y por meapilas. Acerca de todo eso despotrica en el vídeo. (Si tienen curiosidad, escuchen a sus ex-compañeros hacer mejor música con otro cantante y bajo otro nombre: Alter Bridge.)
Aquí tienen la razón por la que James Brown se sentía tan bien: estaba mangao perdido. Lo demuestra este intento de entrevista televisiva en la que prácticamente sólo responde usando los títulos de sus canciones y una despreocupada selección de frases de las mismas.
-¿Cómo empezó todo? -Living in Ameeeeeerica.
Por si acaso queda alguien que no lo haya visto, David Hasselhoff tratando de comer una hamburguesa para bajar la turca masiva que lleva encima... y todo delante de su hija, que es quien graba las imágenes hablándole como los niños inteligentes suelen hablar cuando tienen padres imbéciles. En resumen, este vídeo debería ser la próxima campaña del gobierno contra el alcoholismo. Si quieren ver al Hoff hacer el ridículo estando sobrio, aquí pueden.
Éste sí lo ha visto todo el mundo, pero nunca suficientes veces. El nacimiento de una estrella: Fernando Arrabal luciéndose, cocreta perdido, en un programa de Sánchez-Dragó, hablando del milenarismo, cojones ya, que el milenarismo va a llegaaaar. En este vídeo, una de las frases más grandiosas que jamás dio nuestro idioma: “No te sientes en la mesa, que la tiene que sujetar Campillo, si no se vence”.
Observen el colapso de una supernova. Orson Welles, durante su hundimiento, intentando anunciar una marca de champán francés. Yo sufro por el pobre director, y admiro a los dos actores aguantando la risa, imagino que echando mano para ello de su sentimiento de vergüenza ajena.
Para terminar, un bit muy cachondo que han hecho alguna vez en el programa de Craig Ferguson, y que según tengo entendido Buenafuente ha plagiado ampliamente. Miren lo que puede conseguir uno ralentizando las declaraciones de un idiota:
Mi próxima invitada es donde meto el pene mientras pienso en Pamela Anderson.
Jimmy Kimmel.........................
En cierta ocasión David Spade le dio un pequeño consejo a Alec Baldwin antes de una de sus noches como host de Saturday Night Live: Explota tu apariencia –le dijo– en el mundo del cine eres un tipo atractivo, pero en el mundo de la comedia estás increíblemente bueno. En efecto, por algún motivo nos cuesta más reírnos con una persona deseable que con un tipo feo o calvo o gordo o subnormal. Si añadimos que la comedia, como casi todo, es territorio de varones heterosexuales, nos podremos hacer una idea de lo chungo que lo tiene una chica guapa para llegar a algo en el único negocio del mundo en el que las feas lo tienen más fácil.
Las strippers deberían ser modelos de conducta para las niñas, aunque sólo sea porque se depilan el ojo del culo.
Aquella noche el show de Baldwin comenzó con un monólogo para el que se había traído a su propia tía buena: Kim Basinger, que entonces era su esposa, hacía un cameo con ocasión del día de San Valentín. Mientras tanto, a medida que el ambiente bullía como nos cuenta Studio 60, en algún rincón del estudio 8-H del edificio de General Electric en Rockefeller Plaza, una tímida muchachita judía de New Hampshire lloraba sentada en un rincón, con las rodillas apretadas contra el pecho para dar calor a las últimas migas de amor propio que le quedaban en el corazón. Aunque seguro que a la tercera línea de texto de Baldwin ya estaba cocida, puteando a alguien o metida en un guardarropa tirándose a un cómico sin talento (para el caso, Colin Quinn).
El otro día fui con mi novio a ver Brokeback Mountain. Es tan bonita... Aunque mi novio tuvo que cerrar los ojos en la escena de sexo gay. No es que sea homófobo ni nada; es que con los ojos abiertos no consigue correrse.
Ésa es Sarah Silverman, amigos. Una hermosura de 36 años, puñetera, ácida, cruel y despiadada, cuyo mayor atractivo es que desprende inteligencia por los cuatro costados. Está a tiempo de ser la representante del legado de Lenny Bruce en su generación, y eso es, créanme, una de las cosas más agradables que se le puede decir a una cómica como ella.
Ha ido subiendo de actuación en actuación hasta aparecer varias veces en el Tonight Show, algo que históricamente ha sido un espaldarazo definitivo a la carrera de cualquier cómico, y a ser invitada obligada en toda gala cómica que se precie. Como muestra de haber llegado alto, ha sido la presentadora de las últimas galas de los MTV Movie Awards y los Independent Spirit Awards. En 2001 hizo una aparición en el programa de Conan O’Brien (candidato serio a un post en esta serie) por la que le llovieron las hostias de la comunidad bienpensante norteamericana, especialmente de los gloriosos centinelas raciales. Se le ocurrió usar la palabra chink, término despectivo para la raza asiática, una especie de “amarillo” a la misma altura que el prohibidísimo nigger de los afroamericanos, en un bit que precisamente ridiculizaba el racismo inconsciente.
Hacemos coñas con los enanos porque no nos dan miedo. Tengo un bit en el que uso la palabra nigger, y hace poco actué en Virginia, y en primera fila había una mesa llena de negros. Bueno, creo que eran afro-americanos. El caso es que no me atreví a decir la palabra, porque me daban miedo. Al final lo cambié a chinks.
Aquella noche dijo que para librarse de servir como jurado popular en un juicio alguien le recomendó incluir en el impreso reglamentario un comentario xenófobo, tipo “odio a los amarillos”. Pero ella no quería parecer racista, así que puso: “adoro a los amarillos”. Hubo tantas protestas de los grupos de presión asiáticos (?) que Sarah terminó por excluir ese bit de su repertorio. No por no ofender, qué carajo, sino porque a esas alturas todo el mundo se lo sabía de memoria.
Me sacaron en todos los periódicos pintándome como una racista. Y me dolió, como judía. Como miembro de esa comunidad estoy preocupada por si los judíos estamos perdiendo el control sobre los medios.
Y es que el concepto de distinción racial es posiblemente la piedra angular del act de Sarah. No ha dejado títere con cabeza, empezando por su propio arquetipo racial, el que arrastra la herencia del Holocausto. Tiene un bit estupendo en el que llama la atención sobre lo parecidos que son un negro joven y un judío viejo, y en otro espectáculo dijo que si en la Alemania de los años 30 hubiese habido negros, el Holocausto nunca habría sucedido... por lo menos, no a los judíos.
Los nazis son unos hijos de puta, pero de pequeños son encantadores.
No hay forma de saber si dice la verdad, pero ella siempre ha intentado dejar claro que el objetivo de todas sus puyas raciales es el propio racismo; que sus bits no son racistas, sino que hablan del racismo.
Mi personaje en el escenario es yo misma, añadiendo una mezcla de ignorancia y arrogancia. Creo que es un reflejo de lo que es nuestro país.
Otro de sus temas es el sexo, especialmente en sus variantes más heterodoxas. De hecho, el adjetivo más ajustado para definir el enfoque que Sarah Silverman le da a la comedia sexual es masculino. Los elementos pornográficos más ligados a la mentalidad del varón están cuidadosamente mezclados con la ruptura sistemática de todos los tópicos que tienen que ver con la asociación amor-sexo y con el concepto moderno de Romanticismo.
¿No sería romántico si te corrieras en la cara de tu novia y escondieras en el semen un anillo de compromiso? ¿No sería romántico?
El mejor ejemplo de ese humor sexual casi pornográfico, adoptando como punto de vista el cliché masculino, es este bit:
En un sangriento espectáculo en homenaje a Hugh Hefner celebrado en 2001 conoció a su actual pareja, Jimmy Kimmel, un cómico aceptable aunque sin demasiado carisma, que, aun estando muy por debajo del talento de su novia, ha funcionado muy bien con ella en alguna ocasión en el papel de lo que por allí llaman un sidekick, una especie de escudero cómico que da el pie a los chistes y colabora en su ejecución. De hecho, hasta hace poco, cuando Sarah no estaba de gira, solía colaborar en los guiones del talk-show nocturno que presenta su novio. Enlazo de refilón un video de una sección descacharrante que hacen cada semana en Jimmy Kimmel Live llamada Censura Innecesaria, en el que podréis ver a glorias televisivas como Mr. T, Fred Rogers y el llorado Steve Irwin, ahí es ná.
Mi novio es medio negro. Dios, qué pesimista soy siempre. Es medio blanco.
Sarah va prosperando, y poco a poco va consolidando sus talentos en productos con mayor entidad mediática que sus espectáculos de comedia en vivo o sus apariciones en programas como los de Conan, Jay Leno o su novio. Últimamente ha hecho Jesus Is Magic, su primer largometraje propio después de sus papelitos aquí y allá, y que por desgracia no cuajó demasiado. Una de sus piezas musicales:
I love you more than bears love honey I love you more than jews love money I love you more than asians are good at math
I love you even if it’s not hip I love you more than black people don’t tip I love you more than Puerto Ricans need baths
I love you more than girls love dolls I love you more than dogs love balls I love you more than the white stuff in a zit
I love you like Gary Busey I love you more than dykes love pussy I love you more than my after-show monster-bong hit
Jewish people driving German cars Jewish people driving German cars Jewie people buying German cars What the cock is that shit?
But maybe it's like take back the night Maybe it's like how bleeding hearts grow old and swing to the right Maybe it’s like when a faggot calls himself a faggot
Jewish people driving German cars Is the opposite of FUBU
But maybe it's Patty Hearst siding with her kidnappers Maybe it's South African miners killing diamond wearing gangsta-rappers Maybe it's like when black guys call each other niggers
También recibió el encargo de Comedy Central de hacer una serie sobre ella misma, o mejor dicho, sobre su personaje cómico. El resultado es The Sarah Silverman Program, cuya primera tanda de seis episodios ha funcionado bastante bien y ha sido premiada con otros catorce para este otoño. Su momento cumbre está en el s01e05, cuando Sarah se acuesta con el mismísimo Dios Todopoderoso, encarnado en el cuerpo de Tucker Smallwood, que no me digan que no es un nombre cachondo para un neg... afro-americano.
Últimamente he descubierto que mi familia proviene de un pueblecito en Rusia que fue arrasado por los mongoles en la Edad Media. Llegaron, saquearon el lugar y violaron a todas las mujeres. Así que supongo que soy medio mongola. Me gusta pensar que en algún momento, mientras mi tátara-tátara-tatarabuela era violada por un mongol, ella estaba tranquila pensando: “algún día esto será gracioso”.
Además de la chorrada del post anterior, hoy había en Madrid otra de esas citas que sólo son atractivas si uno es un nerdo bloguero con demasiado tiempo libre, o si se quiere desperdiciar el poco que uno tiene en frikadas por el estilo.
Ésta era, lo han adivinado, la visita a España de Matt Harding, uno de esos descubrimientos de la red que han formado todo un culto mundial. ¿Recuerdas aquella escena de Forrest Gump en la que Tom Hanks recorría el país a pinrel y se le iba acoplando la gente buscando algún tipo de epifanía? Pues algo parecido, pero con más gracia y menos pretensiones.
Por si acaso: Matt era diseñador de videojuegos en Brisbane, Australia, cuando se hartó de los shoot’em-ups y decidió gastarse sus ahorros en una vuelta al mundo. Mientras brincaba de sitio en sitio hizo un vídeo cachondo que alguien vio en una empresa fabricante de chicles, llena de jugones a juzgar por su web, y decidió jugársela con el marketing viral. Le pagaron otra vuelta al mundo, más completa que la anterior, para que repitiera, ampliándolo, su vídeo cachondo. El resultado tiene millones de visitas en todos los lugares en los que se puede ver, y es de esas pequeñas cosas con la fascinante capacidad de alegrarte un mal día.
Hay que reconocer que la mitad de la fuerza emotiva que tiene el vídeo la pone la versión del “Sweet Lullaby” de Deep Forest que se marcó Garry Schyman, pero mi opinión es que el cogollo del éxito de Matt está en la mezcla de envidia y admiración que despierta un tipo normal y corriente que de un día para otro se lía la manta a la cabeza, abandona un curro lastimero, y se va a conocer los lugares más acojonantes del planeta. Lo que todos haríamos si tuviéramos huevos. Le añades el toque mágico de ser descubierto y financiado por una empresa que seguro que le da chicles gratis de por vida, y tienes la perfecta comedia épica del siglo XXI.
Resulta que Matt ha convocado en su web a todos los fans de su pequeña obra de arte a que vayan a verlo a sus lugares de paso, y la Plaza Mayor de Madrid ha sido, este mediodía, uno de ellos. Allí estaba Matt, ante una larga fila de nerdos entusiastas –allí había más blogs que personas– esperando para entregar su cesión de derechos de imagen (cogido de CPI), ponerse una pulserita souvenir-acreditativa, y bailotear con él para figurar en el documento de su siguiente paseo por el mundo.
Un rato después de terminar, Matt me ha enseñado la grabación de lo que él llama the Braveheart shot, que será el instante español del próximo vídeo: en plano muy general, Matt hace su bailecillo en el hueco de un arco de los soportales del fondo, en solitario. Después de unos segundos, por los lados entran ciento ochenta personas corriendo, para juntarse en el centro, como en una batalla campal, y hacer el mattdance. Apoteósico.
Aquí el menda, el enrollao de Matt y mi colega Fiti. Qué pasa.
Informa el vecino Pianista sobre una marcha ciclista que se celebra hoy en Madrid, cuyos participantes tan sólo llevarán puesto el casco reglamentario. En Ciclonudista.net cuentan que, en efecto, la cosa va de empelotarse vivo y cambiar el mundo, que ya es hora. El texto de explicación es tan de-aquella-manera que me permito cogerlo prestado para poder hacerme el gracioso con mi habitual falta de tino [y de gracia], insertando comentarios entre corchetes como ése que acaban de leer.
Justicia en las calles [como la película de Charles Bronson], esto es lo que demandamos con firme convicción [y fláccidos miembros] y muy en serio [por supuesto], pero a la vez con simpatía, pasando un buen rato [el de despegar tus testículos del sillín de la bicicleta]. Los coches nos imponen su ley: velocidad, prepotencia, "malos humos" y violencia [el lema del conductor del Smart]. Por eso al desplazarnos en bicicleta cada día por la ciudad [y no sólo los domingos que hace bueno, ¿eh?] convertimos nuestra movilidad en un acto de desobediencia cotidiano [porque montar en bici es subversivo]. Si además, nos manifestamos en bicicleta y desnudos convertimos la desobediencia en una protesta ejemplar [ya podían aprender los de la AVT... ¡No! ¡Lo retiro!].
Denunciamos que nuestras calles han sido secuestradas por el coche privado [el diccionario Bolchevique-Español informa de que privado significa tuyo] que colapsa las ciudades degenerándolas en [chicos, degenerar es intransitivo] lugares hostiles y peligrosos [mira cómo está Bagdad por culpa de los coches]. El coche mata [nunca deje que le apunten con uno] y su impunidad nos escandaliza [pero sólo si hace buen tiempo]. Demasiados intereses de multinacionales belicistas del petróleo y del automóvil [¿alguien dijo Bush?] están en juego si esto se cuestiona [así que no cuestiones nada, y mucho menos cualquier argumentación más compleja que ésta].
Proponemos un modelo de ciudad donde las personas recuperen su espacio [eso no es una propuesta, es un deseo], donde se reduzcan las necesidades de desplazamiento [¿no voy a necesitar ir del sofá a la nevera?] y se apueste por el peatón (que somos todos) [¿pero no ibas en bici?] y por los medios de transporte menos contaminantes y más eficaces [como un carrito tirado por un chino].
¿Por qué en bicicleta? [¡porque somos radicales!] La bicicleta es un medio de transporte urbano solvente, saludable, ecológico y divertido [sudor, sol a plomo y dolor de rabadilla: ¡yeah!]. Es un icono [como Jesucristo], un símbolo de libertad [como la bandera americana] y un instrumento práctico de transformación social [como... ¿cómo?]. No paga tributos [más que lo que te cuesta la bici, el casco y el litro y medio de Aquarius], no gasta petróleo [salvo el que hace falta para fabricar la carretera], no colabora con el desarrollismo destructor [ni con ningún otro] ni con la guerra global [¡mierda! ¿¡ya ha empezado!?].
¿Por qué desnudas? [¿“desnudas”? ¿sólo hay mujeres?] Porque nos sentimos desnudos ante el tráfico por la falta de respeto de los conductores y la desidia de los gobernantes [o por la desidia de los conductores y la falta de respeto de los gobernantes, tanto da]. Con la desnudez hacemos visible [nuestro pene] la fragilidad de nuestras "carrocerías" (nuestro propio cuerpo) [gracias, nunca lo habría entendido]. Además, mostramos nuestro cuerpo con naturalidad [esto es, encaramados a una máquina metálica], rompiendo el pudor [y la estética], desmontando tabúes respecto a nuestro físico [también tenemos un químico, pero está ocupado con su tesis] impuestos por la moda y la avaricia de la industria transnacional textil [porque como todo el mundo sabe, el tabú de la desnudez lo impuso Nike]. En definitiva, nos enfrentamos al tráfico urbano [espero que no sea literalmente] con el cuerpo desnudo sobre la bicicleta [vas a necesitar mucha Nivea, y no toda para el sol] como la mejor forma de defender nuestra dignidad [¿acaso hay algo más digno que pedalear desnudo sobre tus genitales al sol de Junio ante la mirada de cientos de personas?] y de vivir la lucha social [“ciclistas desnudos” es lo que Marx tenía en mente].