Censura
Todo lo entendemos al revés. Y eso cuando lo entendemos.
Ahora resulta que la censura vuelve a ser práctica de la izquierda mainstream. Claro que ellos no lo llaman censura, y no me extrañaría que estuviesen convencidos de que no lo es. No seré yo quien dude de su honestidad, por lo menos en este post. Lo habrán oído: la entrevista de Quintero a Butanito, guardada en un cajón, porque por contener "insultos y descalificaciones"; lo que se dice una entrevista insultante. A mí, dicho así, me suena de un rancio que da escalofríos.
Sorpresa: la entrevista no era para tanto, y aunque escueza, José María García no pone a nadie a parir de un modo distinto al que usan cada día en el Congreso. Con la salvedad de que él sí está diciendo cosas interesantes y, de acuerdo o no, verdad o mentira, mesuradas. La prueba de que detrás de esto hay un problema muy serio es que gracias a la jugada estúpida de TVE retirando la entrevista, ahora tenemos algo que agradecerle a ese ventilador de excrementos llamado El Mundo. No me digan que no es para preocuparse.
Me molesta la estupidez. Ésta es una censura guiada por el afán de que no se descalifique a nadie. En una especie de negativo deforme del “prohibido prohibir”, es una censura que pretende... ¡que no haya censura! A la izquierda esto no se le ha dado bien nunca, y corta la entrevista a un tipo porque en ella se mete con Aznar, Rajoy, Buruaga, Losantos, Villalonga y demás parentela. No me jodan... ¡eso es hacer el tonto! Una entrevista, por cierto, en la que se decía que nadie censuró tanto como José María Aznar. ¿Se imagina alguien a TVE hace 5 años, la de Urdaci, apoyada por el aparato que se ventiló Caiga Quien Caiga y El Informal, bloqueando una entrevista a alguien que se metiese sin descanso con Felipe González, Zapatero, Lorenzo Milá, Gabilondo, Polanco y otros? Y encima uno de los suyos, como García es de los conservadores, sembrando así la sospecha de la brecha interna. Impensable, porque la derecha siempre ha sabido muy bien cómo callarle la boca al personal, encarcelando, amordazando o comprando conciencias y chalés en La Moraleja, si hace falta, y no se ha cortado un pelo a la hora de hacer el cabrón. Por eso lo llamo estupidez, porque lo de esta izquierda sonrosada en todos los sentidos no es afán de pensamiento único ni sectarismo como dicen, curiosamente, los sectarios del pensamiento único. Es pura y simple tontería.
Lo de Butano no es lo único; ya vimos el escarnio público a Pepe Rubianes, que vino de los dos lados, y sobre el que posteé hablando de esto mismo. Hace unos días el Observatorio de la Mujer (que es como llamo a la ventana de la vecina) hizo tumbar, valga la expresión, un anuncio de Dolce Gabbana y otro ministerio ha retirado una gilipollez de spot de la Sexta con argumentos igual de imbéciles. También pidieron retirar la publicidad de una hamburguesa homicida y hemos tenido a una ministra perdiendo meses de trabajo en una ley estúpida contra la publicidad de vinos, cervezas y sidras. ¿Por qué lo meto en el mismo saco? Porque en mi opinión resume bien el principio del problema: confundir forma y fondo. Matar al mensajero.
Cuando lo hace la derecha me cabrea, pero no me sorprende. Que lo haga la izquierda es algo que me saca de mis casillas. Es un sarcasmo que llevo muy mal. Tan mal como el policía nacional que tiene un hijo informador de ETA, o el pobre vicepresidente ultracatólico al que le sale una hija lesbiana, la de coñas que habrá tenido que aguantar en la oficina. Es tener al enemigo en casa. Es una mujer que duerme con un maltratador en cama de matrimonio. Es ser el niño hijo de ese matrimonio y que sea tu madre quien te da de hostias.
Siempre me ha llamado la atención que conceptos como moralidad, dignidad, patriotismo, o igualdad sean esgrimidos en el debate público únicamente cuando se han malinterpretado, o tomado por lo contrario de lo que son. Siempre que un político o un periodista, o su híbrido el tertuliano, me hablan de ciertas cosas tengo la sensación de que me quieren enseñar a ponerme una camisa cuando ellos la llevan del revés.
Ahora resulta que la censura vuelve a ser práctica de la izquierda mainstream. Claro que ellos no lo llaman censura, y no me extrañaría que estuviesen convencidos de que no lo es. No seré yo quien dude de su honestidad, por lo menos en este post. Lo habrán oído: la entrevista de Quintero a Butanito, guardada en un cajón, porque por contener "insultos y descalificaciones"; lo que se dice una entrevista insultante. A mí, dicho así, me suena de un rancio que da escalofríos.
Sorpresa: la entrevista no era para tanto, y aunque escueza, José María García no pone a nadie a parir de un modo distinto al que usan cada día en el Congreso. Con la salvedad de que él sí está diciendo cosas interesantes y, de acuerdo o no, verdad o mentira, mesuradas. La prueba de que detrás de esto hay un problema muy serio es que gracias a la jugada estúpida de TVE retirando la entrevista, ahora tenemos algo que agradecerle a ese ventilador de excrementos llamado El Mundo. No me digan que no es para preocuparse.
Me molesta la estupidez. Ésta es una censura guiada por el afán de que no se descalifique a nadie. En una especie de negativo deforme del “prohibido prohibir”, es una censura que pretende... ¡que no haya censura! A la izquierda esto no se le ha dado bien nunca, y corta la entrevista a un tipo porque en ella se mete con Aznar, Rajoy, Buruaga, Losantos, Villalonga y demás parentela. No me jodan... ¡eso es hacer el tonto! Una entrevista, por cierto, en la que se decía que nadie censuró tanto como José María Aznar. ¿Se imagina alguien a TVE hace 5 años, la de Urdaci, apoyada por el aparato que se ventiló Caiga Quien Caiga y El Informal, bloqueando una entrevista a alguien que se metiese sin descanso con Felipe González, Zapatero, Lorenzo Milá, Gabilondo, Polanco y otros? Y encima uno de los suyos, como García es de los conservadores, sembrando así la sospecha de la brecha interna. Impensable, porque la derecha siempre ha sabido muy bien cómo callarle la boca al personal, encarcelando, amordazando o comprando conciencias y chalés en La Moraleja, si hace falta, y no se ha cortado un pelo a la hora de hacer el cabrón. Por eso lo llamo estupidez, porque lo de esta izquierda sonrosada en todos los sentidos no es afán de pensamiento único ni sectarismo como dicen, curiosamente, los sectarios del pensamiento único. Es pura y simple tontería.
Lo de Butano no es lo único; ya vimos el escarnio público a Pepe Rubianes, que vino de los dos lados, y sobre el que posteé hablando de esto mismo. Hace unos días el Observatorio de la Mujer (que es como llamo a la ventana de la vecina) hizo tumbar, valga la expresión, un anuncio de Dolce Gabbana y otro ministerio ha retirado una gilipollez de spot de la Sexta con argumentos igual de imbéciles. También pidieron retirar la publicidad de una hamburguesa homicida y hemos tenido a una ministra perdiendo meses de trabajo en una ley estúpida contra la publicidad de vinos, cervezas y sidras. ¿Por qué lo meto en el mismo saco? Porque en mi opinión resume bien el principio del problema: confundir forma y fondo. Matar al mensajero.
Cuando lo hace la derecha me cabrea, pero no me sorprende. Que lo haga la izquierda es algo que me saca de mis casillas. Es un sarcasmo que llevo muy mal. Tan mal como el policía nacional que tiene un hijo informador de ETA, o el pobre vicepresidente ultracatólico al que le sale una hija lesbiana, la de coñas que habrá tenido que aguantar en la oficina. Es tener al enemigo en casa. Es una mujer que duerme con un maltratador en cama de matrimonio. Es ser el niño hijo de ese matrimonio y que sea tu madre quien te da de hostias.
Siempre me ha llamado la atención que conceptos como moralidad, dignidad, patriotismo, o igualdad sean esgrimidos en el debate público únicamente cuando se han malinterpretado, o tomado por lo contrario de lo que son. Siempre que un político o un periodista, o su híbrido el tertuliano, me hablan de ciertas cosas tengo la sensación de que me quieren enseñar a ponerme una camisa cuando ellos la llevan del revés.