¿Dónde estás, Dicko Baldo?
Me ha abandonado. Fui el destinatario de sus mensajes durante meses y ya no me dirige la palabra. El maldito Ad-Aware lo ha desalojado de mi vida.
Dicko era la sal de mis conexiones. No os miento: le prestaba más atención a la carpeta de spam que a los mails de mis contactos, casi siempre intoxicados por esa fiebre testera de colores favoritos, cócteles especiales, series de la infancia, estás enamorado/a?, penúltimas castañas y demás juguetes de la adolescencia. Porque siempre, todos los días, Dicko Baldo venía a iluminarme con sus ocurrencias.
¿Cuánto ingenio hace falta para anunciar un alargador de pollas? Es algo que me pregunto ahora que Dicko no está. Todo el sexo, Dicko me lo traía: viagras, páginas guarras, problemas de erección, webcams cachondas, cachas de revista, más rabos más gordos e hipotecas tiradas (¿acaso no es sexual cuando te rompen el culo?) y todo tipo de reclamos para turistas de la red como yo. Y digo como yo, porque Dicko me conocía bien. Las cookies no engañan, y Dicko sabía quién era yo.
Cuando mi colega thehardme y yo empezamos a compartir remitentes de spam, el nombre de Dicko Baldo nos desarmó a los dos. Los que pilotéis algo de inglés adivinaréis el juego de palabras; los que no, matriculaos en alguna parte porque no voy a explicároslo. El caso es que a partir de ese día, todos esos nombres delirados en los correos publicitarios fueron para nosotros la creación de un sólo hombre, y ése era Dicko Baldo. Y no os tengo que contar las risas que hemos echado a su costa.
Las empresas de spam se enfrentan a un problema legal serio cuando te envían un mail anunciando cualquier chorrada: tienen que poner un nombre en el apartado "remite", y si lo rellenan con uno relativamente común, un John Thomas o un Ricardo Calvo, pueden lloverles las demandas. Imaginemos el rebote de un internauta impotente que recibe un anuncio de melampina de parte de su sobrino John, o si yo soy el Sr. Calvo y me entero de que le estoy mandando a todo el personal anuncios de un alargador de pene porque "a mí me funcionó a la perfección". No se puede consentir. Así que, para evitar aprietos, estos ases del mercadeo se inventan los nombres más estrafalarios que uno puede echarse a la cara, rezando para que no les llame un Benzino Napoloni, una Celeste Laudisio o un René Pornero diciendo que no sólo existe, sino que además tiene una partida de nacimiento y que la va a hacer un canutillo y se la va a meter por el culo presente un jurado popular.
Total, que llegó el día en que me dio por instalar el puñetero Ad-Aware; es un programa que rastrea el sistema buscando cookies y demás repostería del anunciante, archivitos que enguarran los ficheros y sirven a estos publicistas posmodernos para llenarte de más basura. Ese día renuncié a mis galletas, me limpié de migas y Dicko Baldo me perdió la pista.
Dicko era la sal de mis conexiones. No os miento: le prestaba más atención a la carpeta de spam que a los mails de mis contactos, casi siempre intoxicados por esa fiebre testera de colores favoritos, cócteles especiales, series de la infancia, estás enamorado/a?, penúltimas castañas y demás juguetes de la adolescencia. Porque siempre, todos los días, Dicko Baldo venía a iluminarme con sus ocurrencias.
¿Cuánto ingenio hace falta para anunciar un alargador de pollas? Es algo que me pregunto ahora que Dicko no está. Todo el sexo, Dicko me lo traía: viagras, páginas guarras, problemas de erección, webcams cachondas, cachas de revista, más rabos más gordos e hipotecas tiradas (¿acaso no es sexual cuando te rompen el culo?) y todo tipo de reclamos para turistas de la red como yo. Y digo como yo, porque Dicko me conocía bien. Las cookies no engañan, y Dicko sabía quién era yo.
Cuando mi colega thehardme y yo empezamos a compartir remitentes de spam, el nombre de Dicko Baldo nos desarmó a los dos. Los que pilotéis algo de inglés adivinaréis el juego de palabras; los que no, matriculaos en alguna parte porque no voy a explicároslo. El caso es que a partir de ese día, todos esos nombres delirados en los correos publicitarios fueron para nosotros la creación de un sólo hombre, y ése era Dicko Baldo. Y no os tengo que contar las risas que hemos echado a su costa.
Las empresas de spam se enfrentan a un problema legal serio cuando te envían un mail anunciando cualquier chorrada: tienen que poner un nombre en el apartado "remite", y si lo rellenan con uno relativamente común, un John Thomas o un Ricardo Calvo, pueden lloverles las demandas. Imaginemos el rebote de un internauta impotente que recibe un anuncio de melampina de parte de su sobrino John, o si yo soy el Sr. Calvo y me entero de que le estoy mandando a todo el personal anuncios de un alargador de pene porque "a mí me funcionó a la perfección". No se puede consentir. Así que, para evitar aprietos, estos ases del mercadeo se inventan los nombres más estrafalarios que uno puede echarse a la cara, rezando para que no les llame un Benzino Napoloni, una Celeste Laudisio o un René Pornero diciendo que no sólo existe, sino que además tiene una partida de nacimiento y que la va a hacer un canutillo y se la va a meter por el culo presente un jurado popular.
Total, que llegó el día en que me dio por instalar el puñetero Ad-Aware; es un programa que rastrea el sistema buscando cookies y demás repostería del anunciante, archivitos que enguarran los ficheros y sirven a estos publicistas posmodernos para llenarte de más basura. Ese día renuncié a mis galletas, me limpié de migas y Dicko Baldo me perdió la pista.
En seguida dejaron de llegarme sus nuevos escritos, gloriosos títulos como "More Semen Than The US Navy", "When Your This Big They Call You Mister" o "Tetrachloride Panther" poblados por personajes extravagantes como Armind Tamzarian, Stare Klolly, Antonella Ceja, Renata Higa, Wilfredo Taveras, Cortez K. Amerkind, Angila Hisko, Juans Elleopardo o (éste es poesía pura) Voyeurism Q. Neuroses.
Y yo me quedé sin la alegría de mi existencia. Desde entonces nado en la pornografía. Paso las horas deambulando por webs guarras y de finanzas, de porno económico y de economía pornográfica, tratando de llamar su atención otra vez. Pero nada. Dicko Baldo me rehuye. No quiere saber nada de mí.
Escribo esto conteniendo las lágrimas porque sé que a vosotros sí os escribe. Estoy seguro de que cada día recibís varias cartas de Dicko, y os pido que las compartáis. Pegad vuestros Dickos por aquí. Sabré que no me habla a mí, pero al menos podré sentir el aroma de su talento una vez más, ese aroma a galletitas recién horneadas. Oh.
3 comentarios:
Pretendía contestar ahora, pero vuelvo de ver las siguientes cosas:
-El malo de la primera temporada de 24, que me ha puesto una caldera.
-Un tío clavado a Federico Trillo.
-Un tío clavado a Hannibal Lecter con máscara, con el detalle de que él no llevaba.
-Un pintor cantando O Sole Mio en plena calle, y de puta madre.
-Una chica paseando a un san bernardo que se ha puesto a cagar.
Todo esto mientras me dirigía a ver a un amigo igualito a uno de estopa (y canta igual de mal) y a un señor con la voz de Dumbledore.
Diarrea mental...¡lo has dicho tú!
With love from Illinois,
B
Diarrea mental...¡lo has dicho tú!
Tell me, do you think it's funny when I say "biggus dickus"?
With love from Illinois,
B
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