El falo velado
Nacho Vidal ha tenido un detalle de candidez esta noche en Tele5. Intercaladas con la entrevista, se veían imágenes entre bambalinas de uno de sus rodajes más recientes. Aparecían momentos de las diferentes posturas de las dos actrices, tetas, culos, tatuajes, nada serio. Y el grande Nacho se ha enorgullecido de estar en un programa “pionero” por mostrar ese tipo de imágenes.
Esta ingenuidad habla bien de él porque deja claro que el hombre no ve mucha televisión: el recurso al porno amputado es moneda de cambio en las teles de noche. Y habla mal de mí, porque yo sí que la veo, y aborrezco que escamoteen los aparatos sobrealimentados de estos vividores y vividoras. Inciso: estoy convencido de que son más currantes que vividores: el asunto es que se lo montan muy bien.
De verdad que no tengo especial interés en verle el trasto al pornostar de turno, así que quitad esa sonrisa de la cara, cabrones. Lo que siempre me he preguntado es por qué no se puede enseñar. Es como las palabrotas: cabe pensar que Mª Teresa Campos dice tacos en su vida real (ni siquiera privada, hablo de los cortes publicitarios), y desde luego ella sabe que nosotros telespectadores también los decimos. Nosotros sabemos que ella sabe, ella sabe que nosotros sabemos, sabemos que es normal, pero ni dios suelta un “coño” en el programa. ¿Por qué? Ganas de engañarnos todos, otra vez. Qué sentido tiene convencernos de que no tenemos nada entre las piernas es algo que me tenéis que explicar.
De todas formas me consuelo pensando que el frotar se va a acabar. En el cine esto que digo se está poniendo de moda desde hace un rato ya. De momento parece una corriente más del rollito mira-qué-independiente-soy, y los que tienen motivos más honestos son todavía excepciones. Pero lo importante es que el tabú de la polla evitada se empieza a caer, y con él el del sexo real.
Pitos furtivos en el cine convencional los hay desde hace muchos años, no son noticia. Cuando un actor aparece desnudo, la visión de su colgajo no es más que la de un cuerpo humano, físico y sin aditivos. Hasta ahí, todo en orden. La movida viene cuando lo que se ve es un falo erecto. La razón de que esto sea un tabú no la tengo clara, pero me hago una idea: si miramos a un actor empalmado, no sólo estamos viendo un cuerpo tal cual. Estamos mirando a un hombre y su excitación, a una persona allí cuando ninguno podemos ocultar nuestras intenciones... como pillar a alguien en un renuncio. La vergüenza que sentimos al ver a alguien querido pasar vergüenza. El deseo sexual es lo más animal que tenemos, y contemplarlo en otra persona hace saltar un chispazo de pudor en algún cromosoma recóndito.
Ésta es la razón, yo creo, de que las escenas chungas hasta ahora siempre las hayan hecho las mujeres. Los creadores suelen ser hombres, de acuerdo, y la cabra tira al monte. Pero que yo sepa Almodóvar no ha sacado una erección en ninguna peli, y ya sabéis a que me refiero (de hecho, sí ha sacado un buceador de juguete haciendo espeleología con Victoria Abril, ahí lo tenéis). El motivo: las mujeres aparecen exteriormente igual, estén cachondas o no. Sobreentendemos que están interpretando, la parte cerebral del asunto, cosa que no podemos hacer con el varón: hay cosas que no se pueden fingir.
(Estoy evitando el componente de excitación que tiene mirar, no es lo que me interesa aquí. Y como el cine porno se ve para eso, tampoco me interesa aquí y ahora).
Volviendo a la cuestión: este pudor que nos agarra al ver rabos tiesos en pelis convencionales, en actores conocidos, hace que no se nos muestren. Pero ya digo que eso está cambiando, sencillamente porque es cutre. ¿Os acordáis de la escena de “Novecento” en la que una mujer se la meneaba a un tiempo a De Niro y Depardieu, y los dos allí, tan campantes y fláccidos? Amosveteacagar.
Ahora parece que ya es hora de ir cambiando el chip, y empiezan a verse pollas enhiestas en películas convencionales, y no porque sí. En “Lucía y el sexo” había una mano masajeante y en “In The Cut” una felación en plano detalle. Pero si bien se enfrentaba el reto de contar una escena de sexo verosímil, las dos escenas arrastraban un grillete. Ni Tristán Ulloa ni Mark Ruffalo (no se podía apellidar de otra manera) se atrevieron a sacudirse el tabú de encima apareciendo tal cual en pantalla: en los dos casos el pene era el de un doble de cuerpo. Incluso en “Intimidad”, la que más se ha acercado hasta ahora, era la actriz la que llevaba el peso de las escenas de sexo real, y ni siquiera en el amago de chupaílla a él se le veía realmente empalmado: seguían a medio gas.
Y aquí es donde cambia la cosa: la última peli de éstas es “The Brown Bunny”, una bosta festivalera que duerme a las ovejas y que tiene una escenita en la que Chloe Sevigny le hace una mamada real a un individuo que, al contrario que en “Intimidad”, está firme y presentando armas. Es Vincent Gallo (a éste sí que el apellido le va como un guante), un actor normal y corriente saltando a la arena sin espada pero con cipote, y ésta es la auténtica novedad: un actor asumiendo esas responsabilidades. Hay que decir que también es el director, pero no creo que le hiciera falta poner una cámara para que se la chuparan; creo que le han podido más las ínfulas de creador subversivo, el puro exhibicionismo o las dos cosas. Nota cachonda: la peli costó 10 millones de dólares (?!?) y se ha estrenado en USA en tres cines, tres. Es la mamada menos rentable de la Historia del Cine.
Estoy seguro de que dentro de 50 años un actor porno no se sorprenderá en la tele de que se vea su herramienta de trabajo pasadas las 22:30, y las escenas de sexo de las películas serias no se fingirán, igual que ahora no se fingen los besos que sí se falseaban ridículamente hace 50 años. Tony Leblanc se queja de que ahora los besos del cine son con lengua, no como en su época. Vuelva al nicho, abuelo.
2 comentarios:
Me niego a ver una película de la que todo lo que ha trascendido es que a un tío le chupan la polla. Parece que los que han promocionado al Gallo no saben por donde cogerla si no es por una transgresión ficticia. Y estúpida.
En "Soñadores" había sexo real, o por lo menos eso oí, aunque realmente no lo parecía. La gente salió escandalizada del cine y alguno que otro, con el pito en alto... amos, como si no hubieran follado en la vida. Yo tampoco sé por qué nos empeñamos en negar lo más natural que puede haber en el mundo, lo único que nos hace iguales a todos... quizá esté ahí la respuesta. Nos encanta sentirnos diferentes y, cuando no ocurre, buscamos la(s) diferencia(s) donde no las hay. Es muy triste, pero es así. Volvemos al tópico renacentista del poder igualatorio de la muerte y todo eso. Tiene cojones que haya que esperar a que se te lleve un tsunami para parecernos más entre nosotros... ¿a dónde vamos a parar?
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